EL
MÁS ALLÁ
98.-EL QUE PECA
MORTALMENTE Y MUERE SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES SE VA AL
INFIERNO.
98,1. «Vive
siempre como quien ha de morir», pues es certísimo que, antes o después, todos
moriremos.
En la puerta
de entrada al cementerio de El Puerto de Santa María se lee: Hodie mihi, cras tibi que
significa: «Hoy me ha tocado a mí, mañana te tocará a ti». Esto es evidente.
Aunque no
sabemos cómo, ni cuándo, ni dónde; pero quien se equivoca en este trance no
podrá rectificar en toda la eternidad.
Por eso
tiene tanta importancia el morir en gracia de Dios.
Y como la
vida, así será la muerte: vida mala, muerte mala; vida buena, muerte buena.
Aunque a
veces se dan conversiones a última hora, éstas son pocas; y no siempre ofrecen
garantías.
Lo normal es
que cada cual muera conforme ha
vivido.
Aunque es
posible que a última hora Dios ilumine al alma de un modo especial en orden a su
salvación eterna, quien se apoyara en esta esperanza «para seguir quebrantando
tranquilamente los mandamientos de Dios cometería una temeridad indecible y se
expondría, casi con toda seguridad, a la condenación eterna»[1] .
Es
impresionante la muerte de Voltaire (Francisco Mª Arouet).
Murió la
noche del 30 al 31 de mayo de
Fue un
hombre impío y blasfemo.
«Vinculado a
la masonería, tenía por lema: “Destruid a la Infame”, es decir, a
Pero se fue
a la tumba sin conseguirlo.
En la hora
de la muerte pidió un sacerdote, pero sus amigos se lo impidieron.
Murió con
horribles manifestaciones de desesperación, bebiéndose sus propios excrementos,
como cuenta la marquesa de Villete,
en cuya casa murió[3] .
Es frecuente
que ateos y anticlericales pidan un sacerdote en la hora de la
muerte.
Azaña,
que siendo Presidente de
François
Mitterrant, Presidente de Francia, encarnizado
anticlerical, agnóstico puro y duro, quiso morir con los sacramentos de la
Iglesia[5].
También
Picaso, que vivió tantos años
apartado de la Iglesia, quiso morir en el seno de
«Con la
muerte termina para el hombre el estado de viajero, y se llega al término que
permanecerá inmutable por toda la eternidad.
»Más allá de
la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que el hombre mereció al
morir.
»Después de
la muerte nadie puede merecer o desmerecer.
»Ha
terminado para el alma el estado de vía y ha entrado para siempre en el estado
de término»[7] .
Hay personas
que se acomodan en esta vida como si ésta fuera para siempre y definitiva.
Esto es una
equivocación.
Debemos
vivir en esta vida orientados a la otra, a la eterna, que es realmente la
definitiva.
Por lo tanto
debemos aprovechar esta vida lo más posible para hacer el
bien.
En la muerte
se separa el alma del cuerpo[8].
El cuerpo va
a la sepultura y allí se convierte en polvo.
El alma, en
cambio, constitutivo esencial de la persona, sigue
viviendo.
En el mismo
instante de
A la muerte
sigue inmediatamente el juicio particular[10] .
Dice la
Biblia: «Está establecido que los hombres
mueran una sola vez, y después haya un juicio»[11].
«El Nuevo
Testamento habla de la retribución inmediata después de la muerte de cada
uno»[12] .
Es dogma de fe[13] que
inmediatamente después de la muerte los que mueren en pecado mortal actual se
van al infierno; y al cielo -después de sufrir la purificación, los que la
necesiten- las almas de todos los santos[14]. «Cada cual dará a Dios cuenta de sí
»[15] ;
«Dios dará a cada uno según sus
obras»[16] . Dice
San Pablo: «Todos hemos de comparecer ante el tribunal de
Cristo para recibir el pago de lo que hicimos en la vida
presente»[17] .
Si hemos
muerto en paz con Dios, sin pecado mortal, el alma es destinada a ser
eternamente feliz en el cielo; pero si hemos muerto en pecado mortal, es
destinada a ser eternamente desgraciada en el
infierno.
Dice
San Juan: «Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida;
y los que hayan hecho el mal, para la condenación »[18] .
La
retribución inmediata después de la muerte se deduce de las palabras de Cristo al buen ladrón[19] : «Hoy estarás conmigo en el
paraíso»[20] .
«De la misma
manera que el cielo comienza ya para las almas justas (si no tienen nada de qué
purificarse previamente) inmediatamente después de la muerte, también el
infierno empieza para el alma del impío al morir»[21] .
El hombre
materialista es vencido por la muerte.
Sólo Dios
nos da la vida eterna.
La fe y la
fidelidad a Dios es el supremo modo de vivir en esta vida, y de esperar con
ilusión la eternidad.
99.- EL INFIERNO ES EL TORMENTO ETERNO DE LOS
QUE MUEREN SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS
MORTALES.
99,1. El
infierno es el conjunto de todos los
males sin mezcla de bien alguno.
La
existencia del infierno eterno es dogma de fe. Está definido en el Concilio lV
de Letrán[22] .
«Siguiendo
las enseñanzas de Cristo, la
Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte
eterna, llamada también infierno»[23] .
«Dios quiere que todos los hombres se
salven»[24].
Pero el
hombre puede decir «no» al plan
El pecado es
obra del hombre, y el infierno es fruto del pecado.
El infierno
es la consecuencia de que un pecador ha muerto sin pedir perdón de sus
pecados[25] .
Lo mismo que
el suspenso de una asignatura es la consecuencia de que el estudiante no sabe.
Jesucristo
habla en el Evangelio quince veces
del infierno, y catorce veces dice que en el infierno hay fuego[26] .
Y en el
Nuevo Testamento se dice veintitrés veces que hay fuego.
Aunque este
fuego es de características distintas del de la Tierra, pues atormenta los
espíritus[27] ,
Jesucristo no ha encontrado otra
palabra que exprese mejor ese tormento del infierno, y por eso la repite.
En el
infierno hay otro tormento que «es el más terrible de todas las penas del
infierno»[29] .
Según
San Juan Crisóstomo, es mil veces
peor que el fuego[30] .
San
Agustín dice que no conocemos un tormento
que se le pueda comparar[31]
Los teólogos
lo llaman «pena de daño».
Es una
angustia terrible, una especie de desesperación suprema que tortura al
condenado, al ver que por su culpa perdió el cielo, no gozará de Dios y se ha
condenado para siempre.
Ahora, como
no entendemos bien ni el cielo ni el infierno, no comprendemos esta pena, pero
entonces veremos todo su horror[32] .
La Biblia
pone en boca del condenado un grito terrible: «Me he equivocado»[33] .
Como el que
va volando sobre el Atlántico en un «Jumbo» 747, y al ver en la pantalla la ruta
del viaje, se da cuenta de que se ha equivocado de avión, pues su deseo es ir a
Australia.
Y en el
viaje a la eternidad no es posible rectificar: no hay
retorno.
No hay que
confundir el infierno con los «infiernos» a los que fue Cristo después de morir.
Rezamos en
el credo de los Apóstoles: «Descendió a los infiernos».
Aquí los
«infiernos» se refiere al lugar de los muertos, como se dice en el Canon IV de
Allí
fue Cristo a anunciarles la
Redención.
A la morada
de los muertos también la llamamos «el limbo de los justos»[34] .
Si un
condenado, después de haber probado el infierno, pudiera volver a la Tierra para
hacer méritos y así librarse del infierno, ¿qué haría? ¿Cómo atesoraría méritos?
Pues
nosotros podemos todavía hacerlo, sin haber probado el infierno.
Los Testigos de
Jehová niegan la existencia del infierno
basados en que Cristo, a veces,
empleó la palabra sheol que
significa tumba.
Pero la
palabra sheol significa infierno
en el sentido teológico, pues si las almas de los justos son librados por Dios
del sheol, éste no podemos
considerarlo como domicilio común de todos los muertos[35].
«Al ser
libradas del sheol las almas de
los justos, y llevadas con Dios, el sheol que antes abarcaba a todos los
muertos, se convierte en destino para sólo los impíos, es decir, se convierte en
infierno»[36] . «“Sheol” es la morada de los
malvados»[37] después de
la muerte.
Pero la
doctrina católica sobre la existencia del infierno no se basa en palabras
metafóricas que Cristo pudo
emplear en alguna ocasión, sino en la doctrina que desarrolló repetidas veces en
sus enseñanzas, tal como se contiene en el
Evangelio.
Como dice
acertadamente Arístides R.
Vilanova: «el infierno está lleno de personas que no creían en
él»[38] .
99,2. «El
infierno es la negación del amor y el fracaso de nuestra
libertad»[39].
El infierno
es la condenación eterna.
Es el
fracaso definitivo del hombre.
«Aquel que,
con plena conciencia de lo que hace, rechaza la palabra de Cristo y la salvación que le ofrece; o
quien , luego de aceptarla, se comporta obstinadamente en contra de su ley; o
aquel que vive en oposición con su conciencia: éstos tales no llegarán a su
destino de bienaventuranza y quedarán, por desgracia suya, alejados de
Puede ser
interesante mi vídeo El infierno:
fracaso definitivo[41] .
A algunos,
que no han estudiado a fondo la Religión, les parece que siendo Dios
misericordioso no va a mandarnos a un castigo
eterno.
Sin embargo,
que el infierno es eterno es dogma de fe[42] .
Pero hemos
de tener en cuenta que Dios no nos manda al infierno[43] ; somos
nosotros los que libremente lo elegimos.
Él ve con
pena que nosotros le rechazamos a Él por el pecado; pero nos ha hecho libres y
no quiere privarnos de la libertad que es consecuencia de la inteligencia que
nos ha dado.
Por el
pecado he renunciado a Dios y he elegido a Satanás. Dice San Juan que el que peca se hace hijo del
diablo[44]. Dios lo
acepta con pena, pero me respeta. Como los padres apenados por el hijo que se ha
ido de casa.
Jesucristo nos enseñó
clarísimamente la gran misericordia de Dios.
Pero también
nos dice que el infierno es eterno.
Cristo afirmó la
existencia de una pena eterna: «... DONDE EL
GUSANO NO MUERE Y EL FUEGO NO SE APAGA»[45] .
«Dirá a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos,
al fuego eterno preparado para el diablo »[46]. Y después
añade que los malos «irán al suplicio eterno
y los justos a la vida eterna»[47].
«Es preciso
subrayar que la verdad más veces enunciada en el mensaje moral del Nuevo
Testamento es la existencia de un “castigo eterno” para quienes no obran
correctamente. (...) Negar que la conducta humana merece “premio” o “castigo” no
sólo se opone a la fe, sino que es carecer de un mínimo de rigor intelectual en
la lectura e interpretación del Nuevo Testamento»[48] .
El infierno
eterno es una pena tremenda. Pero hay que caer en la cuenta que es para ofensas
graves y deliberadas (no con atenuantes) al SER SUPREMO =
DIOS.
Es dogma de fe que existe un infierno eterno
para los pecadores que mueran sin arrepentirse. Aunque Dios es misericordioso,
también es justo.
Dice
Y su
misericordia no puede oponerse a su justicia.
Aunque la
justicia de Dios no es inexorable, sino que está dulcificada por su
misericordia, y siempre inclinada a tener en cuenta todos los
atenuantes[50] .
Como Dios es
misericordioso, perdona siempre al que se arrepiente de su pecado; pero como es
justo, no puede perdonar al que no se arrepiente. «Dios no nos perdona si no
estamos arrepentidos».[51]
La justicia
exige reparación del orden violado.
Por lo
tanto, el que libre y voluntariamente pecó y muere sin arrepentirse de su
pecado, merece un castigo.
Y este
castigo ha de durar mientras no se repare la falta por el arrepentimiento; pues
las faltas morales no se pueden reparar sin arrepentimiento[52] .
Sería una
monstruosidad perdonar al que no quiere arrepentirse.
Dice
Santo Tomás que Dios no puede
perdonar al pecador sin que éste se arrepienta previamente[53] .
El mismo
Jesucristo pone el arrepentimiento
como condición previa al perdón[54] .
Ahora bien,
como la muerte pone fin a la vida, el arrepentimiento se hace ya
imposible[55] ,
porque después de la muerte ya no habrá posibilidad de
arrepentirse[56].
Después de
la muerte no se puede rectificar. La muerte fija irrevocablemente a las
almas[57] .
Después de
la muerte no se puede merecer nada: con la muerte se acaba el tiempo de
merecer[58].
«La muerte
aparece como punto final del estado durante el cual el hombre puede hacer
opciones en las que se abra o cierre a Dios»[59] .
La falta del
pecador que murió sin arrepentirse queda irreparada para siempre, luego para siempre ha de durar también el
castigo[60].
En el
infierno no es posible el arrepentimiento, lo mismo que en el cielo no es
posible pecar[61] . Los
bienaventurados del cielo se sienten tan atraídos por el amor de Dios, que el
atractivo del pecado les deja indiferentes[62] .
«El hombre
que disfruta de la visión del Creador, ya no puede dejarse arrastrar por un bien
creado»[63] .
Dios es
infinitamente justo y no puede quedar indiferente ante las maldades que se hacen
en este mundo.
¿Cómo van a
estar lo mismo en la otra vida, el asesino, el ladrón, el egoísta y el vicioso,
que el honrado y caritativo con todo el mundo?
Evidentemente tiene que haber un
castigo para tanta injusticia, tanto crimen y tanta maldad como queda en este
mundo sin castigo.
El temor al
infierno no es el mejor motivo
para servir a Dios.
Es mucho
mejor servirle por amor, como
Pero somos
tan miserables que a veces no nos bastará el amor de Dios, y conviene que
tengamos en cuenta el castigo eterno, porque es una realidad. Cristo nos lo avisa para que nos libremos
de él.
Se oye decir
de labios irresponsables: «Hoy a la juventud no le interesa la religión del
miedo o de las seguridades».
Depende:
tener miedo a cosas irreales es de idiotas; pero cerrar los ojos a los peligros
reales es de imbéciles.
Lo mismo:
buscar seguridades ficticias es de idiotas; pero despreciar seguridades reales y
preferir inseguridades, es de imbéciles.
«La doctrina
sobre el infierno podríamos sintetizarla así:
a) El Nuevo
Testamento afirma que el destino de los justos y el destino de los impíos, en el
estado escatológico, son diversos.
b) El
elemento más característico del estado escatológico de los justos es “estar con
Cristo”. De modo paralelo, la nota
más esencial del estado escatológico que corresponde al impío es el rechazo del
Señor.
c) La
situación de condenación se describe como un estado de
sufrimiento.
d) Se
insiste en la eternidad del sufrimiento del condenado»[64] .
El concepto
de eternidad se opone al concepto de tiempo, que supone un antes y un después.
La eternidad
supone una duración ilimitada, una permanencia interminable[65] .
Una imagen
que puede ayudar a entender la eternidad es un reloj pintado a las nueve en
punto. Por mucho que esperemos, nunca señalará las nueve y
cinco.
La idea de
que al final todos se salvan por aquello de San Pablo «Dios quiere que todos los hombres se
salven»[66] ,
requiere
explicación.
Hay que
distinguir entre el deseo de Dios y su decisión absoluta. El verbo utilizado
aquí por San Pablo no implica
eficacia absoluta, sino una voluntad que respeta la libertad de los
hombres[67] .
99,3.
Debemos pedir a Dios muy a menudo
que nos proteja en las necesidades de
Debemos
tener confianza de que todo lo que Dios hace o permite es en bien nuestro. Todo por amor a nosotros,
aunque algunas veces con nuestro pequeño entendimiento no comprendamos los
planes de Dios.
«
Dios está
siempre presente en nuestras vidas. Nos ayuda y protege continuamente.
Pero muchas
personas sólo se acuerdan de Él cuando lo necesitan. Lo mismo pasa con el aire,
que sólo nos acordamos de él cuando nos falta para
respirar.
Sabemos que
Dios es bueno y cuida de nosotros; aunque a
veces no entendamos su Providencia.
Fiémonos de
Él que está arriba y ve más. El que está en la cumbre señala mejor el camino de
la subida que el que está abajo, que no ve que el camino que él cree mejor está
cortado por un precipicio tras una peñas.
El buen
padre de familia quita a su hijo de «botones» para que aprenda un oficio.
De momento
deja de ganar unas pesetas; pero de «botones» sólo aprende a llevar cartas y a
cerrar puertas, y cuando, por la edad, tenga que dejar el oficio, será un hombre
inútil.
Aprender un
oficio es a la larga mucho mejor.
Dios nos
guía como un padre de familia a sus hijos.
Debemos
aceptar de buena gana
San
El infierno
existe, no porque lo quiera Dios, que no lo quiere; sino porque el hombre libre
puede optar contra Dios.
No es
necesario que sea una acción explícita. Se puede negar a Dios implícitamente,
con las obras de la vida.
Si negamos
la posibilidad del hombre para pecar, suprimimos la libertad del hombre.
Si el hombre
no
El gran
misterio del infierno es que aunque Dios desea la salvación de todos los
hombres, nosotros somos capaces de condenarnos.
Dios nos ha
creado libres y quiere que nos comportemos como
tales.
Negar la
posibilidad de condenarnos es negar la libertad del hombre. Es anular al hombre.
«Sin esta
posibilidad, el hombre ni siquiera sería verdaderamente hombre»[70] .
Afirmar que
existe el infierno es tomar en serio la libertad del hombre.
Dios ofrece
la salvación, no la impone.
El infierno
es el respeto de Dios por tu última voluntad.
Si tú
libremente elegiste el pecado, mientras no te retractes, Dios te respeta.
Y como con
la muerte se acaba tu libertad, no cambiarás
eternamente.
No recuerdo
dónde leí este pensamiento: «Nuestro por enemigo somos nosotros mismos, porque
los otros lo más que pueden hacernos es quitarnos la vida terrena; sólo nosotros
mismos podemos condenarnos al infierno eterno».
El hombre
99,4. Se
presenta el problema del mal.
El mal es un
misterio que supera el entendimiento humano. Nos debe bastar el saber que Dios
saca bienes de los males[72] .
Por ejemplo,
para que el pecador reconozca su falta y se arrepienta; para que el justo expíe
sus faltas en este mundo, gane así mayor gloria en el cielo, y dé buen ejemplo
al prójimo con su paciencia; para que los hombres vivan más despegados de las
cosas de la Tierra, porque esta vida es tiempo de prueba y no de premio,
etc.
A veces, es
difícil consolar a unos padres que han perdido a su niño angelical. Pero no
podemos olvidar que Dios es padre amorosísimo, y no permite nada que no sea en
bien nuestro.
Dios conoce
el futuro, y sabe si esa criatura angelical va a perseverar así o se va a torcer
con gran daño para sí y para sus padres.
Puede ser
que la muerte angelical de ahora sería muy diferente el día de mañana. Confiemos
en que los planes de Dios son siempre para nuestro mayor
bien.
Puede ser
que en un caso concreto, no alcancemos a ver el bien que Dios saca de ese mal.
Pero ya nos
dice San Pablo que «para los que aman a Dios, todo coopera en
su bien»[73] .
«Dios en su
infinita Sabiduría subordina un bien inferior a un bien superior, el bien
material al espiritual, el físico al moral, el profano al religioso, el terreno
al celestial; porque no estamos hechos para la tierra sino para el cielo, no
para el tiempo sino para la eternidad»[74] .
Sin negar el problema del mal, vamos
a dar algunas ideas
aclaratorias.
Mal es la
carencia de un bien debido.
Para la
piedra no es un mal el no poder ver, pero sí lo sería para mí.
En cambio
para mí no es mal no poder volar, pero sí lo sería para un águila.
Por eso dice
Santo Tomás que el mal no es
cualquier carencia de un bien, sino la carencia de un bien propio de una
determinada criatura.
El único
mal absoluto es el infierno:
Todos los
demás males son relativos: para unos sí, y para otros no; en un sentido sí y en
otro no.
Un terremoto
puede ser un mal para mí, que en él he perdido mi casa y algunos seres queridos;
pero no lo es para la Tierra que ha conseguido más estabilidad en su masa.
Una
enfermedad es un mal para mí en el sentido de que me hace sufrir, pero puede ser
un bien si con ella me santifico y merezco más para el cielo.
En el hombre
el mal físico produce dolor, y el mal moral es producido por el pecado.
El mal
físico es consecuencia de las leyes de la Naturaleza.
El mal moral
es consecuencia del mal uso de la libertad humana.
El mal moral
Dios no lo quiere, pero respeta la libertad del
hombre.
Para evitar
el mal moral, Dios tendría que quitar la libertad al hombre.
Dice el
filósofo ruso Nikolai Berdaiev:
«El problema del mal no es otra cosa que el problema de la
libertad»[75].
Todo hombre
libre es capaz de pecar.
Y un hombre
sin libertad dejaría de ser hombre.
«Si el
hombre no fuera libre, no sería hombre»[76] .
«Es la
libertad la facultad por la que somos hombres»[77] .
La libertad
para ser bueno o ser malo es lo que hace meritorio ser bueno[78] .
Y hacer
méritos para la vida eterna, es para lo que Dios nos ha puesto en la Tierra.
Si Dios
impidiera al hombre hacer el mal, violentaría su libertad.
Dios tiene
sus razones para permitir el mal.
A nosotros
nos basta con saber que Dios tiene Providencia, aunque desconozcamos sus
caminos.
«La fe nos
da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del
mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida
eterna[79] .
Dice
San Pablo: «Sabemos que Dios hace converger todas las cosas para
el bien de aquellos que le aman »[80] .
Evidentemente que Dios pudo haber
hecho un mundo con otras leyes físicas.
Pero todo
mundo imaginable es perfectible.
Para no
poder ser superado hay que ser Dios,
que es el único ser Omniperfecto.
Dios ha
pensado que este mundo es suficientemente bueno para que en él viva el hombre, y
gane la gloria eterna que es el fin para el cual ha sido
creado.
Pero, sobre
todo, la respuesta al dolor es Cristo, que quiso pasarlo primero para
animarnos a sufrir.
Como la
madre que prueba primero la sopa delante del niño, que no quiere comer, para
animarle.
El
sufrimiento humano, individual o colectivo, a veces sólo tiene una respuesta:
Cristo
crucificado.
«Al que
sufre no se le puede ir con razonamientos. Se le acompaña y se le consuela. Por
eso la mejor respuesta al dolor es Cristo
crucificado»[81] .
La Redención
de la humanidad se ha hecho por el dolor.
Por eso
muchos santos han amado el dolor.
El calvario
se ha convertido en la meta ideal, según aquello de San Pablo que no quería gloriarse de
«otra cosa que no fuera la cruz de
Cristo»[82] .
Y por
extraña paradoja, el sufrir por amor a Cristo es una fuente inefable de consuelo.
También lo dijo San Pablo:
«Sobreabundo de gozo en medio de mis
tribulaciones»[83] .
Y es que el
sacrificio realizado por amor pierde toda su dureza. Incluso se convierte en
alegría cuando se ama de verdad[84].
Y además, la
esperanza de la gloria.
«El dolor
pasará, las tribulaciones se acabarán, el sufrimiento se extinguirá para
siempre. Y todo ello quedará substituido por una sublime e incomparable gloria
que no terminará jamás»[85] .
Por eso dice
San Pablo:«¿qué tienen que ver las amarguras y tribulaciones
de la tierra si las comparamos con la inmensa gloria que nos aguarda en la
eternidad?»[86] .
«El
cristiano no permanece pasivo ante el dolor propio o ajeno, y procura paliarlo
con todos los medios lícitos de que dispone. (...)
»Cuando los
recursos humanos se han venido abajo, cuando
»Para él, el
cielo no está vacío.
»En él vive
un Dios bueno, sabio y omnipotente del cual dependen todos los acontecimientos
de la vida y todos los fenómenos del universo. Un Dios que conoce nuestras
miserias y oye nuestras voces de auxilio, y puede, si le parece bien,
socorrernos y consolarnos.
»Y cuando la
oración no es oída enseguida, el cristiano no se desanima.(...) Sabe aceptar con
serena resignación los designios inescrutables de Dios, que es el más amoroso de
los padres»[87] .
99,5. Todas
las cosas tienen «pros» y «contras».
La
electricidad nos trae muchos bienes (iluminación, telecomunicación, motores,
etc.); pero también puede provocar un incendio por cortocircuito y matar por
electrocución.
A pesar de
los peligros que supone la electricidad no por eso dejas de poner en tu casa
instalación eléctrica.
El mundo que
Dios ha hecho tiene muchas cosas buenas, pero a veces ocurren adversidades y
contratiempos.
Son
consecuencias de que el mundo es un ser en evolución. La dinámica de la
evolución provoca contrastes y conflictos[88].
A veces
ocurren cosas que no comprendemos.
Pero es
absurdo querer entender a Dios al modo humano.
Es como si
un animal quisiera entender las ideas filosóficas humanas: es imposible.
Es lógico
que el hombre no entienda a veces el proceder de Dios.
A nosotros
nos basta saber que Dios es Padre, y permite el sufrimiento para nuestro bien.
Lo mismo que
una madre le pone a su hijo una inyección que éste necesita, aunque le duela.
Dios deja
actuar las leyes de la naturaleza y la libertad de los hombres, y no los mueve
como el jugador de ajedrez las piezas.
Sin embargo,
ha de ser un consuelo para
nosotros saber que en igualdad de circunstancias, en el cielo gozan más, los que
más han sufrido en este mundo con cristiana resignación.
Es
consolador saber que «el sufrir pasa, pero el premio de haber sufrido por amor a
Dios durará eternamente».
En el cielo
bendeciremos a Dios por aquellos sufrimientos que nos han merecido tanta gloria
eterna[89] .
No nos
engañemos con el aparente triunfo
de algunos malos.
En primer
lugar, porque el triunfo del malo se limita a esta vida, donde la experiencia
enseña que no se da triunfo completo y libre de mal.
Pero, sobre
todo, porque el que peca es un fracasado para la eternidad, que es donde el
fracaso es completo e irremediable.
El único que
triunfa es quien se salva.
100.- EL
CIELO ES
100,1. El
cielo es el conjunto de todos los
bienes sin mezcla de mal alguno.
La felicidad
del cielo será proporcional a los méritos contraídos en esta vida; pero todos
serán totalmente felices, pues no les cabrá más felicidad.
Como ocurre
con vasos, de distintos tamaños, llenos de agua: unos tienen más agua que otros,
pero a ninguno le cabe más.
En el cielo
seremos felices sin necesidad de lo que aquí disfrutamos. Lo mismo que un adulto
no necesita los juguetes que hacen feliz al niño[91].
«La Iglesia
ha definido como dogma de fe la existencia y eternidad del
cielo»[92] .
El cielo,
más que un espacio es una relación con Dios.
Las almas
son espirituales, y las cosas espirituales no necesitan
espacio.
Hay cosas
que son reales pero no ocupan espacio: el amor, el odio, la lealtad, la
traición, la simpatía, la envidia, etc.
«El cielo es
primordialmente un “estado”. Es un modo de existir.
»El espacio
es para las cosas materiales. Los espíritus, para existir, no necesitan de un
lugar.
»Pero es
necesario además suponer que el cielo se halla localizado en algún “lugar”
aunque no sepamos decir dónde está»[93] .
No hay más
solución que decir, que, de uno u otro modo, el cielo es un lugar de
gloria»[94].
En el cielo,
los buenos viven con Dios eternamente felices.
Éste es el
único modo de ser del todo feliz[95] .
Para
Platón la felicidad está en amar
la Belleza, y para Aristóteles en
conocer la Verdad.
Como en Dios
está
Por eso dice
San Agustín: «Nos hiciste, Señor,
para Ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en
Ti»[97] .
Puede ser
interesante mi vídeo El cielo: la felicidad
de amar[98] .
100,2. Dios
ha hecho al hombre para el cielo. Por eso aquí en la Tierra ningún hombre
encuentra esa felicidad completa que tanto busca.
Goethe afirmaba de
sí mismo: «Se me ha ensalzado como a uno de los hombres más favorecidos por la
fortuna.
»Pero en el
fondo de todo ello no merecía la pena, y puedo decir que en mis setenta y cinco
años de vida no he tenido cuatro semanas de verdadera felicidad. Ha sido un
eterno rodar de una piedra que siempre quería cambiar de sitio»[99].
Los ricos y
los pobres, los de arriba y los de abajo, todos los hombres, en sus momentos de
sinceridad, reconocen que no encuentran la felicidad que los sacie, aunque hayan
tenido de todo y hayan gozado de todo.
Y es que «la
aspiración fundamental del hombre no puede saciarse con la posesión de un
objeto, el hombre no puede alcanzar su felicidad plena en una relación
sujeto-objeto, sino en una relación yo-tú, es decir, en la relación con una
persona»[100].
Incluso en
este mundo la mayor felicidad está en el amor. No precisamente el amor-lujuria,
sino el amor espiritual.
El amor
brota ante la presencia de lo bueno, de lo bello.
En el cielo
la posesión intuitiva del Bien infinito -Dios- nos proporcionará, por el amor,
una felicidad insuperable.
Ahora, lo
que conocemos de Dios, como dice San Pablo,
es una caricatura[101] .
Pero cuando
conozcamos a Dios en el cielo tal como es, lo que merece ser amado y lo que nos
ama, su amor nos hará inmensamente felices.
«Sólo en
Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de
buscar»[102] .
Lo mismo que
por más que te explique un cosmonauta la sensación de ingravidez que él siente
en el espacio, no puedes entenderla como él, así es imposible que un pecador
comprenda
La felicidad
del cielo es difícil que la comprendamos con nuestra mentalidad terrena.
Es como
hablarle a un ciego de colores, o a un sordo de música. Decirle a un ciego que
el color rojo es como un sonido de trompeta, no le aclara
mucho.
Ya lo
dijo San Pablo: «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha concebido jamás el
corazón humano la felicidad que Dios tiene preparada para los que le aman
»[103] .
La única
felicidad completa, verdadera y definitiva está en el cielo. Por eso la
salvación eterna es el problema más importante que el hombre tiene que resolver
en esta vida.
Es un asunto
difícil, pero a nosotros mismos nos interesa que salga bien. Si me sale mal, yo
seré el que me hunda para siempre.
En el cielo
conoceremos todo lo que nos interese sobre nuestra familia, amigos, etc. Incluso
todas las maravillas de la ciencia en todas las ramas del saber
humano[104] . Y
como en el cielo no se puede sufrir, los bienaventurados no sufren viendo sufrir
a sus seres queridos, pues ven los bienes que se siguen de ese sufrimiento.
Pero sin
duda pedirán a Dios que alivie sus penas y les dé fuerzas y resignación para
sobrellevarlo todo[105] .
Los Testigos de
Jehová dicen que sólo se salvan 144.000
porque es el número que da el Apocalipsis[106].
Pero todo el
que sabe un poco de Estudios Bíblicos conoce que los números en la Biblia tienen
un valor simbólico. No pretenden
Hay números
simbólicos como el 7, el 12, el 40. Setenta veces siete. Cuarenta días de ayuno.
Doce apóstoles. Doce tribus de Israel.
Los 144.000
son 12.000 por cada una de las doce tribus de Israel.
Doce es
símbolo de plenitud y mil de multitud.
Por eso el
Apocalipsis dice unas líneas después que era «una gran muchedumbre que nadie podía
contar »[107]. Y San Pablo: «Dios quiere que todos los hombres se
salven »[108] . Y
Cristo encargó a los Apóstoles:
«Predicad a toda criatura..., el que crea se
salvará »[109] .
Esta
doctrina de los Testigos de Jehová
ha sido tan refutada que ellos mismos buscan otra interpretación del texto y van
admitiendo que son muchos más los que se salvan[110] .
«Incluso los
que, sin culpa suya, no son cristianos pero han permanecido fieles a la voz de
su recta conciencia, participarán de la felicidad eterna con el Señor, pues la
acción invisible del Espíritu Santo en sus corazones, los unirá al misterio
pascual de Jesucristo»[111] .
Dice
Santo Tomás que el que no conoce
la religión verdadera sin culpa suya, pero ha procurado vivir conforme a su
conciencia haciendo el bien y evitando el mal, según sus alcances, hay que creer
certísimamente que Dios buscará el modo de iluminarle antes de morir para que
pueda salvarse[112] .
«Es cierto
que nadie ha ido nunca al infierno, ni irá, sino por su propia
culpa»[113] .
Dice el
Concilio Vaticano II: «Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de
Cristo y su Iglesia, pero se
esfuerzan en cumplir con su conciencia pueden conseguir la salvación eterna.
»
En cambio,
el instruido suficientemente en la religión católica que rechace a
Al decir que
también los no católicos pueden salvarse hay que evitar la idea de que los
católicos tenemos que subir a la cumbre de la salvación a pie, mientras que los
no católicos suben en funicular[116] , pues
llegan al mismo sitio sin las obligaciones de los católicos.
Hay que
tener en cuenta que la ley natural es la misma para todos, y los católicos
tenemos la ayuda de los sacramentos. De ahí la preocupación de la Iglesia por la
conversión de los infieles.
100,3. Para
salvarse y ganar el cielo, es necesario servir a Dios y guardar los mandamientos.
Esto cuesta
trabajo, porque nuestras inclinaciones al pecado son muy fuertes, y el demonio
-que nos envidia y quiere condenarnos con él- nos pone trampas de tentaciones
para que caigamos.
Sin embargo,
podemos vencer al demonio y a nuestras pasiones. «Todo
Si se lo
pido mucho al Señor y a la Virgen, si confieso y comulgo con frecuencia, y
procuro apartarme de las ocasiones de pecar, será casi cierto que me salvaré.
Tenemos en
nuestra mano los medios necesarios y suficientes para alcanzar la salvación:
quien los pone en práctica convenientemente se salva.
Para no
apartarse del camino de la salvación es muy conveniente hacer todos los años
Ejercicios Espirituales.
Hay además
tres cosas muy eficaces para
conseguir una buena muerte: comulgar los Primeros Viernes de mes y los Primeros
Sábados, y rezar todas las noches tres Avemarías a
Aunque,
naturalmente, todas las devociones son inútiles si no tenemos sincero deseo de
servir a Dios y hacer el bien.
Es necesario
pedir mucho nuestra salvación
eterna.
Quien pide
salvarse, con insistencia y de corazón, es cierto que se salvará y, por el
contrario, quien no lo pide, no se salvará, ordinariamente hablando.
Dice
San
100,4. El
misterio de la predestinación
consiste en la coordinación de la Sabiduría, Bondad y Justicia de Dios, con
nuestra libertad.
Para
nosotros la coordinación de estas cuatro cosas es un misterio.
Pero
comprendemos que Dios puede coordinarla. Vamos a intentar dar un poco de
luz:
A veces se
oye preguntar: «Si Dios es bueno, ¿por qué me crea sabiendo que me voy a
condenar? Me hubiera hecho un favor no creándome».
Te
equivocas.
No creándote
no te hace ningún favor. Si no existes, no puede hacerte favores.
En cambio,
al crearte te da el billete de entrada para el cielo, lo cual es un bien
inmenso.
Si tú rompes
esa entrada no es culpa de Dios, sino exclusivamente tuya. Él ya hizo bastante
comprándote esa entrada a costa de su vida. ¿Vas a dudar de su
Bondad?
Si Dios no
creara a los que se van a condenar, haría un perjuicio a los posibles
descendientes de esos hombres, que podrían ser excelentes, salvarse y ser
eternamente felices.
Todos
podemos tener en nuestros ascendientes alguno que se haya condenado.
Si para que
él no se condene, Dios no lo crea, tampoco hubiéramos existido nosotros, y nos
veríamos privados de la felicidad eterna que esperamos conseguir. Si tú quieres
condenarte, no por eso va Dios a privar de la felicidad eterna a tantos seres
descendientes tuyos (hablo en general) que se querrán salvar y ser eternamente
felices[118] .
Además, si
Dios creara sólo a los que se iban a salvar, entonces los hombres, seguros de su
salvación a última hora, se despreocuparían de hacer buenas obras.
El riesgo de
la condenación estimula a practicar el bien.
Con esto se
aumenta el premio eterno. Y Dios considera que esto es motivo suficiente para
permitir que otros voluntariamente prefieran ir por el camino de la
condenación.
Es verdad
que Dios podría enviarnos la muerte aprovechando un momento en que estemos en
gracia, o antes de que tengamos uso de razón, si nunca vamos a tener un buen
momento.
Pero Dios
hace plan de dar a cada uno un tiempo de vida determinado, y no lo cambia.
Si Dios
subordinara el momento de la muerte de cada uno a esperar que esté en gracia,
como esto depende de la voluntad del hombre, sería el hombre el que, de alguna
manera, determinaría el momento de morir. Y es impropio de Dios subordinarse a
los caprichos de la criatura.
Con todo,
no es inútil pedir a Dios la
curación de un enfermo grave. Pues como Dios sabía que se iba a pedir por él,
pudo, desde la eternidad, teniendo en cuenta esas oraciones, señalar el momento
de morir más conveniente.
«Dios quiere que todos los hombres se salven
»[119] y a
todos les da las gracias necesarias para ello[120]; si ellos
no la rechazan voluntariamente[121] .
Es más, si
necesitas un millón, Él te da cinco millones.
Dijo
Cristo: «Yo he venido para que tengan vida sobrenatural, y
para que la tengan en abundancia»[122] .
Es decir,
que con la gracia que te da, te puedes salvar de sobra. Si no te salvas,
es porque no quieres.
Dios ha
querido que tú pongas algo de tu parte.
Si no lo
quieres poner, la culpa es exclusivamente tuya. De ninguna manera de Dios, que
con lo que te ha dado, tienes de sobra para salvarte.
¿Por qué
deja Dios esto en nuestras manos? Porque sin libertad no hay mérito, y sin
mérito no hay salvación.
El hombre es
esencialmente racional.
El ser
racional es necesariamente libre[123] .
El ser libre
implica autodeterminación en la elección del bien y del mal, por lo tanto ser
responsable. Para ser responsable hay que ser libre[124] .
Esto es lo
que hace posible el mérito necesario para la salvación, y al mismo tiempo la
culpabilidad del mal que lleva a la condenación.
Si Dios
suprimiera la libertad, suprimiría al hombre.
¿Que Dios
podía haber elegido otro orden de cosas en el que se condenaran menos? ¡De
acuerdo!
Y, ¿por qué
ha elegido éste?
No lo
sabemos. No lo ha revelado. Es un misterio.
Lo cierto es
que en todo orden de hombres libres es lógico que algunos abusen de su libertad;
y que en el actual orden de cosas, que nos ha tocado vivir, quien quiere
sinceramente salvarse, con la ayuda de Dios, se salva. Nadie se condena sino por
su propia culpa[125] .
Dios llama a
todos a la salvación; pero la respuesta de cada uno es personal y libre. «Lo
quiere con voluntad condicionada. Es decir, la voluntad de Dios no se impone a
la libertad del hombre, sino que la respeta»[126] . Dios
respeta esa libertad.
Vamos a
poner aquí un resumen de la Doctrina de la Iglesia sobre
predestinación:
1.- Dios quiere que todos los
hombres se salven[127] .
2.- Cristo murió por todos los
hombres sin excepción[128] .
3.- Dios no niega a nadie las
gracias necesarias y suficientes para salvarse[129] .
4.- Nadie se condena sin culpa
suya[130] .
5.- Todos
podemos salvarnos, pues Dios no pide imposibles, sino que hagas lo que puedas y
pidas lo que no puedas, que Él te ayudará para que puedas[131] .
6.- La oración bien hecha y la
devoción a María son prenda de salvación eterna.
Todos
podemos salvarnos, pues Dios así lo quiere[132] .
Para eso nos
ha puesto en la vida.
Esta
voluntad de Dios no es absoluta, la cual no admite excepción; sino condicionada,
es decir, con la condición de que el pecador se arrepienta de sus pecados.
Para que
podamos salvarnos nos da los medios suficientes para ello, como son la gracia y
los sacramentos.
Basta que
nosotros queramos utilizarlos y cooperar con la gracia que Dios nos da,
cumpliendo los mandamientos.
101.-
El purgatorio
es el sufrimiento de las almas que
no se condenan por no haber muerto en pecado mortal, pero tienen que
purificarse, de algún rastro de pecado, antes de entrar en el
cielo[133] .
101,1. La
existencia del purgatorio es dogma de
fe[134]. Esta
definido en los Concilios de Lyon y Florencia[135]. También en
el Concilio de Trento[136] .
«Ya en el
siglo II se ofrecía la eucaristía por los difuntos»[137] .
En el
Segundo Libro de los Macabeos (12:
43-46) se dice que con las limosnas en favor de los muertos éstos
quedan liberados de sus pecados. Lo cual confirma la existencia del purgatorio.
Esto es tan
claro que los protestantes, para negar la existencia del purgatorio se ven
obligados a negar la autenticidad de este texto.
Sin embargo,
la Iglesia, desde el principio, desde el Concilio III de Cartago (canon 47), ha
tenido este texto como inspirado[138] .
San
Pablo indica que hay purificación más
allá de la muerte[139]. Y supone
que se puede ayudar a los muertos[140], pues pide
por Onesíforo, ya difunto.
Como los del
cielo no lo necesitan, y en el infierno esto ya no es posible[141] , San Pablo se refiere a las almas del
purgatorio.
Hablando del
pecado contra el Espíritu Santo, dice Jesucristo que «no se perdona ni en esta vida ni en la
otra»[142] .
Esto
significa que hay pecados que se perdonan en la otra, es decir, en el
purgatorio[143] ; pues en el
cielo no es necesario y en el infierno, no es posible, pues dijo Cristo, que el infierno es
eterno[144] .
Cristo dice que
daremos cuenta de cualquier palabra ociosa[145] , es
decir, hasta de las faltas más pequeñas.
Pero del
infierno no sale nadie[146] , y no
parece adecuado un infierno eterno para las faltas pequeñas.
Hay pecados
que no son para la muerte[147] .
Por otra
parte, dice el Apocalipsis que en el cielo no entrará nada
manchado[148].
Luego tiene
que haber un medio para purificarse de las pequeñas faltas que no merecen un
infierno eterno, pero que con ellas no se puede entrar en el cielo.
Eso es el
purgatorio.
«Los que
mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados,
aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de
su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de
Dios»[149] .
El peor
sufrimiento del purgatorio es ver que se retrasa el estar con Dios, que se desea
con ansiedad.
Pero este
sufrimiento no impide el gozo de «la certeza de la salvación final, de una
manera no posible en esta vida»[150].
En el
purgatorio se sufre como en el infierno, pero con la esperanza de que tendrá fin
y luego vendrá la gloria eterna. Este sufrimiento se va aliviando al acercarse
el final[151] .
Todos
debemos ser muy devotos de las almas del purgatorio. Los que están allí sufren
mucho hasta que les llegue la hora de entrar en el cielo.
No pueden
merecer nada para ellos mismos[152] ; pero
desde este mundo podemos abreviar sus sufrimientos, ofreciendo por ellos misas,
oraciones y buenas obras[153] .
Con las
indulgencias (nº92,3) podemos
ayudar a las almas del purgatorio.
Debemos
preocuparnos sobre todo de nuestros parientes difuntos, que quizás estén todavía
en el purgatorio[154] .
Quien no
socorre a las almas del purgatorio merecer ser él también abandonado cuando se
muera.
Si logro con
misas, oraciones, etc., sacar un alma del purgatorio, tendré en el cielo para
siempre un alma agradecida, que se
interese por mis cosas y me ayude en mis necesidades[155].
«Los santos
del cielo nos ayudan con su valiosa intercesión»[156] .
101,2.
Algunas personas buenas, conscientes de lo necesitadas que están las almas del
purgatorio, y de lo mucho que les podemos ayudar desde aquí ofreciéndoles
sufragios[157] , hacen lo
que se llama «voto de
ánimas».
Este
voto consiste en renunciar a todo el valor satisfactorio que podemos alcanzar,
para ofrecerlo en beneficio de los difuntos, comprometiéndonos a pagar nosotros
en el purgatorio todo lo que debamos por nuestros pecados[158] .
Este acto
nos hace ganar mucho mérito delante de Dios. La Iglesia lo llama «Acto heroico
de caridad» y Jesucristo no puede
dejarlo sin premio, pues dijo: «Bienaventurados los misericordiosos, porque
alcanzarán misericordia»[159]. Pues si
con esto alcanzamos la misericordia de una buena muerte, ¿qué más
queremos?
Para hacer
este voto, no hay que rezar ninguna oración especial. Basta con un acto de la
voluntad, una ofrenda hecha con el corazón. Pero si se quiere, puede emplearse
la oración siguiente:
«Yo te
ofrezco, Señor, por las almas del purgatorio, todas las obras satisfactorias de
mi vida entera, y todas las que por mí se ofrezcan después de mi muerte. Te las
ofrezco en unión de los méritos de Jesús
y de María, y en manos
de Ella las deposito para que las aplique según su voluntad. Dígnate aceptar
este ofrecimiento, y ayúdame a vivir y a morir en tu santa gracia.
Amén».
Es
aconsejable renovar a menudo este ofrecimiento.
De suyo,
aunque se llama voto, no es verdaderamente un voto, que obligue bajo pecado, y
puede deshacerse en cualquier momento a voluntad del que lo
hace.
La
excelencia del voto de ánimas puede deducirse del gran número de personas
insignes en dignidad, ciencia y santidad que lo han hecho[160].
102.-
El cielo y el infierno no se
acabarán porque son eternos.
102,1. Ni en
el cielo es posible pecar, ni en el infierno es posible el
arrepentimiento[161]. Por eso
son eternos.
103.-
Llegará un día en que el mundo se
acabe.
103,1.
Jesucristo habló del fin del mundo
repetidas veces en su vida[162] . Lo que no
sabemos es cuándo será ese día. Dijo Jesucristo que nadie sabe el día en que
será el fin del mundo[163] .
Jesucristo mezcla, en
el capítulo 24 de San Mateo, el
fin del mundo con la ruina de Jerusalén[164].
Algunos creen próximo el fin del
mundo, pero dice la Biblia que antes se convertirán los judíos[165] , y aunque se dan entre
ellos algunas conversiones, no parece que sea inminente la conversión de todo el
pueblo judío.
«Los Adventistas, de quienes
depende en sus orígenes Charles Taze
Russell, el fundador de los Testigos de Jehová, habían anunciado el fin
del mundo para 1843, y después para 1844.- Russell
lo anunció para 1874 y después para 1914[166].
Después para 1925 y 1975. Y en vista
de sus fracasos, ahora señalan «una fecha inminente, pero no
especificada»[167].
104.-
Entonces vendrá la resurrección de
los muertos [168] y el juicio final de
todos los hombres[169] .
«Dios dará vida a
nuestros cuerpos mortales»[170] .
104,1. La
resurrección de los muertos es dogma de
fe. Está definido en el Concilio IV de Letrán[171] .
También se
define en el símbolo de San Atanasio (Quicumque)[172] que alcanzó tanta
autoridad en la Iglesia que entró en el uso litúrgico lo mismo que el símbolo de
los Apóstoles.
Entonces
todos seremos presentados «ante el tribunal
de Cristo para recibir el premio o el castigo de lo que hayamos hecho en esta
vida»[173] .«Habrá
resurrección de justos e injustos» [174] .
«Los que hayan
hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; y los que hayan hecho el mal,
a una resurrección de condenación»[175] .
«Los de la
izquierda irán al tormento eterno, mas los justos a la vida
eterna»[176] .
«Todos los
hombres comparecerán con sus cuerpos en el día del juicio ante el tribunal de
Cristo para dar cuenta de sus
propias acciones»[177] .
Cristo es la
Cabeza del Cuerpo Místico.
La
resurrección de la Cabeza, que es Cristo, es prenda de la resurrección de
todo el Cuerpo, que somos nosotros.
Cuando
llegue el fin del mundo, todos los muertos resucitarán con el mismo
cuerpo[178] que
tienen ahora[179] , para no
volver a morir.
Los justos
tendrán su cuerpo glorioso, perfecto, y sin los defectos que ahora
tenemos[180].
Esto es un
milagro.
Aunque es
difícil de comprender[181] ,
sabemos que sucederá así, porque es dogma de fe.
La realidad
de la resurrección puede presentar dificultades a nuestro corto entendimiento.
Como si se
nos dijera que separáramos el serrín de la limaduras de hierro mezclados en un
montón.
De momento
nos parece imposible, pero si nos dan un imán, se acabó el
problema.
«Sería
temerario decir que es imposible que Dios conceda al cuerpo resucitado
propiedades que ya se encuentran en los elementos que constituyen la materia en
nuestros laboratorios.
»Nadie tiene
derecho a negar a Dios esa posibilidad.
»Dios lo
único que no puede hacer es lo absurdo o contradictorio. Esto no es absurdo ni
contradictorio; esto tiene base en la ciencia de hoy»[182] .
Según
opinión de gran número de teólogos y de Santos Padres, resucitaremos en la
plenitud de la vida, con los caracteres de la naturaleza humana en su más
pujante, lozano y perfecto desarrollo[183] .
Y sin los
defectos que hayamos tenido en esta vida[184] .
Pero esto,
aunque es opinión teológica muy razonable, no es dogma de fe[185] .
Dice el
Profeta Isaías (35:5s): «Entonces el cojo saltará como un ciervo, y la lengua
de los mudos cantará gozosa».
«Resucitaremos con este cuerpo,
aunque transformado»[186] .
Dice
San Pablo que «nuestro cuerpo miserable se transformará en cuerpo
glorioso»[187] .
«Sabemos que
nuestro cuerpo resucitado tendrá una identidad básica con el que ahora
tenemos»[188] .
«La fe de la
Iglesia exige, para la resurrección, la identidad corporal numérica: el mismo y
propio cuerpo de la existencia terrena es el de la existencia resucitada. (...)
Es una identidad numérica formal, no material. (...) La identidad corporal es
independiente de su composición atómica, celular o molecular. Reside
exclusivamente en identidad del principio formal»[189] .
«Resucitar
con el mismo cuerpo» significa recobrar la propia vida en todas sus dimensiones
auténticamente humanas: no perder nada de todo aquello que ahora constituye e
individualiza a cada hombre»[190] .
«No habrá
cambio de personalidad. No seré otro. Continuaré siendo yo. (...) Seré el mismo,
pero no lo mismo. (...) Resucitará lo mejor de mí»[191] .
Resucitaremos con nuestro propio cuerpo, aunque no necesariamente con
la misma materia, que ha cambiado repetidas veces a lo largo de toda la vida con
el metabolismo. Soy el mismo, pero no lo mismo.
Identidad de
la persona, no identidad de las moléculas. Soy la misma persona, pero no tengo
la misma materia.
Resucitaré
yo mismo; los átomos que compongan mi cuerpo es lo de
menos.
«La
identidad que habrá entre nuestro cuerpo resucitado y el cuerpo que ahora
tenemos es la misma que la identidad que existe entre el cuerpo que ahora
tenemos y el de hace unos años»[192] .
«Aunque
tengo ahora el mismo cuerpo que hace veinte años, ni una sola célula de él es la
misma: cada célula de mi cuerpo ha sido remplazada por otra
nueva»[193] .
«Quizás a
muchos la idea de nuestra resurrección se les haga más increíble porque tienen
una idea equivocada de ella.
»Creen que
Dios tendría que andar recogiendo los átomos que un día formaron parte de un
determinado organismo y están dispersos por todo el mundo para volverlos a
juntar y formar de nuevo aquel cuerpo.
»Pero lo que
hace que sea el mismo hombre no es que tenga numéricamente el mismo cuerpo, sino
que sea la misma persona.
»De hecho, a
lo largo de la vida, hemos ido renovando todos los átomos de nuestro cuerpo y
seguimos siendo la misma persona.
»La
resurrección no es problema de rigurosa identidad corporal, sino de riguros
identidad personal»[194].
«Dado el
metabolismo constante del cuerpo humano, mi cuerpo actual ha renovado totalmente
su materia con respecto a como se encontraba hace siete años.
»Sin
embargo, lo considero, con toda razón, y es realmente, mi mismo cuerpo. Mi
cuerpo puede ser el mismo aunque se componga de una materia distinta. (...) Dios
puede reconstruir mi cuerpo con otra materia distinta, que se haría mía al ser
informada por el principio que da continuidad consciente a mi ser personal, es
decir, por mi alma; de modo análogo a como la materia que el metabolismo
incorpora empieza a ser mía por la información de mi propia
alma»[195] .
«El momento
de la resurrección no es jamás (...) el momento de la muerte, sino el final de
la historia[196] : «el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día»[197] .
La doctrina
de que la resurrección será en el momento de la muerte es de origen
protestante[198] , y ha sido rechazada
por la Santa Sede[199] .
«La fe en la
resurrección ha sido siempre un escándalo.
Jesús
tuvo que defenderla frente a los
saduceos[200] .
Su
proclamación valió a Pablo la
burla de los atenienses[201] .
Y hasta la
acusación de locura[202] .
En las
polémicas contra el cristianismo naciente fue uno de los blancos favoritos de
las críticas; hasta el punto de que San
Agustín pudo decir que en ningún otro punto encontraba la fe
cristiana tanta oposición como en la resurrección de la carne.
En nuestros
días, la fe en la resurrección aparecerá como un absurdo a los ojos de los
racionalistas, que sólo admiten lo demostrable o lo susceptible de verificación
empírica»[203] .
Hoy la
Iglesia permite la incineración de los
cadáveres[204], por las
dificultades de espacio que hay en los cementerios de las grandes ciudades.
No hay
El destino
de estas cenizas puede ser variado.
Mientras la
Iglesia o la ley civil no digan otra cosa se puede depositar el cofre con las
cenizas en un nicho familiar, o lanzarlas al mar, rajando previamente la bolsa
de plástico que las contiene para que se dispersen.
Pero siempre
tratándolas con todo respeto, según el deseo de la
Iglesia.
104,2.
Los Testigos de Jehová confunden
la resurrección del juicio final con una resurrección a corto plazo. En un libro
que publicaron el 1974 titulado «¿Es esta
vida todo lo que hay?»
dicen en la página 165 que «muchas personas que viven
hoy no morirán nunca», y que «miles de millones de personas que ahora están
muertas pronto vivirán de nuevo. Piense en el gozo de poder tener de nuevo la
compañía de amigos queridos y parientes amados, oír sus voces familiares y
verlos con buena salud» (página 175).
Engañadas
por esta mentira en Quintana de la Serena (Badajoz) me dijeron que una mujer,
que tenía a su marido en la tumba, no cerraba la puerta por la noche esperando
que él se presentaría de un momento a otro.
Y en
Caravaca de la Cruz (Murcia) me dijeron de otra que después de morir su marido
le encargó un traje nuevo para que se lo pusiera cuando volviera del sepulcro.
¿Hay derecho
a engañar así a la gente sencilla?
Los Testigos de
Jehová hablan de una segunda posibilidad
después de la muerte.
Pero
Jesucristo nunca habló de esta
segunda posibilidad, sino que siempre enseñó que la muerte fija definitivamente
la suerte eterna de todos los hombres. Por eso las advertencias constantes a
estar preparados: «Velad, no sabéis ni el
día ni la hora »[205] .
104,3. La
resurrección no tiene nada que ver con la reencarnación del hinduismo y del
budismo[206] .
La invasión
que hemos sufrido en España de predicadores de otras religiones ha ocasionado un
tremendo confusionismo en muchas ideas de los católicos.
Una de ellas
es la reencarnación de los muertos en un animal o en otra persona.
Esto es
totalmente inaceptable para un católico[207] .
Dice la
Biblia: «Es destino de los hombres morir una
sola vez»[208]. «No hay
reencarnación después de la muerte»[209] .
«El NO
cristiano a la reencarnación se produce ya en el primer artículo del
credo»[210] .
«Esta vida
es la única oportunidad que nos ha sido dada de probar si queremos o no
ser amigos de Dios.
»
Por eso el
Concilio Vaticano II dice: «Terminado el único plazo de nuestra vida
terrena»[212]. Es decir,
no hay segunda vuelta. No hay exámenes de septiembre para los suspendidos en
junio.
El hombre es
esencialmente hijo de Dios, lo cual exige el poder conocerle y amarle, y esto no
sería posible si se reencarnase en una rana o en un escarabajo.
Ni tampoco
en otro hombre, pues cada persona es responsable de sus propias obras, y nadie
puede cargar con la responsabilidad de las obras de otra persona.
Cada uno de
nosotros es total y exclusivamente responsable de sus propias obras.
La
responsabilidad de nuestra persona humana dura lo que dura nuestro uso de razón
en esta vida entre el nacimiento y la muerte.
Ni estamos
nosotros pagando los pecados de otros, ni nadie pagará los pecados de los que
sólo nosotros somos responsables[213] .
«El ADN nos
asegura que cualquier individuo es diferente de todos los demás»[214].
Cada persona
humana tiene su ADN particular y distinto de todas las demás personas de la
humanidad.
105.-
En lo dicho hasta aquí se contiene
todo lo que hay que creer para salvarse.
105,1. El
que -fiado de la palabra de Dios- cree las verdades que la Iglesia enseña como
reveladas por Él, se dice que tiene fe.
El católico
debe creer todo lo que Dios ha
revelado y la Iglesia nos propone para ser creído.
La Iglesia
lo resume en el «Credo», llamado también «Símbolo apostólico» porque es un
resumen de las enseñanzas de los apóstoles.
Las verdades
de la fe debemos creerlas, porque Dios, que no puede engañarse ni quiere
engañarnos, nos las enseña por medio de Nuestra Santa Madre la Iglesia,
divinamente asistida por Él.
Dios no
revela directamente a cada uno las verdades que debemos creer; sino que ha hecho
a la Iglesia depositaria de estas verdades y la ha encargado el enseñarlas.
El cristiano
sabe que Dios no puede equivocarse
porque es la Sabiduría infinita, y que no puede engañarle, porque es
la Verdad suma.
Por eso
tiene fe en Dios.
La fe
consiste en una sumisión de la mente humana a las verdades o misterios
sobrenaturales revelados por Dios.
106.-La fe es tan
necesaria como las buenas obras.
106,1. Quien
no cumple los mandamientos no puede salvarse. «Los muertos serán juzgados conforme a sus obras
»[215]. «Sus obras los
acompañarán»[216] .
Dijo
Cristo: «No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino
de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial
»[217] .
Y «si quieres entrar en la vida eterna, guarda los
mandamientos »[218].
«Si me amáis, guardaréis mis
mandamientos»[219].
San
Pablo habla de los que «hacen profesión de conocer a Dios, pero con las obras
lo niegan»[220] .
San
Pablo insiste en que el creyente será
juzgado según sus obras[221]. «La fe sin obras está
muerta»[222] . «¿De qué
le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?[223] Por
las obras se ve la fe. «El hombre se
justifica por las obras, y no solamente por la fe»[224]
Como estos
textos de la carta del Apóstol Santiago
contradicen la doctrina protestante, éstos la rechazan como no
inspirada; pero según muchos exégetas modernos esta Carta de Santiago es el documento escrito
más antiguo del Nuevo Testamento, y fue escrito en Jerusalén[225].
Lutero
introdujo la palabra «SOLA» en el
texto de la Carta a los Romanos
3:28 donde dice que el
hombre se justifica por
Cuando
San Pablo[227] dice que no
nos salvamos por cumplir la Ley, se refiere a la ley de los judíos, a la
Torah, que incluía muchas cosas
innecesarias para un cristiano, como
Si yo digo que la Coca-Cola no
106,2. Pero
para salvarse también se necesita
Para
salvarse es necesario el estado de gracia.
Y sin la fe
no es posible el estado de gracia: «sin la
fe no es posible agradar a Dios»[232] .
Por consiguiente sin ella no es
posible salvarse[233]
Tenemos
obligación de creer todas las verdades que la Iglesia manda
creer[234]. Jesucristo dijo a los Apóstoles cuando los
envió a predicar por todo el mundo: «Id e
instruid a todas las gentes, enseñándolas a observar todas las cosas que Yo os
he mandado»[235] . «El que
creyere, se salvará; y el que no creyere, será condenado»[236].
A.M.D.G.
[1] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: ¿Se salvan todos? 2ª, VIII, 3,4.
Ed. BAC. Madrid. 1995.
[2] ALFREDO SÁENZ, S.I.:
La cristiandad y su cosmovisión, Vi, 1,
[3] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 3ª, I, nº
192. Ed. BAC. Madrid
[4] Revista Vida Nueva, 1764 (17-XI-1990)
32
[5] VITTORIO MESSORI:
Algunas razones para creer, II.
Ed Planeta+Testimonio. Barcelona.
2000.
[6] ACI Prensa,
10-XI-2003.
[7] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 3ª, III, nº
168. Ed. BAC. Madrid
[8] Nuevo Catecismo de
[9] CÁNDIDO POZO,
S.I.: Teología del más allá, 3º,
Vlll. Ed. BAC. Madrid, 1980
[10] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 530 . Ed.
Herder. Barcelona
[11] Carta a los Hebreos:
9:27
[12] Nuevo Catecismo de
[13] ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.:Teología de la
salvación,3ª,II,nº205;3ª,X,nº455. Ed. BAC.
Madrid
[14] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 530s. Ed.
Herder. Barcelona
[15] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 14:12
[16] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 2:6
[17] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 5:10
[18] Evangelio de San Juan,
5:29
[19] JOSÉ ANTONIO SAYÉS:
Más allá de la muerte, IV.
Ed. San Pablo. Madrid. 1996.
[20] Evangelio de SAN
LUCAS, 23:43
[21] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Vida más allá de la muerte, III, 5.
Cuadernos BAC nº78. Madrid.1984.
[22] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 428ss.y 531.
Ed. Herder. Barcelona
[23]Nuevo
Catecismo de
[24] SAN PABLO:Primera
Carta a Timoteo, 2:4
[25] Nuevo Catecismo de
[26] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 3ª, IV, nº
230. Ed. BAC. Madrid
[27] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 531. Ed.
Herder. Barcelona
[28] Revista ECCLESIA del
10-Vlll-79
[29] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 3ª, IV, nº
227. Ed. BAC. Madrid
[30] SAN JUAN CRISÓSTOMO:
Homilía in Mat. XXlll, 7s. MIGNE: Patrología
griega,
47,290ss.
[31] SAN AGUSTÍN: Ciudad de
Dios, XX, 22; XXl, 9s. MIGNE: Patrología latina,
40,285.
[32] HERIS, O.P.: El infierno, lll, 9. Ed. Criterio.
Buenos
Aires
[33] Libro de la
Sabiduría,
5:6
[34] Nuevo Catecismo de
[35] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Teología del más allá, 2ª, lll, 7, 2,
H. Ed. BAC. Madrid, 1980
[36] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Vida más allá de la muerte, II, 1.
Cuadernos BAC nº78. Madrid.1984.
[37] CÁNDIDO POZO, S.I.:
La venida del Señor en la gloria, III , 3,
2. Ed. EDICEP. Valencia.
1993.
[38] ARÍSTIDES R. VILANOVA:
Toda la verdad sobre
[39] Conferencia Episcopal
Española: Catecismo Escolar, 8º EGB, XVlll, 4. Edice. Madrid,
1983
[40] Secretario Pontificio
para los No Cristianos:Presentación de la fe
cristiana,2ª,35. Ed.PPC. Madrid
[41] Pedidos a: Apartado
2546. 11080-Cádiz. Tel.: (956) 222 838. FAX: (956) 205
810
[42] Cardenal
RATZINGER: Escatología, lll, 7,
1. Ed. Herder. Barcelona, 1980
[43] JOSÉ ANTONIO SAYÉS:
Más allá de la muerte, VI,4.
Ed. San Pablo. Madrid. 1996
[44] SAN JUAN: Primera
carta, 3:8
[45] Evangelio de SAN
MARCOS, 9,48
[46] Evangelio de San
Mateo, 25:41
[47] Evangelio de San
Mateo, 25:
46
[48] AURELIO FERNÁNDEZ:
Compendio de Teología Moral, 1ª, V, 1,
9. Ed.Palabra. Madrid.1995.
[49] Eclesiástico, 16:12s
[50] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: ¿Se salvan todos?, 2ª, II.
Ed. BAC. Madrid. 1995
[51] LAMBERTO DE
ECHEVARRÍA: Creo en el perdón de los
pecados, VII. Cuadernos BAC,
nº67.
[52] FELIPE CALLE, O.S.A.:
Razona tu fe, XXXVII, 4.
Ed. Religión y Cultura. Madrid
[53] SANTO TOMÁS: Summa Theologica, III, 86, 2. Ed. BAC.
Madrid
[54] Evangelio de SAN
LUCAS, 17:3s
[55]MICHEL: Los misterios del más allá, l, 2, 2; V, 2,
3. Ed. Dinor. San
Sebastián
[56]CÁNDIDO POZO, S.I.: Teología del más allá, 3ª, Vll, 3.
Ed. BAC. Madrid, 1980
[57] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: ¿Se salvan todos?, 2ª, VIII,3,2.
Ed. BAC. Madrid. 1995
[58]DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 778.
Ed. Herder. Barcelona
[59] CÁNDIDO POZO, S.I.:
La venida del Señor en la Gloria, VI,
4. Ed. EDICEP. Valencia.
1993.
[60] GARRIGOU-LAGRANGE,
O.P.: La vida eterna, 3, ll.. Ed.
Rialp. Madrid.
[61] ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.: Dios y su obra, Apéndice 3º, B,
4, nº 690. Ed. BAC. Madrid.
[62] JOSÉ ANTONIO GALINDO:
La libertad en SAN AGUSTÍN.
Revista AGUSTINUS,35(190)308s.
[63] PAUL O’CALLAGHAN:
39 Cuestiones doctrinales, I, 9.
Ed. Palabra. Madrid.
1990.
[64] CÁNDIDO POZO, S.I.:
La venida del señor en la gloria, X,
4. Ed. EDICEP. Valencia.1993.
[65] ANTONIO ROYO
MARÍN: Teología de la salvación, 2ª, III, nº
152. Ed. BAC. Madrid.
[66] SAN PABLO: Primera
Carta a Timoteo, 2:4
[67] CÁNDIDO POZO, S.I.:
La venida del Señor en la gloria, X,
4. Ed. EDICEP. Valencia.
1993.
[68] Nuevo Catecismo de
[69] JOSÉ
[70] FRANCISCO DE MIER:
Apuesta por lo eterno, V, 4.
Ed. San Pablo. Madrid. 1997.
[71] MADRE ANGÉLICA:
Respuestas, no promesas, XI,6.
Ed. Planeta+Testimonio. Barcelona.
1999.
[72] Nuevo Catecismo de
[73] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 8:28
[74] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Dios y su obra, Apéndice, III, A, 4,
nº 642. Ed. BAC. Madrid.
[75] VITTORIO MESSORI:
Algunas razones para creer, XII.
Ed.
Planeta+Testimonio.Barcelona.2000
[76] JUAN ANTONIO GALINDO:
Dios no ha muerto, XV, 5,1.
Ed. San Pablo. Madrid.
[77] ANTONIO GARCÍA FIGAR,
O.P.: Matrimonio y Familia, V,6.
Ed. FAX. Madrid.
[78] Nuevo Catecismo de
[79] Nueva Catecismo de
[80] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 8:28
[81] JEAN DANIELOU:
Dios y
nosotros, II. Ed. Taurus.
Madrid.
[82]SAN PABLO: Carta a los
Gálatas,
6:14
[83] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 7:14
[84] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Dios y su obra, Apéndice, 3º B, 3, nº
680. Ed. BAC. Madrid.
[85] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Dios y su obra, Apéndice, 3º B, 4, nº
690. Ed. BAC. Madrid.
[86] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 4:17
[87] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Dios y su obra, Apéndice, 3º, B, 2, nº
678. Ed. BAC. Madrid
[88]
[89] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Dios y su obra, Apéndice, 3º A, III,6,
nº 664. Ed.BAC. Madrid.
[90] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº842. Ed,
Herder. Barcelona
[91]
[92]. ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.: Teología de la salvación, 3ª,
VII, nº 327. Ed. BAC. Madrid
[93] KARL Rahner, S.I.:
Escritos de Teología, l, pgs.
243-252. Ed. Taurus. Madrid
[94] JUAN MANUEL IGARTUA,
S.I.: La resurrección de Jesús, 3ª, IV,
1. Ed. Mensajero. Bilbao,
1989
[95] Nuevo Catecismo de
[96]
[97] SAN AGUSTÍN: Confesiones, I,
1.
[98] Pedidos al autor:
Apartado 2546. 11080-Cádiz. Tel.: (956) 222 838. FAX: (956) 229
450
[99] STAUDINGER: Vida eterna, ll, 1. Ed. Herder.
Barcelona
[100] J. ALFARO, S.I.:
Persona y gracia. Revista
GREGORIANUM, nº 41(1960) 7s
[101] SAN PABLO: Primera
Carta a los Corintios, 13;12
[102] Nuevo Catecismo de
[103] SAN PABLO: Primera
Carta a los Corintios, 2:9
[104] ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.: Teología de la salvación, 3ª,
VII, nº 346. Ed. BAC. Madrid
[105] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 3ª, VII, nº
348. Ed. BAC. Madrid
[106] Apocalipsis 7:4
[107] Apocalipsis 7:9
[108] SAN PABLO: Primera
Carta a Timoteo, 2:4
[109] Evangelio de San
Marcos, 16:15s
[110] G. HERBERT,
S.I.: Los Testigos de Jehová, su historia y
su doctrina, V, 5, B, 1ª. Ed.
PPC.Madrid
[111] Conciencia Episcopal
Española: Ésta es nuestra fe, 2º, l, 11, 2,
e. EDICE. Madrid, 1986.
[112] SANTO
TOMÁS: De veritate, 14, XI,
1.
[113] RONALD A. KNOX:
Conferencias religiosas de Oxford, XIII.
Ed. APSA. Madrid.
[114] Concilio
Vaticano II: Lumen Gentium:
Constitución Dogmática sobre la Iglesia, nº
16
[115] Concilio
Vaticano II: Lumen Gentium.
Constitución Dogmática sobre la Iglesia, nº
14
[116] RONALD A.
KNOX: Conferencias religiosas de Oxford,
XIII. Ed. APSA. Madrid.
[117] SAN ALFONSO Mª DE
LIGORIO: Del gran medio de la oración, 1ª,
l. Ed.Perpetuo Socorro. Mad.
[118] JOSÉ SABATER: Dios es así, XXVl. Ed. Paulinas. Madrid.
Te recomiendo la lectura de este ameno e instructivo libro para que conozcas
mejor a Dios.
[119] SAN PABLO: Primera
Carta a Timoteo, 2:4
[120] ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.: Teología de la salvación, 1ª,
V, nº 108. Ed. BAC. Madrid
[121] ANTONIO ROYO MARÍN
O.P.: ¿Se salvan todos?, 2ª, III, 3, 3ª.
Ed. BAC. Madrid. 1995
[122] Evangelio de San
Juan,
10:10
[123] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 1ª, II, nº
45. Ed. BAC. Madrid
[124] Dr. MELCHOR ESCRIVÁ,
S.I.: Medicina de la personalidad, VIII.
Ed. Sal Terrae. Santander.1985
[125] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 318. Ed.
Herder. Barcelona
[126]
[127] SAN PABLO: Primera
Carta a Timoteo,2:4
[128] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 5:15
[129] ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.: Teología de la salvación, 1ª,
II, nº 19. Ed. BAC. Madrid
[130] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 321. Ed.
Herder. Barcelona.
[131] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 804. Ed.
Herder. Barcelona.
[132] SAN PABLO: Primera
Carta a Timoteo,2:3s; Segunda
Carta a los Corintios, 5:15;
Evangelio de S.Juan,3:17
[133] Nuevo Catecismo de
[134] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº693. Ed.
Herder. Barcelona
[135] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº464 y 693.
Ed. Herder. Barcelona.
[136] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº840. Ed.
Herder. Barcelona.
[137] FRANCISCO DE MIER.
Apuesta por lo eterno, IV, 1.
Ed. San Pablo. Madrid. 1997.
[138] SAN FRANCISCO DE
SALES: Meditaciones sobre la Iglesia,
3ª,II,5. Ed. BAC.
Madrid.1985.
[139] SAN PABLO: 1ª Carta a
los Corintios, 3:
10-15
[140] SAN PABLO: Segunda
Carta a Timoteo, 1:
16ss
[141] SAN FRANCISCO DE
SALES: Meditaciones sobre la Iglesia,
3ª,II,2. Ed. BAC.
Madrid.1985.
[142] Evangelio de SAN
MATEO, 12:32
[143] MAX MEINERTZ: Teología del Nuevo Testamento, 1ª, III, 3.
Ed. FAX. Madrid.
[144] Evangelio de SAN
MATEO, 25:
41
[145] Evangelio de San
Mateo, 12:
36
[146] Evangelio de San
Mateo, 18: 8; 25: 41,
46
[147] Primera Carta de San
Juan, 5:
16
[148] Apocalipsis, 21: 27
[149] Nuevo Catecismo de
[150] JAMES AKIN: El Purgatorio. En INTERNET:
Apologética católica. www.aciprensa.com
[151] ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.:
¿Se salvan todos?, 2ª, IX, 4, d.
Ed. BAC. Madrid. 1995
[152] WALTER MACKEN: El Purgatorio. Revista PALABRA, nº 244
(Xl-85)36
[153] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 464, 693. Ed.
Herder. Barcelona
[154] GUSTAVO THILS: Santidad cristiana, 3º, lll, 2, 4.
Ed. Sígueme.
Salamanca
[155] OTTO
ZIMMERMANN, S.I.: Teología ascética,
nº112. Seminario Metropolitano. Buenos
Aires.
[156] MIGUEL
PEINADO: Exposición de la fe católica, 5ª,
I, 145. Ed. BAC.
Madrid.
[157] FELIPE CALLE, O.S.A.:
Razona tu fe, XXXVI, 4.
Ed. Religión y Cultura. Madrid.
[158] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de la salvación, 3ª, VI, nº
312, 6º. Ed. BAC. Madrid.
[159] Evangelio de San
Mateo, 5:
7
[160] EDUARDO FDEZ.
REGATILLO, S.I.: Las indulgencias, nº
420-424. Ed. Sal Terrae.
Santander.
[161] Conferencia Episcopal
Española: Ésta es nuestra fe, 2ª, l, 11, 2,
d. EDICE. Madrid.
[162] Evangelio de SAN
LUCAS, 21:33
[163] Evangelio de San
Mateo, 24: 36. EVANGELIO de San
Marcos, 13:
32
[164]
[165] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 11:25ss
[166] INTERNET: La biblia y los Testigos de Jehová.
Apologética católica.
www.aciprensa.com
[167] ZENIT, Boletín
informativo del Vaticano en INTERNET:
ZS99073007.
[168] Nuevo Catecismo de
[169]Nuevo
Catecismo de
[170] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 8:11
[171] DENZINGER:
Magisterio de la Iglesia, nº 429., Ed. Herder.
Barcelona.
[172] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 40., Ed.
Herder. Barcelona.
[173] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 5:
10
[174] SAN LUCAS: Hechos de
los Apóstoles, 24,15
[175] Evangelio de San Juan,
5:
29
[176] Evangelio de San
Mateo, 25:
26
[177] Nuevo Catecismo de
[178] MICHEL: Los misterios del más allá, Vlll, 1.
Ed. Dinor. San
Sebastián.
[179] Nuevo Catecismo de
[180] SAN AGUSTÍN: Ciudad de Dios, XX,
19ss
[181] ANTONIO DÚE,
S.I.: El hombre ante Dios y la Ciencia, lV,
5. Ed. ESCELICER. Cádiz.
[182] MANUEL Mª CARREIRA,
S.I.: Doctor en Ciencias Físicas. Profesor de Física en la Universidad de
Cleveland (EE. UU.): El hombre, centro del
Universo. A.D.U.E. Madrid, 1983
[183] STAUDINGER: Vida eterna, lV, 1. Ed. Herder.
Barcelona.
[184] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: Teología de l salvación, 3ª, IX, nº
447. Ed. BAC. Madrid.
[185] ANTONIO ROYO MARÍN,
O.P.: El misterio del más allá,
lV. Ed. Rialp. Madrid.
[186] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Vida más allá de la muerte, III, 3.
Cuadernos BAC nº78. Madrid.1984.
[187] SAN PABLO: Carta a los
Filipenses, 3:21
[188] JOSÉ ANTONIO SAYÉS:
Más allá de la muerte, V,4.
Ed. San Pablo. Madrid.
[189] JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA:
La pascua de la creación, 2ª, V, 3, 3.
Ed. BAC. Madrid. 1996.
[190] JOSÉ
[191] FRANCISCO DE MIER:
Apuesta por lo eterno, VII, 6,a.
Ed. San Pablo. Madrid. 1997.
[192] LUCAS F. MATEO-SECO:
39 Cuestiones doctrinales, II,2.
Ed. Palabra. Madrid. 1990.
[193] SHEED: Teología y sensatez, XXV, 4. Ed.
Herder. Barcelona.
[194]
[195] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Vida más allá de la muerte, III, 4.
Cuadernos BAC nº78. Madrid.1984.
[196] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Vida más allá de la muerte, III, 2.
Cuadernos BAC nº78. Madrid.1984.
[197] Evangelio de SAN JUAN,
6:54
[198] CÁNDIDO POZO, S.I.:
La venida del Señor en la Gloria, II,
2. Ed. EDICEP. Valencia.
2002.
[199] CÁNDIDO POZO, S.I.: La venida del Señor en la Gloria, IV, 3.
Ed. EDICEP. Valencia.
2002.
[200] Evangelio de San
Mateo, 22:23-33
[201] San Lucas, Hechos de
los Apóstoles, 17:32
[202] San Lucas, Hechos de
los Apóstoles,26:24
[203] J. A. DOMÍNGUEZ
ASENSIO: La resurrección de la carne, IV,
3. Cuadernos BAC. Madrid.
[204] Nuevo Código de
Derecho Canónico, 1176, 3
[205] Evangelio de San
Mateo, 25:13; 24:42ss. Evangelio de San Marcos, 13:35ss; Evangelio de San Lucas, 12:
35-40
[206] CÁNDIDO POZO, S.I.:
La venida del Señor en la Gloria, IX,
1. Ed. EDICEP. Valencia.
2002.
[207] CÁNDIDO POZO, S.I.:
Teología del más allá,
Apéndice,3,8. Ed. BAC. Madrid,
1980
[208] Carta de los Hebreos,
9:
27
[209] Nuevo Catecismo de
[210] JUAN L. RUIZ DE LA PEÑA:
La pascua de la creación, 2ª, V, 4, 1.
Ed. BAC. Madrid. 1996.
[211] RONALD A.
KNOX: Conferencias religiosas de Oxford,
XVIII. Ed. apsa. Madrid.
[212] Concilio
Vaticano II: Lumen Gentium,
Constitución Dogmática sobre la Iglesia, nº
48.
[213] Cándido Pozo, S.I.:
Teología del más allá, 3ª, VII, 5.
Ed. BAC. Madrid. 1980
[214] VITTORIO MESSORI:
Algunas razones para creer, XI.
Ed. Planeta+Testimonio.
Barcelona.2000.
[215] Apocalipsis, 20: 13
[216] Apocalipsis,14:13
[217] Evangelio de San
Mateo, 7:
21
[218] Evangelio de San
Mateo, 19: 17
[219] Evangelio de San Juan,
14:
15
[220] SAN PABLO: Carta a
Tito, 1:
16
[221] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 5:
10
[222] Carta de
Santiago, 2:
26
[223] Carta de
Santiago, 2:
14
[224] Carta de
Santiago, 2: 24
[225] VITTORIO
MESSORI: Algunas razones para creer,
IX. Ed
Planeta+Testimonio.Barcelona.2000.
[226] Bob
stanley, s.i.:
http://home.inreach.com/bstanley/sluther.htm
[227] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 3:20
[228] JAMES AKIN: Las "obras
de la ley" y la salvación, del sitio en INTERNET, The Nazareth Apologetics,
Bible and Theology Page.Tradujo el Pbro. Marcelo Navarro, misionero del
Instituto del Verbo Encarnado en Guayana
[229] Carta de Santiago,
2:
24
[230] SAN PABLO, Carta a los
Romanos, 3:28
[231] Cardenal RENARD:
La fe hoy, XV. Ed. Palabra.
Madrid.
[232] Carta a los Hebreos,
11:
6
[233] ANTONIO ROYO
MARÍN,O.P.: La fe de la
Iglesia, 1ª, V, 36, Ed. BAC. Madrid.
1996.
[234] CÁNDIDO POZO,
S.I.: La fe, Vl. EDAPOR, Madrid.
1986.
[235] Evangelio de San
Mateo, 28:
19s
[236] Evangelio de San
Marcos, 16:
16