estimonio de Wayne Weible sobre Medjugorje
del libro La Cosecha Final

En La Cosecha Final, Wayne Weible, el cronista más popular del fenómeno, actualiza su historia y proporciona al lector una perspectiva fresca y un interesante sentido de lo que aún está por venir. En las páginas 128-137 recoge en siguiente testimonio.

Durante los pasados quince meses, he dado muchas pláticas sobre las apariciones de la Santísima Virgen de Medjugorje y sobre mi conversión personal como resultado de las mismas. Pero aquí en Medjugorje, soy tan solo un peregrino más como cualquiera de ustedes. Nunca en lo más recóndito de mi mente hubiera podido imaginar que hoy estaría yo aquí hablándoles a ustedes, compañeros peregrinos.

Pertenezco a la fe luterana. Un domingo en Octubre de 1.985, en nuestra clase dominical, hablamos acerca de los milagros en la época moderna. Al término de la sesión, alguien menciono lo que estaba ocurriendo en Medjugorje. Como periodista, mi interés se volcó inmediatamente hacia lo que podría constituir un buen artículo para mis periódicos. Hasta ahí llegaba mi interés en Medjugorje –simplemente para escribir un artículo al respecto.

Después de la clase le pregunté a la señora que nos habló de Medjugorje si disponía de más información sobre las apariciones. Ella me dijo que una amiga suya católica fue quien primero le habló sobre el Medjugorje y que tenía también un pequeño libro y una cinta de vídeo reciente, que de hecho mostraba a los jóvenes videntes en el momento de la aparición. En realidad yo no sabía nada de las apariciones anteriores, como las que ocurrieron en Fátima o Lourdes. Y tampoco sabía nada sobre la Iglesia Católica ni sobre la Santísima Virgen María. Lo único que sabía de Ella es lo que aparece en la Biblia, en el Evangelio de Lucas.

Primero leí el libro sobre las apariciones y quedé impresionado por lo que estaba sucediendo aquí. No podía entender por qué no había yo oído hablar sobre esto mucho antes. Con todo, la lectura no me conmovió espiritualmente. Varias noches después, mi esposa Terri y yo vimos el vídeo. Tan pronto como éste comenzó, supe en mi corazón que las apariciones de Medjugorje eran reales.

Los periodistas no nos guiamos por “sentimientos”. Tenemos que contar con hechos sólidos, fríos sobre algún tema y entonces reportarlos tan objetivamente como sea posible. De pronto, mientras miraba el vídeo desapareció toda objetividad dando paso simplemente a la certeza interior de que se trataba de algo real. Para mí sigue siendo difícil explicar que a la mitad del vídeo, de pronto sentí un mensaje dentro de mi corazón. El mensaje era de la Virgen María y Ella me decía: Tú eres mi hijo y Yo te pido que hagas la voluntad de mi Hijo Jesús.

Ella me pidió que escribiera sobre las apariciones de Medjugorje y, que si decía “sí”, la difusión de los mensajes se convertiría en la misión de mi vida. Quedé tan sorprendido que miré a mí alrededor para ver de dónde provenía la voz. No había duda de que la Santísima Virgen me estaba hablando, pero mi fragilidad humana y mi entrenamiento personal seguían diciéndome que eso era imposible.

Volteé a mirar a Terri; ella ni siquiera se Había movido. Cuando terminó el vídeo, traté de contarle lo que me había sucedido. Ella se me quedó mirando por largo rato y luego me dijo que probablemente yo estaba impresionado con lo que había visto. Terri se fue a la cama después de que platicamos un poco y entonces yo volví a ver el vídeo. Cuando éste terminó, caí de rodillas y, por primera vez en mi vida, me puse verdaderamente a orar desde el fondo de mi alma.

Me pregunté una y otra vez, ¿por qué yo? ¿Y por qué habría Ella de hablarle a un protestante? Yo sabía que era indigno. Y esto, no por modestia; más bien, por lo que mi vida había sido hasta entonces. Yo había estado a la caza del “sueño americano”, haciendo montones de dinero, obteniendo prestigio y disfrutando de los frutos de mi trabajo. Éste era el centro de mi vida. Aunque era activo en mi iglesia luterana, sirviendo en el consejo parroquial e impartiendo una clase en la escuela dominical, la verdad era que no tenía una verdadera espiritualidad. Nunca había intentado responder al llamado de Dios. Mis oraciones se limitaban a lo que rezábamos cuando asistía a la iglesia. Ahora estaba orando como nunca antes, de rodillas y en el suelo de la sala de mi casa.

A la mañana siguiente, el mensaje siguió en mi corazón. Me fui a la oficina e intenté escribir sobre todo aquello por lo que había pasado en las últimas 24 horas, pero nada pareció salir bien. Recibí otro mensaje en ese momento, un amoroso reproche de que primero debía orar y estudiar más. Así pues, durante las cinco semanas siguientes, leí sobre Lourdes y Fátima y sobre otras apariciones anteriores.

Entonces comencé a escribir y las palabras fluyeron de mi corazón. Con todo, traté de ser objetivo. Una columna jamás podría contar la historia completa, así que decidí hacer una serie de cuatro partes, que se publicó en Diciembre de 1.985. La reacción del público fue muy positiva, a pesar de que nuestra región es predominantemente protestante. Católicos, protestantes, todos reaccionaron positivamente. Era evidente que había una gran hambre espiritual y también curiosidad por todo lo que estaba pasando. La gente inmediatamente comenzó a escribir y a telefonear, pidiendo ejemplares adicionales de los artículos.

En Mayo de 1.986 hice mi primer viaje a Medjugorje. No vine buscando una prueba de las apariciones, sino más bien para sumergirme en la espiritualidad, en este amor de Dios que tanto prevalece aquí. Parecía como si dondequiera que yo volteara, recibiera una nueva descarga espiritual. La gente, los sacerdotes, todos ellos fueron parte de esto. No comí ni dormí mucho. Quería disfrutar despierto cada instante.

Nunca olvidaré el día en que tuve que regresar a casa. Vine aquí, a la Iglesia de Santiago Apóstol, a las seis de la mañana y me arrodille en la banca de la primera fila, pidiéndole a Dios que me diera la fortaleza para ser capaz de llevarme todo esto a casa y hacer algo con ello. La verdad era que yo no quería irme. Después de la Misa, me fui a la parte de atrás de la Iglesia y me puse a llorar como un niño.

Sólo ahora he comenzado a entenderlo. Cuando venimos aquí, tenemos que volvernos como niños. Tenemos que abrir nuestro corazón y nuestra alma y ser los hijos, los niños de María. Tenemos que entregarle todo a Jesús. Siento que yo comencé a hacerlo justamente esa última mañana de mi primera peregrinación. Cuando Terri me recogió en el aeropuerto, al regreso de mi viaje, estaba tan lleno de emociones que ni siquiera pude hablar. Lo único que hice fue llorar. Nos fuimos a casa y nos quedamos sentados en el sillón de la sala sin hablar durante varias horas. Finalmente, empecé a contarle mi experiencia.

A la mañana siguiente, era Domingo, fuimos a nuestra iglesia luterana y todos me preguntaron sobre Medjugorje. Yo simplemente los miraba con los ojos arrasados en lágrimas. Lo único que quería era volver a casa. Me tomaría varios días ajustarme a “estar atado a la tierra” nuevamente, porque el viaje a Medjugorje había sido tocar el cielo y yo quería guardar ese sentimiento para siempre.

Sabía que me había sido encomendada una misión, pero no tenía idea realmente de su profundidad. En Septiembre de 1.9986, por fin convencí a Terri de que también ella necesitaba hacer una peregrinación. Y es que yo sabía, que ambos estaríamos involucrados en la difusión de este mensaje. Tenemos dos hijos pequeños y Terri no quería dejarlos para venir a Medjugorje. Decía que ella creía y que no necesitaba venir. Pero yo le dije que sí, que lo necesitaba, porque sabía que en su corazón nuestros hijos venían primero, incluso antes que Dios. Ella tenía que venir y descubrir cuál debía ser su primera prioridad.

Incluso cuando la llevé al aeropuerto, ella intentó escaparse de venir. Pero cuando regresó a casa, tranquilamente me dijo que mientras estuvo en Medjugorje, se “olvidó” temporalmente de sus hijos, que no pensó en ellos mucho y tampoco en la casa. Fue una peregrinación muy importante, porque sin su apoyo y su convicción sería muy poco lo que yo hubiera podido hacer para realizar lo que la Virgen me pedía. Nos dimos cuenta de que ésta era una misión para toda la familia.

Quienes venimos a Medjugorje hoy en día, lo encontramos diferente a lo que fue al principio, o a lo que hemos leído. Ahora está más comercializado y es un poco difícil encontrar realmente tranquilidad. Esto era inevitable. Es un pequeño milagro que las cosas no sean peores. La santidad y la espiritualidad están aquí, si la buscamos. Yo soy tan solo un hombre al que se le ha encomen-dado hacer algo por Dios. Al principio luché contra ello. Ahora, ya no. Simplemente escucho y trato de hacer lo que Jesús nos manda hacer a través de Su Madre.

A veces es necesario sencillamente buscar un lugar tranquilo, quedarse ahí y no decir nada en realidad. Tan solo ponerse en la presencia de Dios y dejarlo hablar a Él. Esto es lo que hemos de llevarnos de Medjugorje. No el fenómeno mismo; ni el milagro del sol que gira, ni otras maravillas, ni entrar en el cuarto de las apariciones.

El cuarto de la rectoría donde van los videntes cada tarde a la hora de la aparición es muy modesto, muy ordinario. Es simplemente como Medjugorje. De hecho, sirve como dormitorio y oficina para uno de los sacerdotes. Pero a la hora de la aparición vespertina, es uno de los lugares más santos del mundo. Es un lugar donde Dios derrama Su amor. Eso es lo que nosotros tenemos que hacer con nuestra experiencia de Medjugorje, colocarla bajo un capelo de amor y preservarla como algo sagrado. Lo que ocurre en esta iglesia y lo que ocurre en nuestros corazones, ése es el propósito real de las apariciones de Medjugorje.

Miren a los lugareños y a sus compañeros peregrinos. Mírenlos a los ojos y entenderán de qué se trata realmente el mensaje. Es de puro amor. Es sobre ser capaces de compartir y darse uno mismo, sin importar las consecuencias. Estos aldeanos viven bajo un régimen comunista, que los reprime a causa de su fe. Esta gente sencilla, arduamente trabajadora, renuncia a tantas cosas para vivir su fe. Comparemos esto con nuestras vidas, con nuestras iglesias, donde somos libres para vivir y para expresar nuestra fe. Nosotros, en comparación damos tan poco a cambio.

No poder recibir la Comunión en la Misa me hace morir un poco cada vez, porque deseo tanto recibir a Jesús en la Eucaristía. Es por esta razón que quiero convertirme algún día al Catolicismo. Yo veo que muchos católicos reciben la Eucaristía como si no significara gran cosa para ellos. Y quisiera decirles: “ ¿Entiendes que el milagro que ocurre en este lugar, cuando el pan y el vino se convierten en el cuerpo en le Cuerpo y en la Sangre mismos de Jesucristo, es un milagro mucho más grande que las apariciones que suceden aquí en Medjugorje?”.

Yo podría seguir siendo luterano y vivir este mensaje, y estar cerca de Jesús y de María. Cuando me invitan a dar charlas, no solo asisten católicos; también muchos protestantes, musulmanes, judíos y otros. Ellos escuchan, porque Medjugorje es un milagro santo dirigido no sólo a las personas de una sola fe, sino a todos los seres humanos.

La Santísima Virgen María lo dijo así en uno de sus mensajes, cuando le preguntaron sobre las diferentes denominaciones religiosas: Dios es el mismo y único para todos los hombres. En Dios no existen divisiones. Son ustedes los hombres los que han creado las divisiones y las diferentes religiones…….

La Virgen siguió diciendo que Jesús mira en nuestros corazones buscando amor. Una vez, cuando los creyentes le hicieron preguntas sobre las diversas religiones, María les dijo que había una mujer que era vecina de una de las videntes (Mirjana, en su casa de Sarajevo), quien era un gran ejemplo de santidad. Los videntes miraron a la Virgen sorprendidos y le preguntaron cómo podía ser posible, si esta mujer es musulmana. María les respondió que sólo a Dios correspondía decidirlo, no a nosotros; que primero debemos ocuparnos espiritualmente de nosotros mismos. No nos toca a nosotros juzgar a otros por sus creencias. Lo que nos corresponde es cambiar a nuestras familias, a nuestras comunidades, a nuestro país entero a través de la oración, a través de vivir este mensaje de amor y de paz.

¡Cuántas veces se ha aparecido Ella aquí, pidiéndonos que busquemos la paz y que y que oremos, ayunemos y hagamos penitencia!. El poder pleno de la oración sigue siendo desconocido para muchos. El Rosario, esa pequeña cadena de cuentas que muchos protestantes desconocen, es lo que la Virgen nos pide rezar. Rezarlo diariamente y con nuestra familia. ¡Es una oración poderosa! Ella lo dijo así en sus apariciones en Fátima y en Lourdes, y lo ha repetido aquí en Medjugorje. Es una oración centrada en los misterios más importantes, en la vida y en las referencias bíblicas de Jesús. Y no está dirigido solamente a los católicos.

Hace varios meses, di una plática en Nueva Orleáns y en el último lugar de la gira hablaría en una pequeña iglesia luterana. A lo largo de toda la semana, la gente que me llevó allá me estuvo insistiendo en que no esperara mucho de esa plática. La iglesia era un templo nuevo que podía alojar únicamente a doscientas personas. Y sobre todo me pidieron, ¡qué no mencionara el Rosario! No querían incomodar a nuestros hermanos y hermanas protestantes.

Esa noche nos fuimos en auto a la pequeña iglesia luterana y cuando llegamos, el estacionamiento estaba repleto de coches. Yo pensé, bueno, al menos tendremos lo que parece una multitud. Cuándo entramos, ¡había casi cuatrocientas personas abarrotando la iglesia!.

Francamente, yo nunca sé lo que voy a decir cuando hablo, porque no preparo ni uso notas. Simplemente oro al Espíritu Santo y digo lo que sale de mi interior. Casi a la mitad de mi charla, algo maravillosa sucedió. De pronto levanté en alto el rosario y les dije: “¡Tengo que hablarles del Rosario!!”

Había entre los asistentes una joven católica que trajo aproximadamente un ciento de rosarios a la charla, con la esperanza de poder dárselos a los luteranos. Ella me pidió que lo mencionara, así que comencé a hablar del Rosario y les dije que esta mujer había traído rosarios para todos los que quisieran uno. ¡Dos minutos después de mi charla, los rosarios habían desaparecido!

Las divisiones que ponemos entre nosotros, entre los católicos y los no católicos, entre los musulmanes y los judíos, son divisiones que nosotros mismos hemos creado. Y la verdad, no las necesitamos para nada. Lo único que necesitamos es el amor y el esfuerzo por medio de la fe en Dios para entendernos y escucharnos mutuamente. ¡Cuánto lograríamos si tan solo hiciéramos esto!

Aún aquí, en Medjugorge, se ven divisiones entre la gente. Vemos discusiones, empujones y discordias entre los peregrinos. Es difícil entender que la gente venga aquí buscando santidad y con todo, a veces parece que estamos en el sótano de una tienda de remates. La Virgen nos recuerda insistentemente que preservemos la paz a través del perdón y de la reconciliación, y que la busquemos aquí por medio de la oración.

Los aldeanos están extenuados con todo lo que se ha desarrollado aquí. Seis años de tener constantemente huéspedes en sus casas, la iglesia repleta todo el tiempo sin asientos disponibles para ellos. Gente atravesando y pisando sus campos y la aldea entera. Nosotros hamos venido a trastornar sus vidas; con todo, durante seis años, ellos han estado orando por nosotros. Ahora yo les pido a ustedes que nosotros oremos por ellos. Y es que dondequiera que va María, Satanás va también; y él está muy ocupado aquí. La juventud de la aldea es tentada con el número creciente de bares y discotecas. Incluso se oye música de rock & roll e la colina donde María se apareció por primera vez. El comercialismo se ha desatado. ¿Cómo encontrar la paz en medio de todo esto desarrollándose en paralelo con la búsqueda de la santidad?

Necesitamos orar por estas personas, orar para que alcancen la gracia de ser tolerantes y que la tentación de la codicia y el materialismo sea abatida. Éste es un lugar sagrado y yo diría que y una mayoría de los aldeanos son exactamente lo que ustedes han leído o visto en los vídeos sobre Medjugorje. Pero ellos sufren las tentaciones del mundo del mismo modo que nosotros, incluso teniendo la aparición diaria.

Hay una colección de volúmenes llamada El poema del hombre Dios, que acaba de ser traducido al inglés del italiano original, escrito por una mística italiana, María Valtorta. Hay una historia en el volumen I que yo creo que describe por qué la Santísima Virgen ha sido elegida para traernos estos mensajes.

Comienza con Jesús en una pequeña aldea, disponiéndose a hablar. Hay tal multitud de personas que le piden que suba a un balcón lateral en la casa donde está, para hablarle desde ahí a la gente. María lo acompaña, tal como lo acompañó durante gran parte de Su ministerio. Ella se reúne con Él en el balcón, sentándose en uno de los escalones cerca de donde Jesús está parado.

Después de hablar, Jesús comienza a realizar curaciones como siempre hacia. De pronto, una joven madre sale de entre la multitud, suplicándole en voz alta. Trae en brazos a su hijo de diez años quien está paralizado y le grita: “!Jesús, Jesús, por favor sana a mi hijo! ¡Él se cayó desde ese mismo balcón donde Tú estás hoy!

Los ancianos y los fariseos de la aldea miran a Jesús para ver qué es lo que va hacer. Jesús le pide a la mujer que suba a su hijo por las escaleras hasta el balcón. Al comenzar a subir, se tropieza por la emoción y María inmediatamente acude a ella diciéndole: “ven, dámelo. También yo soy madre entiendo”.

María lleva al pequeño con Jesús quien le impone las manos y le dice: “¡Sé felíz!”

El pequeño se desprende de los brazos de María, comienza a llorar y corre al lado de su madre. A la multitud le toma unos instantes percatarse de que el chiquillo ha sido curado. Los ancianos y fariseos se vuelven entonces a Jesús y le dicen: “Siempre que sanaste a alguien en el pasado, le dijiste: “vete y no peques más” o “tus pecados han sido perdonados”. Pero con este niño no lo hiciste así. ¿Por qué?”

Jesús mira a sus inquisidores, sonríe y dice: “El pequeño estaba en brazos de mi madre. Eso era lo único que necesitaba”

María es el más grande ejemplo humano de amor espiritual. Ella es la Madre espiritual de todos los hijos de Dios. María ha tenido sus brazos alrededor mío desde la primera vez que comencé tímidamente a intentar responder a mi propio llamado. Ella pone sus brazos alrededor de cada uno de nosotros y nos trae aquí para darnos este don precioso del amor de Dios.

Éste es el propósito y el mensaje de Medjugorje.

 

Ordenación con San Juan Pablo II 1990

Con San Josemaría 16 de junio de 1974

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