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Homilías del Padre Jorge Loring S.I. |
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Domingo Vigésimo Tercero del Tiempo Ordinario - Año B
Mc. 7:31-37
1.- Jesús curó el sordo y mudo. Pidámosle que nos cure de nuestra sordera y mudez. Nosotros también podemos ser algo sordos y mudos.
2.- Nosotros somos sordos para oír a los demás. Es frecuente que nos guste contar nuestras cosas, pero también es frecuente que no nos guste escuchar las de los demás.
3.- Hoy hay mucha falta de comunicación. A veces, incluso dentro del matrimonio. Para escuchar a otro no basta poner la oreja. Hay que sintonizar con su corazón. Esto exige esfuerzo, tiempo y sacrificio, pero saber escuchar es una gran obra de caridad. Muchas personas necesitan desahogarse y no tienen con quién hacerlo. Alguien dijo: «Tendré que ir a hablar con el espejo, que es el único que me escucha».
4.- También somos mudos porque muchas veces callamos en lugar de defender nuestra fe. El respeto humano es muy frecuente entre los católicos. Nos da vergüenza que nos puedan llamar antiguos, tradicionales, carcas, etc.
5.- Habrá momentos en que lo prudente sea callar. Pero otras el callarse es por cobardía en defender la verdad, el Evangelio, la Iglesia, la moral, la virtud, etc.
6.- Pero peor que la sordera del oído es la del corazón: no queremos oír la voz de Dios. No hay peor sordo que el que no quiere oír, y cerrarse a la fe es una desgracia.
7.-El Evangelio que acabo de leer dice que Cristo todo lo hizo bien. Y San Pedro hablando de Jesús dijo que pasó por el mundo haciendo el bien. ¿Y yo?
8.- Cristo liberó al sordo de un mal físico. Y a toda la humanidad del pecado. Muchos de los que hablan de la libertad del hombre lo que hacen es esclavizarnos a nuestras pasiones.
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