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Homilías del Padre Jorge Loring S.I. |
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Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario - A
Mt 22:1-14
1.- El Evangelio que acabo de leer me da pie para dos explicaciones y dos consideraciones.
2.- La primera explicación es que, parece que, el traje de la fiesta lo daban a la entrada, por lo tanto el que no lo llevaba no es por no poder llevarlo, sino por no haber querido preocuparse de tenerlo.
3.- La segunda explicación es que claramente Jesucristo se refería al rechazo de los fariseos.
4.- La primera consideración es que el rechazo de los fariseos motivó que el mensaje de Jesús se llevara a otros pueblos antes de que el pueblo judío se hubiera hecho cristiano.
5.- La segunda consideración es a propósito del «rechinar de dientes» de los condenados.
6.-Esta expresión sugiere desesperación.
7.-La desesperación es el gran tormento del condenado: «Pude salvarme y no quise. Imbécil de mí.¡Maldito yo!
8.-Un ejemplo para explicar esta desesperación es la del muchacho que, navegando en un trasatlántico, en alta mar se tira al agua, por una apuesta, con la condición de que den la voz: «hombre al agua».
Pero mientras llega el aviso al capitán y gira el barco para buscarlo, dan las vueltas donde él no está.
Como es de noche, aunque le buscan con los focos, no lo encuentran.
Y dadas la vueltas reglamentarias, el barco enfila de nuevo su rumbo.
Cuando el muchacho ve que se le va el barco, su salvación, su esperanza, su vida, y se queda en alta mar para ser devorado por los tiburones, le entra una tremenda desesperación: «He sido idiota. Por una apuesta, por una tontería, he perdido toda esperanza, y me quedo aquí sin salvación para ser pasto de los tiburones».
9.- Ésta es la desesperación del rechinar de dientes.
10.- Y esto por toda la eternidad, pues el infierno es eterno: DOGMA DE FE.
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