El hombre de Villa Tevere. Los años romanos de Josemaría Escrivá
Pilar Urbano
Editado por Plaza & Janés
CAPÍTULO I
Un retrato de frente.
CAPÍTULO II
A bordo del J.J. Sister. Las obras de Dios no pueden cruzarse de brazos. Ante el Portone di Bronzo. «Yo no respondo de su vida.» «¿Resultará que soy un trapacero?»
CAPÍTULO III
Realquilados en Città Leonina. Mientras el Papa duerme. «Romana, romana, romana.» Las cosas de palacio… Un manojo de rosas sin espinas.
CAPÍTULO IV
Villa Tevere, puertas adentro. La casa del padre de familia. Severas palestras, junto al Tíber. Cincuenta mil kilómetros, en el grosor de una puerta. El «banquero» del Opus Dei. «¿Dónde dormiré esta noche?» Diez años entre andamios y albañiles. «Rezamos más que comemos.» Un zarpazo en el alma.
CAPÍTULO V
Ut gigas. Escrivá despliega un sueño. Un rompedor de fronteras. Un extraño «burgués»: anticipativo, inconformista, audaz y soñador. Opción por los pobres y opción por los ricos. «Los de arriba se caen solos.» ¿De qué color es la piel de un alma?
CAPÍTULO VI
«¿Por qué brama esa gente?» Los martes, el salmo 2. No hay esvásticas en las espadas. Las tres batallas del Opus Dei. La fe de las hijas del carbonero. Un torero que sabe latín. Cómo se llega a «director». En el tejado del Vaticano. «In silentio et in spe.» «¡Caben…!» Escrivá, en un tris de dimitir. La estatua mutilada. Un Te Deum jadeante. Nota reservada de Escrivá al Papa. La visita del padre Arrupe. La solución, en un epitafio. Una extraña profetisa. El día que Escrivá se hizo del Opus Dei. Un varón fuerte, con el cuerpo destrozado.
CAPÍTULO VII
Giboso, giboso… Una larga suma a renglón seguido. «Si no tuviera corazón, dormiría a pierna suelta.» La Obra no tiene escudos. Un dibujo, al dictado. El punzón de garantía. «¿Qué te pasa conmigo, Señor? «¿Mi precio?… una raspa de sardina.» La psicología del hombre feliz. «Nunca busqué certificados.» Camino, a la hoguera. ¿Signos cabalísticos? El maletín del fabricante de calumnias. Verdades rotas y datos trucados. Cobre rajado, con lañas. ¿Micrófonos ocultos? La verdad del viaje a Grecia. Unas copas de malvasía. El teléfono suena de madrugada. Enemigos «bienhechores». Coces contra el aguijón. Querían echar a Escrivá. El peligro lleva guantes de seda. «Los de siempre.» Un ciego que da bastonazos al aire. Extranjero en Roma. Un testigo de piedra, en el Cortile Vecchio.
CAPÍTULO VIII
El comunicador. Una extraña diapositiva. El abrazo del masón. En cada alma, de rodillas. De la A a la Z. El enchinaor. La queja de Cayetana de Alba. «¡Que no soy el Negus!» Walt Disney lee Camino. Il vostro compagno non perde il tempo! El amigo. «Estás hecho un egoísta.» Un hombre ante el Santo Oficio. Los cardenales también tienen corazón. Teología de la coincidencia. Un márketing sin trampa ni cartón. El poeta del vino. La jaca de Domecq no irá al purgatorio. Sobran los diccionarios. Cuando él entra, se enciende la luz. Rompedor de etiquetas. «He tocado a Dios.» Frente a los púlpitos estafadores. Troppo invadente. Un neófito de 83 años.
CAPÍTULO IX
Mueve Dios. ¿Un santo?… ¡un paria de la tierra! El hombre que se fió de Dios. «No quise dar jaque mate.» Dios habla bajito. «¡Déjame leer!» «Yo oí gloriae…» Teólogos y tenderetes. Desayuno en Caglio. «Te quiero más que éstas…» Una palabra hebrea. Cuando estallan los relojes. «¡Londres es mucho Londres!» «Yo estuve muerto.»
CAPÍTULO X
Una fe con sangre en las venas. En el umbral del misterio del hombre. Aquí, vivir y orar no se dan la espalda. El pulso de la plegaria. Rezar soñando y soñar rezando. Una víbora en Gagliano Aterno. Del coñac, a la Trinidad. Sobre el abismo, en Verona; el training de lo divino. Dios espectador y Dios habitante. Sus poderes aliados. «Así me avisaba mi ángel.» «Un di nella reggia mi hai sorriso…» «¿De dónde te habrán echao?» Una oración a cincel. La cámara nunca miente. Apretando la mano de Dios. «Mi celda es la calle.» Un balcón que da al infinito. Lo radical de Escrivá. «Ámame siempre como hoy.» Descubrimientos. Un encuentro cósmico: la misa. Le temblaban las manos. Un hombre hincado ante Dios. La bella agonía de las rosas. Dios ama el lujo. «Soy de latón.» En el tajo del altar. Sacerdote de sol a sol.
CAPÍTULO XI
Él es «el Padre». Tarjeta de visita para la eternidad. La campana gorda. Dos violines. Se rompía la aguja de la jeringuilla. Un magisterio con cintura. El aislador de vidrio. La agenda de Escrivá. Volver a Squarciarelli. «¡No puedo salvarme solo!» Una carta con soberbia. El pudor del alma. «Os hablo desde Londres.» «¿Qué te pasa?» Me exijo exigiros. El hielo de la indiferencia. «Yo respeto tus melenas.» El robo de un documento. «He aprendido a esperar.» «Mi casa no es un cuartel.» Una orden…, por favor. Monseñor en el suelo. «Hoy me he enfadado tres veces.» Buen humor, en bandolera. Mi corazón vigila. «Yo estoy siempre sobre espinas.» «Sí, estoy llorando.» En la Stazione Termini.
CAPÍTULO XII
Monseñor en su casa. Spalancare la porta. Escrivá y sus hijas. Tras la Revolución de los Claveles. «¿Qué le pasa a Dora?» Robar un pedazo de cielo. En alpargatas hasta la universidad. Un chotis en el planchero. «Julia, hoy te sirvo yo.» «Nos hemos comido ¡tres pianos!» «Éste tiene mi hogar.» «Nuestras benditas clases pasivas.» «Que es de vidrio la mujer…» «Al director propietario lo he matado por la espalda.» «Tú, mandamás, la última.» Los cargos son cargas. Para servir, servir. La última colcha. Una civilización sin «tú». Escrivá se encara a un jefe de Gobierno. «Y me hubiera puesto a cuatro patas.» Siniestro en la isla de Guadalupe. Sofía, una mezza cartuccia. Tía Carmen. Una caja de «frutas escarchadas». «El mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir.»
CAPÍTULO XIII
La pasión por la libertad. «¿Has votado a Kennedy?» Clichés de celuloide rancio. «Lo raro de no ser raros.» «Nunca seremos un grupo de presión.» «Aquí no se hace política.» Ullastres, López-Rodó, López-Bravo, Mortes… van a ver a Escrivá. Tomás Moro hubiera sido del Opus Dei. «¡No seáis fanáticos de nada!» «Se han confundido ustedes de puerta.» Una carta al abad de Montserrat. Escuelas de tiranía. «Ni integristas ni progresistas.» «… Y también por la cuneta.» «Yo sólo soy un voto.» No se apalanca con un churro. «¿Quieres ser mi secretario?» «Creí que querían pescarme.» «¿Por qué llevo esta funda de paraguas?» «Mi yugo es… ¡la libertad!»
CAPÍTULO XIV
El vuelo del neblí. «Entre santa y santo…» Las cinco notas del pájaro solitario. Como un ladrón. «Eres mío.» La verdadera cuenta de la edad del Padre. Zoología mística. «Veo, pero no miro.» Las cejas de la marquesa. Un buen anticlerical. «¡Tratádmelo bien!» «Que nadie se quede en mí.» Escrivá y las mujeres. Silencio de tumba. «Alteza, arrodíllese…» Con los labios sellados.
CAPÍTULO XV
Ligero de equipaje. El walkie-talkie de Santiago. Full time, y sin reloj. Su habitación. Un cabo de vela roja. Montón de «muchos pocos». «¡Dios no nos pide más!» Sin voz para decir «soy pobre». Roban a un obrero. Un tintero y una cuchilla de afeitar. Con los zapatos de otro. Viaje hasta donde llegue. Un cura que no cobra. Los «negros» de la sotana. El armario de monseñor. Tres intangibles. En una casa de cristal. Sin planning de futuro. La duda cruel. Vivir en el problema o vivir en el misterio.
CAPÍTULO XVI
Barro y gracia. Dios no juega a los dados. «Si Tú no necesitas mi honra…» Las letanías de la miseria. Sesenta rebuznos. Una raya y una carcajada. Un burro sarnoso. Complejo de superioridad. «Soy un principiante.» «A, a, a… no sé hablar.» «Un trapo sucio, basura.» «Dios es mi general.» Conversación con Pablo VI. Ni santo, ni diablo. El doctorado, para el burro. Con la frente en el suelo. «Ocultarme y desaparecer.» «No quiero ser obispo.» Los custodiosde Escrivá. «Álvaro no me pasa una.» «No soy un río que no pueda volverse atrás.» «Vengo a que me perdonéis.» El forcejeo del fotógrafo. «Álvaro, ¿lo cuento?» «¡Doctor, haga, haga…!» Doble ciudadanía. El marquesado de Peralta. La tumba de los soldados desconocidos. «No soy nada…, pero soy el fundador.» Un viejo papel amarillento. «Como notario doy fe…» «¿Tú seguirías con la Obra?» Un niño que balbucea. «Yo estorbo.» Con lañas en el alma. Los confesores de Escrivá. Comiendo con el padre Arrupe. Barro de botijo.
CAPÍTULO XVII
Veranos sin hamaca. «Este hombre lleva dentro una bomba atómica.» «Padre, eso es trampa.» Castelletto del Trebbio. Forastero y de prestado. La «caza» del alacrán. Lo tan real, hoy lunes. «La perdiz, por la nariz.» Abrainville. Unas semanas en Gagliano Aterno. «Così facciamo patria!» La privacy de los ingleses. «Tenetemelo da conto!» Sant’Ambrogio Olona. Una boquilla para don Álvaro. Media mesa de ping-pong. «Ni quiero, ni puedo, ni voy a escribirlo.» La Primavera de Praga. Escapada a Einsiedeln. Javier hace un puzzle. Un «correo» de Milán. Otra vez en Villa Gallabresi. La diffidenza. Caza de brujas. Il punto di vista ottimale. «Sólo descansaría si pudiera olvidarme de la Obra.» «Me río, porque tengo presencia de Dios.» Clama, ne cesses! ¿Tabaco de contrabando? Caglio, 23 de agosto. El vendedor de sandías. Civenna. Unas botas de aldeano. ¡Qué solo se muere un Papa! «Álvaro, ¿nos invitas?» Escrivá consuela a Pablo VI.
CAPÍTULO XVIII
«O quam luces, Roma!» Donde apoya la mano el Papa. El Vaticano «ficha» a don Álvaro. «Donde nadie quiera ir, iremos.» «A este Papa y al que ha de venir.» Vaticano II: un espaldarazo al Opus Dei. El cinturón pretoriano de Pablo VI. Cátedras estafadoras y agitadores de sacristías. «Los traidores están dentro.» Una insólita propuesta del padre Arrupe. «No hay autoridad en la tierra…» «La Iglesia está enferma.» Lágrimas que escuecen. Llueve en el cortile del Cipresso. «Josemaría, tú eras jovial…» «¡Y mil vidas que tuviera!» Escrivá en los escenarios: cristianismo y electricidad. Un recado al médico del Papa. «Este salmo terminará en gloria.»
CAPÍTULO XIX
Un luminoso crepúsculo. «Tú me la cantarás, sin lágrimas.» Sol de membrillo. «¡Ni una corbata negra!» Epicuro, Kant y Sartre, acobardados. En manos del totalmente Otro. «Que vivo porque no vivo.» Un hombre va a morir y lo sabe. El castillo de naipes. «Y pasaré los fuertes y fronteras.» Con los ojos prestados de Dios. Apuntalando al sucesor. «Quiero verte cara a cara.» Hay muertes instantáneas, pero no repentinas. «Viejo me parece tarde.» La última locura. Con los zapatos puestos. «La oración fecha, cabalgaba.» El Soggiorno de los Abanicos. «Javi, no me encuentro bien.» «Yo te absuelvo.» More nobilium. Alguien cantó: «aprite le finestre…». Laudatio de don Álvaro. …Y se levantará como un gigante