ara sintonizarte con Dios IV
Cuentos, historias y reflexiones del P. JMG
La Bendición
“Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecido por Dios Padre... Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la Cruz de Cristo” (CIC 1671).
“Las bendiciones miran primaria y principalmente a Dios, cuya grandeza y bondad ensalzan; pero, en cuanto comunican los beneficios de Dios, miran también a los hombres” (Bendicional, 1º ed. XII-1986, n 7).
Las bendiciones tienen unos efectos –sobre todo de carácter espiritual- que se alcanzan gracias a la impetración de la Iglesia. (...) Para asegurar su eficacia es necesario que los fieles se acerquen con recta disposición de ánimo (Cfr. Ibidem, n. 15).
Además de los clérigos, los laicos –por la eficacia de su sacerdocio común- pueden celebrar algunas bendiciones (Cfr. Ibidem, n. 18).
“ La bendición especial materna ”
Esta mañana me recomendaron un capítulo del libro “Medjugore, el Triunfo del Corazón” (de Sor Emmanuel). Cuenta algo muy lindo.
El capítulo se titula: Una bendición silenciosa.
Estas son algunas de las ideas que contiene:
En una de sus apariciones, la Virgen pidió a Marija –una de las videntes- que se impartiera “Su bendición especial materna.”
Explico
En Medjugore la Virgen ha dado una “bendición especial materna” (distinta de otras bendiciones que Ella también ha impartido, como, por ejemplo: “la bendición solemne”, “la bendición de la alegría” o “la bendición con la bendición de Dios”). Y ha pedido que se transmita a todas las criaturas.
Marija ha contado que ella da esta bendición especial y maternal de una manera muy simple. Diciendo, por ejemplo:
“Bueno, recibí la bendición especial y maternal de la Virgen y te la transmito.”
Sobre la forma de transmitir esta bendición, Marija ha dicho:
“Ella nos deja libres. Tú puedes agregar las oraciones que quieras con tu corazón.”
La Virgen, afirma Sor Emmanuel, ha pedido que vivamos y transmitamos sus mensajes, que demos testimonio de ellos. ¿Por qué añadir entonces la transmisión de esta bendición? Porque el testimonio no sustituye la bendición; se trata de otra realidad. La Virgen pide a los padres que den el ejemplo, que sean portadores de paz, pero Ella les pide también que bendigan a sus hijos. Es otra necesidad para el crecimiento del niño el testimonio por sí sólo no transmite la protección como lo hace la bendición.
Viernes 12 de octubre del 2001
Consagración
Hace tres o cuatro años, en una estampa de Nuestra Señora de la Paz de Medjugorje, encontré con una Consagración que me gustó mucho. La he rezado muchas veces. Quizás a vos también te guste.
Soy todo tuyo María | No temas, estoy contigo (La Reina de la Paz) |
Virgen María, Madre mía; me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia. Acepta mi pasado con todo lo que fue. Acepta mi presente con todo lo que es. Acepta mi futuro con todo lo que será. Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios. Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón. Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores; mis esperanzas y mis deseos; mis tristezas y mis alegrías. Custodia mi vida y todos mis actos, para que le sea más fiel al Señor; y con tu ayuda alcance la Salvación. Te confío ¡Oh María!, mi cuerpo y mis sentidos para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes. Te confío mi alma para que tu la preserves del mal. Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya; |
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“ La bendición especial materna ”
Te contaba que, en Medjugore, la Virgen pidió a una de las videntes que se impartiera “Su bendición especial materna.”
Sobre la forma de transmitir esta bendición, Marija –la vidente- ha dicho:
“La Virgen nos deja libres. Tú puedes agregar las oraciones que quieras con tu corazón.”
Tomando como base la consagración anterior, escribí esta bendición.
Dios todopoderoso, | para que se conserven siempre puros. |
Viernes 12 de octubre del 2001
¿Católico?
Recientemente, en el Colegio Campoalto –donde trabajo como Capellán- tuvimos una convivencia (o encuentro) con todos los profesores.
Reemplazando a Terry -un inglés, profesor de inglés- vino Maurice.
Maurice es Norteamericano, negro (o “de color” como prefieren decir algunos), mide 2,6 m. y es ex-basketbolista profesional. La verdad es que impresiona...
Estábamos terminando el almuerzo cuando avisaron que, al finalizar, haríamos la visita al Santísimo en el Oratorio.
Maurice, repito, era completamente nuevo en el colegio. Por este motivo, me acerqué y le pregunté:
“Decime, Maurice, vos ¿sos católico?
Y, en voz alta (lo escucharon todos), respondió:
“¿Católico? !Católico ROMANO! Y, además, Padre, me quiero confesar.
¡Grande, Maurice!
¿Vergüena?
¿Cómo vamos a tener vergüenza de manifestar nuestra fe
cuando hay tantos “sin vergüenzas” que no tienen problema en hablar de obscenidades?
Miércoles 31 de octubre del 2001
Obediencia, amor y fe
Hace unos pocos días, preparando una meditación para un grupo de sacerdotes, me detuve a pensar en la siguiente idea (que luego prediqué):
Cuando hay amor y confianza, obedecer es más fácil.
Por lo tanto: cuando falta el amor y la confianza, la obediencia es bastante más difícil.
Cuando falta amor y confianza la obediencia deberá ser más sobrenatural y necesitará más fe.
Jesús derrochó amor y confianza. Así, el Señor facilitó a sus discípulos vivir su Evangelio.
Quien tenga que mandar facilite la obediencia generando confianza y paz.
Obediencia y fortaleza
Jesús amó y ama –eternamente- al Padre.
No por ello dejó de costarle su pasión y muerte en la Cruz.
“Fue obediente hasta la muerte, y muerte en la Cruz.”
Existiendo un gran amor, también puede costar obedecer.
Por ser grande ese amor,
será, también, fiel.
Jueves 1º de noviembre del 2001
Un amigo
Hoy, a las 15.10 hs., me llamó por teléfono, Carlos Franco, desde los Estados Unidos.
Carlos es el golfista número uno del Paraguay y juega el P.G.A. Tour en USA.
Me contó que estaba muy contento, que estaba jugando bien, pero que no podía terminar de embocar los putts.
Carlos, además de ser un extraordinario golfista (con un swing espléndido, según los que saben), es una extraordinaria persona. Con su mujer ayudan a muchísimas personas –especialmente a niños enfermos- a través de su Fundación. Tiene un carácter, una alegría y un modo ejemplar. Es bueno con todos, atiende a todos y ayuda a los que puede... Además, no le ha sucedido lo que a muchos que, por convertirse en figura o ganar unos dólares, se creen superiores y tratan afectadamente o con desprecio a los demás.
Carlos me dijo que estaba rezando mucho y me pedía la bendición..
Señor: ayudá a este buen amigo a que siga creciendo como deportista, como persona y como cristiano. Amén
Jueves 1º de noviembre del 2001
La fuerza del cariño
Zaqueo se llamaba; vivía en Jericó.
Fue publicano; más aún, jefe de publicanos.
Zaqueo quería ver a Jesús.
Muchos otros, también querían ver a Jesús.
Zaqueo era de baja estatura.
Sin ningún respeto humano, se subió a un árbol.
Jesús lo vió y lo llamó.
Jesús se alojó en su casa.
No conocemos la conversación entre Jesús y Zaqueo.
Sí conocemos el resultado: la conversión de Zaqueo.
“Hoy vino la salvación a esta casa”, dijo Jesús.
“Repartiré la mitad de los bienes a los pobres,
y si he perjudicado a alguien,
le daré cuatro veces más”, dijo Zaqueo.
Para mí, el camino más fácil para la conversión,
ha sido el camino del amor:
cuando he conseguido tomar conciencia de lo mucho que Dios me quiere
o cuando he recibido sus regalos.
Me imagino que a Zaqueo le debe haber pasado lo mismo.
Lunes 5 de noviembre del 2001
Lindo sería
Lindo sería ser PAN para convertirme en Vos, Señor.
Lindo sería ser VINO para ser sangre de la Virgen María.
Lindo sería ser ALTAR donde se consuma Tu Sacrificio.
Lindo sería ser PATENA para sostenerte, Señor.
Lindo sería ser CALIZ para contenerte, Señor.
Lindo sería ser COPÓN para que puedan distribuirte.
Lindo sería ser PALIA para protegerte, Señor.
Lindo sería ser PURIFICADOR para que ni una partícula Tuya se extravíe.
Lindo sería ser CORPORAL para servirte de “alfombra”, Señor.
Lindo sería ser MANUTERGIO para limpiar los dedos que te tocarán.
Lindo sería ser MISAL para decirte palabras bellas.
Lindo sería ser LECCIONARIO para ser depositario de Tu Palabra.
Lindo sería ser CERA de las VELAS que se consumen en tu honor.
Lindo sería ser ALBA que cubra las impurezas del celebrante.
Lindo sería ser CÍNGULO que ciña las pasiones de quien te personifica.
Lindo sería ser ESTOLA que preserve de enfermedad al sacerdote.
Lindo sería ser CASULLA que manifieste solemnidad y alegría.
Lindo sería ser VINAJERA para cuidar el vino que se convertirá en Sangre.
Lindo sería ser CAMPANILLA que invite a la atención y a la adoración.
Lindo sería ser MANTEL para vestir el altar.
Después de manifestar estos deseos,
vuelvo a darme cuenta
lo lindo que tiene que ser
-para mí, que soy sacerdote-
ser Cristo que renueva su Sacrificio.
Martes 12 de diciembre del 2001
El Kupií
El domingo pasado hice mi retiro mensual. Predicó el P. Luis M. L. La segunda meditación fue sobre la tibieza. En ella nos habló del kupií y nos contó una historia.
El kupií es un tipo de termita: un insecto xilófago, es decir, que come madera. Las hembras adultas ponen huevos y de ellos salen larvas pequeñas y voraces que, en lugar de salir al exterior, penetran en las vetas de la madera royendo largas galerías, provocando daños tremendos, que no se ven a simple vista. El kupií deja una fina película exterior y devora el interior.
La historia la había leído hace unos cuantos años. Era un relato de un colono francés que vivió en el África. Resulta que, por asuntos que Luis no recordaba, el galo hubo de regresar a su madre patria. Después de unos años, regresó. Llegó a su casa. Cuando abrió la gruesa puerta de madera, le sorprendió encontrarla excesivamente liviana. Cuando la cerró, la puerta se deshizo, reduciéndose a polvo. Sorprendido, fue a sentarse en un sillón. De él se cayó y se dio un buen golpe: había sido atacado por el kupií, al igual que toda la casa, que era de madera.
Los mejores insecticidas, para que eliminar el “kupií del alma”, son: la confesión, la oración y el recurso a nuestra Madre
Viernes 21 de diciembre del 2001
El Sueño de San José
“Mujer ¿te acordás del sueño que me contaste ayer? ¿El sueño en el que la gente se preparaba para la Navidad sin saber que era el cumpleaños de Jesús? ¡Qué preocupada te quedaste pensando que -alguna vez- podía llegar a hacerse realidad, esa ignorancia y esa indiferencia para con nuestro Jesús! Bueno, hoy te cuento que, quién soñó anoche, fui yo.
Resulta que, cuando marchábamos hacia Egipto –después de que el Ángel me avisó que huyéramos de los dominios de Herodes- entramos en un pueblo muy grande, que yo no conocía. El pueblo estaba de fiesta. Los árboles estaban adornados con guirnaldas y cintas coloradas, las ventanas tenían mantas de vistosos colores, y había flores por doquier. Todos los habitantes del pueblo estaban en las puertas de sus casas convidando los manjares que habían preparado... Era un espectáculo precioso. Los chicos y los grandes estaban “vestidos de domingo” y, sus rostros, estaban iluminados de alegría.
¿Qué había pasado?
Resulta que, los Reyes Magos, habían pasado por allí y avisaron que nosotros teníamos el mismo camino.
Al llegar, todo el pueblo salió a recibirnos. Nos pedían, besos, caricias y bendiciones. A Vos, María, te “robaron al Niño” y lo llevaron de casa en casa: lo acostaban en las cunitas de los bebitos y en las camas de los enfermos. A nosotros, nos convidaron con toda clase de regalos. Y, lo que fue muy lindo también, es que... ¡no nos querían dejar ir! Todos querían que nos quedáramos. Cada uno nos invitaba a pasar una temporada en su casa.
Dios Padre, me hizo comprender luego, quiénes eran los habitante de aquel pueblo. ¿Sabés quiénes eran? Eran todas las familias del mundo que habían vivido unas Santas Navidades y los hombres y mujeres que habían recibido con fruto la Sagrada Eucaristía. Ellos habían pedido a Dios compensar, de alguna manera, la triste actitud de los betlehemitas; ellos querían mostrarnos que no todos los corazones estaban cerrados o eran indiferentes.
Pero, nosotros, teníamos que seguir. Así lo había manifestado el Ángel. Todos quisieron salir a despedirnos.
Y, cuando estábamos partiendo, ocurrió un milagro. Jesús, chiquito, desde tus brazos, quiso agradecerles aquellas manifestaciones de cariño y les dijo:
`-Bienaventurados los que me han recibido en la Hostia Santa, pues estarán eternamente conmigo en el Cielo.
`-Bienaventurados los que viven la Navidad como una oportunidad para preparar su corazón para recibirme; Yo, personalmente, prepararé los festejos para cuando vuelvan a Mí´.
¿Qué lindo sueño, verdad? Dulce y amada esposa, María, ¡vamos a pedirle al Padre que cada vez sea mayor el número de personas que comulguen con fruto y que festejen santamente las Navidades!
Sábado 22 de diciembre del 2001
Yo, Simón
Esa tarde, haciendo mi habitual rato de oración, me enojé filialmente con Dios y le dije:
“-Señor, ¡no puede ser...!; tené piedad de mí. Estoy mal.; me duele el alma y tengo un auténtico nudo en el estómago.
¿Qué vas a hacer conmigo? Ya no doy más. ¿Por qué permitís que pasen estas cosas? ¿Me podés decir qué les ves de buenas? No sólo no me están santificando sino que me van a llevar al infierno.
¡Por favor, Señor, ayudame!
Y fue en ese momento, cuando apareció la Virgen y me tomó de la mano.
Sin decirme nada, me llevó a la oficina.
Al ver a mi jefe, vinieron a mi memoria los disgustos que me estaba provocando; su pésimo carácter, su arbitrariedad y la presión y humillaciones a las que me sometía.
Mientras recorría la mirada por mi despacho, me encontré –de pronto- con un espectáculo impresionante. La Virgen me mostró a Jesús que pasaba con su Cruz. Se notaba que lo habían azotado: estaba ensangrentado, lleno de moretones y coronado de espinas. Junto a Jesús, estaba Simón de Sirene, ayudándolo a llevar el leño.
Luego la Virgen me llevó al hospital donde mi madre estaba luchando contra un cáncer que la estaba devorando.
Yo había estado por la mañana. En ese momento la acompañaba Papá.
La Virgen señaló la puerta. Miré y vi entrar a Jesús con su Cruz. Me volví a impresionar: tenía los pies descalzos; las rodillas y un hombro en carne viva, después de las caídas. Detrás del Señor, continuaba Simón. Quise mirarle el rostro para saber si estaba contento o amargado, llevando la Cruz. No pude.
Camino a casa, la Virgen me mostró que, junto a otras situaciones que me generaban angustia y dolor estaba Jesús acompañado por su Cruz y por Simón. Al llegar a casa, no pude aguantar el peso de mis tristes recuerdos y remordimientos. De mano de la Virgen, lloré mis errores, mis faltas de caridad, mi indiferencia, mis rencores, mis malos ejemplos, mis enojos... Me dolieron, también, la ingratitud de los míos y su frialdad. Me sentí culpable por ellos.
La Virgen volvió a señalarme a Jesús que pasaba -por mi casa- con su Cruz y me mostró los frutos de amor y paz que la Cruz había conseguido. Detrás de Jesús, continuaba Simón.
Impulsado por un agradecimiento que brotaba del corazón, quise agradecer a Simón su ayuda a Jesús y su colaboración en la redención.
Me acerqué. Continuaba con la cabeza baja, mirando el piso.
De cerca confirmé lo que de lejos había percibido: Simón era de mi estatura y de mi contextura física; además, vestía ropa que yo ya conocía. Simón, levantó su cabeza y me miró. Y vi que Simón era yo; que yo era Simón. Y el Señor me dijo: ¡Gracias por ayudarme a llevar la Cruz!
Martes, 8 de enero del 2002
Hoy y ahora
Hoy y ahora, Virgen María,
haz el milagro de mi alegría.
Hoy y ahora, Madre mía,
cúrame, del corazón, la herida.
Hoy y ahora, Madre María,
consigue que nuevamente ría.
Hoy y ahora, Madre de la Vida,
ayúdame a encontrar la salida.
Hoy y ahora, Reina mía,
antes que acabe el día.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hoy y ahora, Sede de la Sabiduría,
dame fe, esperanza, amor y valentía.
¡¡Hoy y ahora Dueña de mi poesía,
que me siento en tremenda agonía!!
Hoy y ahora, Dulce y Cercana Compañía,
aleja o espanta esta triste y fea melancolía.
Hoy y ahora, a la Sinpecadoconcebida,
Le ofrezco éste -mi corazón- y mi vida.Hoy y ahora, Señora mía,
te quiero querer: como mía.
5 de febrero del 2002
Instrumento
Jesús se sirvió de la docilidad de los camareros de Caná para convertir el agua en vino.
Jesús se sirvió de la generosidad del muchacho –dueño de los pocos panes y pescados- para alimentar a cinco mil hombres.
Jesús se sirvió de la humildad de San Pedro para realizar la pesca milagrosa.
Jesús se sirvió, en el templo, de la mísera ofrenda de la viuda, para dar una enseñanza a sus Apóstoles.
Jesús se sirvió de María Magdalena –de quién había expulsado siete demonios- para anunciar su Resurrección.
Jesús se sirvió de aquella mujer de Sicar –que había tenido siete maridos y, el que el tenía en ese momento, tampoco era su marido- para convertir a un pueblo.
Jesús también se puede servir de nosotros, si nosotros se lo permitimos.
Viernes 10 de mayo del 2002
El injerto que no falla
Injertar consiste en unir partes de plantas que estaban separadas obteniendo la fusión permanente de sus tejidos.
En la injertación es muy importante la afinidad de los organismos que se quieran unir. Sin embargo, a veces fracasan los injertos entre especies congéneres y aún entre variedades de la misma especie.
Mientras se consolida la soldadura, las heridas que se hacen al injertar deben ser protegidas de todos los agentes exteriores. Si el injerto no se protege puede fracasar.
Jesús un día predicó la necesidad de estar unido a Él para dar fruto.
Si el sarmiento no permanece en la vid no puede dar uvas. Si el sarmiento se separa de la vid se seca.
Con delicadeza y rápidamente, un jardinero experto podrá reinjertar el sarmiento a la vid con bastantes posibilidades de éxito.
Con la ayuda del Jardinero Divino siempre podemos reinjertanos a Él.
El arrepentimiento es un tipo de injerto que no falla jamás.
Quinto domingo de Pascua del 2003
Si conocieras el amor…
Uno puede llegar a querer mucho a una persona.
Pero…, el día que uno conoce que esa persona lo quiere mucho a uno, ese amor se potencia exponencialmente.
Nosotros podemos llegar a querer mucho a nuestro Dios.
Pero…, el día que consigamos percibir el amor que Dios tiene por nosotros, nuestro amor por Él se acrecentará extraordinariamente.
Dijo la Virgen en Medjugorge: “-El día que conozcan el amor que les tengo, llorarán de alegría”.
Dijo Jesús a la Samaritana, junto al pozo de Sicar: “-Si conocieras el amor de Dios…”
Para mí es definitivo. Mi camino de conversión se hace más fácil cuando consigo darme cuenta lo mucho que Dios me quiere.
Vale la pena esforzarse y pedir la gracia para crecer en este conocimiento.
25 de mayo del 2003