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Homilías del Padre Jorge Loring S.I. |
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Segundo Domingo de Pascua - Año C
Jn 20:19-31
1.- El Evangelio que acabo de leer me sugiere hacer tres consideraciones.
2.- Primero, Cristo entra en el Cenáculo estando las puertas cerradas. El cuerpo resucitado no está sometido a las leyes físicas. El cuerpo glorioso no está sometido a la impenetrabilidad de la materia. Yo sólo puedo entrar en una habitación si la puerta está abierta. El cuerpo glorioso atraviesa las paredes.
3.- Los Apóstoles se asustan y creen que es un fantasma. Cristo les tranquiliza de que no es un fantasma, y les pide algo de comer, y come con ellos para demostrar que no es un fantasma. Esta aparición confirma la resurrección de Cristo.
4.- Y Cristo les da poder de perdonar los pecados: «A quienes perdonéis sus pecados, Yo les perdono; y a quienes no les perdonéis, Yo tampoco». Cristo delega el perdón de los pecados a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores que son los sacerdotes.
5.- Muchos se saltan a la torera el sacramento del perdón y piden a Dios perdón directamente, sin confesarse. No vale. El modo de alcanzar el perdón de Dios es el que Él ha dispuesto, no lo que a mí me parezca, me guste o me convenga.
6.- La tercera consideración es sobre el acto de fe de Santo Tomás: «Señor mío y Dios mío».
7.- Es muy bonita costumbre decirlo en la ELEVACIÓN DE LA SAGRADA HOSTIA Y DEL SAGRADO CÁLIZ. Y yo suelo añadir: «Que tu SANTA REDENCIÓN que estamos celebrando en esta SANTA MISA consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy. Amén».
8.- Hoy pido por los moribundos de hoy, y mañana por los de mañana. El momento de la muerte es el más importante de la vida, pues de él depende la vida eterna.
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