32,6.
Además, estos libros se escribieron para contemporáneos de Jesús[1] . Los
hechos que narran eran conocidos de todos; bien por haberlos visto
personalmente[2] , bien
por haberlos oído a quienes los vieron[3] . No
pudieron, por lo tanto, desfigurar nada de
«Los tres
primeros Evangelios fueron escritos, ciertamente, cuando aún vivían muchos de
los que presenciaron los sucesos allí narrados, y que estaban en condiciones de
contradecir sus afirmaciones, si lo tenían a bien»[5] .
Si los
evangelistas hubieran dicho lo que no es verdad, sus Evangelios hubieran sido
rechazados por aquella generación que era testigo de los hechos[6] . No
existe ningún documento que muestre este rechazo[7].
En cambio
los Evangelios Apócrifos, que
carecen de rigor histórico, fueron comúnmente rechazados[8]. Son
relatos fantasiosos e inverosímiles[9] .
Contienen errores en la geografía de Palestina, y les falta fidelidad al marco
histórico[10] .
Los
Evangelios falsarios llamados «Evangelios Apócrifos» nunca han sido aceptados
por la Iglesia, por no estar contenidos en el Canon de Muratori que es una lista de
los libros inspirados que hizo la Iglesia en el siglo II[11] .
El canon del
Nuevo Testamento fue establecido por el Concilio de Roma en el año 382 durante
el papado de Dámaso I. Los presentes en el Concilio de Roma incluyeron en el
canon todos los libros verdaderos y sólo los verdaderos[12].
Los datos
que dan los Evangelios sobre la geografía del país, situación política y
religiosa, y sobre las costumbres, concuerdan con lo que sabemos de todo esto
por otras fuentes. Además, los evangelistas murieron por defender la verdad de
lo que decían; y nadie da su vida por lo que sabe que es mentira.
Aparte de
que como están inspirados por Dios no pueden equivocarse ni mentir. El Concilio
Vaticano II dice que la Biblia entera está inspirada por Dios[13] . Y
San Pablo: «La Escritura está inspirada por
Dios»[14] .
«Los
evangelistas han visto lo que escriben y mueren por confesar lo que han visto.
Mueren mártires confesando los hechos y la doctrina de Jesús. A quien ve lo que escribe, y después
se deja matar por mantener lo que ha escrito, ya se le puede
creer»[15] .
32,7. Por
otra parte, los cuatro Evangelios narran los mismos hechos, coincidiendo en lo
fundamental y diferenciándose en lo accidental. Si cada uno por su lado se
hubiera propuesto engañar, no hubieran coincidido tanto; y si se hubieran puesto
de acuerdo para engañar, se hubieran evitado las diferencias
llamativas[16] . Cada
uno ha narrado sinceramente los hechos recogiendo los detalles que a él más le
habían impresionado. Cada evangelista hizo su selección de materiales y
acontecimientos, e incluso la sucesión de los hechos, según su finalidad
catequética. «Cada evangelista presenta desde un ángulo de visión personal la
figura y doctrina de Jesús»[17] . «El
Evangelio de Mateo, dirigido a una
comunidad cristiana proveniente del judaísmo, y el Evangelio de Lucas dirigido a una comunidad proveniente
de la gentilidad, muestran enfoque diverso»[18] .
«Las
narraciones evangélicas son diversas, los detalles de cada uno son diferentes,
sin que ninguno falte a
Los
Evangelios ofrecen diferencias
debidas a que no siempre citan textualmente las palabras de Jesús, ni cuentan las cosas con la
exactitud rigurosa que exigimos modernamente.
Cada uno
cuenta lo que recuerda a su modo, según su punto de vista, el fin que pretende y
según su propio estilo: unos se limitan a lo esencial, otros se extienden más en
los detalles, sin destacar claramente los elementos esenciales; unos tienen una
narración más abstracta, otros más concreta o popular, etc.
Varía mucho
la narración de un hecho según la psicología del narrador, de su modo de
observar, de su memoria, de su imaginación, de su carácter y del auditorio al
que se dirige. Teniendo en cuenta que no se trata de observadores o narradores
de psicología occidental y moderna de hoy día, sino de un mundo antiguo, de
cultura y mentalidad muy simple, en que domina más el elemento imaginativo.
Pero como
son libros inspirados, todo lo que dicen tiene la aprobación de Dios, que
respeta la peculiaridad del escritor-instrumento, y no le dicta como a un
mecanógrafo las cosas que tiene que decir, sino que respeta su modo de hablar, y
tan sólo le detiene ante el error[20] .
«Al llegar
Cristo tres lenguas sirven de
medio de expresión al pueblo judío:
a) El hebreo
en los ambientes muy cultos, y para la lectura sinagogal de la
Escritura.
b) El arameo
para el uso cotidiano.
c) El griego
para el comercio y los intercambios internacionales»[21] .
Por eso los
Evangelios se ponen en griego.
El Evangelio
de San Mateo se escribe para los
judíos, por eso se insiste en que Jesús es el Mesías profetizado en el
Antiguo Testamento, y alude con frecuencia a los modos de hablar y vivir de los
judíos[22] .
Tiene expresiones típicamente hebreas y da por conocidas costumbres judías.
«El
Evangelio arameo de San Mateo
podría haber sido compuesto entre los años 40 y 50. Desde luego fue escrito
antes de la destrucción de Jerusalén por los romanos el año 70, pues constata
que todos conocían el campo del alfarero, y el año 70 la caída de Jerusalén
«ocasionó la completa destrucción de la ciudad y su total despoblación: los
supervivientes fueron deportados»[23].
Su
traducción griega fue posterior al Evangelio de Marcos, al que utiliza»[24] .
El Evangelio
de San Marcos, probablemente el
primero que se escribió, refleja la catequesis en Roma de San Pedro, a quien acompañaba.
Probablemente escribe en Roma para los no judíos, y por eso traduce vocablos
arameos y explica muchas costumbres y tradiciones judías a los que no lo
son[25] .
La
El Evangelio
de San Lucas, compañero de
San Pablo, «por lo menos a partir
del año 49»[27] , deja traslucir la doctrina del Apóstol de
las Gentes[28] .
Escribe para comunidades de cristianos de mentalidad griega, procedentes del
paganismo, por eso se insiste en que Jesús
El Evangelio
de San Juan es el último que se
escribe. Por eso completa a los otros tres[29], y cuenta
cosas que los otros omitieron; es el más teológico de los cuatro.Se centra en la
persona de Jesús,como Hijo de
Dios.
«Los tres
primeros Evangelios están estrechamente emparentados. Se los puede poner en
columnas paralelas para abarcar sus textos de un solo vistazo.De ahí viene su
nombre de “sinópticos”»[30] . Se
pueden leer simultáneamente.
Hay quien
opina que el autor del cuarto Evangelio no
Es mucho más
lógico aplicar todo esto al apóstol San
Juan que introducir un nuevo personaje, también llamado Juan, que se reclinó sobre el pecho de
Jesús en
Pero los
Evangelios dicen que a la cena con Jesús
sólo se sentaron los doce[38]
Por otra
parte[39] en los
otros tres Evangelios al apóstol Juan
se le nombra diecisiete veces, en cambio en el cuarto no se le nombra
ni una. Siempre se le llama «el Discípulo Amado».
Esta
sustitución se explica si el apóstol Juan
y el «Discípulo Amado» son la misma persona.
«De hecho la
tradición juzgó siempre que el discípulo amado era el apóstol San Juan, y el mismo cuarto
Evangelio[40] atestigua que su autor fue el
apóstol Juan»[41] .
Además en el
cuarto Evangelio se habla repetidas veces de la amistad entre San Pedro y el «Discípulo Amado», y San
Lucas en los Hechos de los
Apóstoles dice que el amigo de San
Pedro era el apóstol San
Juan.
La
introducción de otro Juan,
distinto del apóstol, no tiene sentido.
«El autor
del cuarto Evangelio se identifica, sin equívoco, con el discípulo amado de
Jesús, uno de los Doce. (...)
Desde el siglo II se atribuye el cuarto Evangelio al apóstol Juan. (...) Desde su primera difusión la
Iglesia recibió el cuarto Evangelio como de Juan, el apóstol»[42] :
entre otros, Tertuliano, el canon
Muratoriano, Clemente de Alejandría
y San Ireneo de Lyon,
discípulo de San Policarpo,
que fue amigo del apóstol San
Juan.
Dice San Ireneo[43] , en
su obra Adversus
haereses, del
siglo II, que San Juan, «el discípulo del Señor que se
reclinó sobre su pecho», dictó su
Evangelio en Éfeso, siendo ya anciano. Esto explicaría el distinto estilo entre
el Evangelio y el Apocalipsis, pues el amanuense pudo ser una persona culta que
mejoró el griego de San
Juan.
Los que
atribuyen el cuarto Evangelio a Juan el
Anciano dicen que el apóstol San
Juan murió martirizado
con su hermano Santiago. Pero esto
es inadmisible pues San Lucas
cuenta el martirio de Santiago en
el capítulo XII de los Hechos de los
Apóstoles sin hacer ninguna mención de Juan. Este silencio no es posible si
hubieran muerto los dos hermanos juntamente. Además «nos muestra después, en el
capítulo XV, al apóstol San Juan
tomando parte en la asamblea de Jerusalén en fecha ciertamente
posterior a la muerte de Santiago[44] .
¿No será
Juan el Anciano el mismo apóstol
Juan que era ya muy anciano cuando
dictó su Evangelio en Éfeso? El mismo apóstol San Juan se designaba a sí mismo con este
nombre en sus cartas[45] .
32,8. «LOS
EVANGELIOS NO SON OBRAS DE HISTORIA, en el sentido moderno de esta
palabra»[46].
«Los
evangelistas no escribieron sus libros como un historiador actual puede
describir un hecho histórico investigado por él»[47] con
fechas concretas e itinerarios exactos. «Los Evangelios no son una sucesión de
hechos cronológicamente narrados, sino una catequesis para la fiel trasmisión de
la verdad cristiana»[48]
Mateo yuxtapone
milagros y parábolas que han tenido lugar en momentos muy diferentes. Y Lucas
ordena todo en un viaje a Jerusalén.
«Los
Evangelios no tienen forma histórica, sino de mensaje. Los evangelistas no
pretenden relatar los acontecimientos en orden exactamente cronológico, sino
presentar la persona, la doctrina, la obra redentora de Jesús, a los hombres con el fin de que
crean»[49] .
«Los
Evangelios son relatos fragmentarios y esquemáticos, selecciones y resúmenes.
Por otra parte, han tenido siempre la finalidad práctica de la predicación:
pretenden ser una enseñanza, transmitir un mensaje que hemos de acoger y vivir
en la fe; no pretenden tanto darnos una información, cuanto contribuir a la
formación de un mundo nuevo, nacido de la obra redentora de Cristo; presentan al Señor Jesús, para que uno se encuentre con Él y
se haga su discípulo»[50] .
Los
evangelistas no pretendieron hacer una exposición sistemática de la doctrina
de Jesús[51].
«Los
Evangelios no son ni un diario ni una biografía en el sentido moderno de
Generalmente, el evangelista, no
tiene ningún interés cronológico. A veces acumula parábolas, milagros o
controversias con los judíos con una palabra de enlace («entonces», «enseguida», «después»);
aunque hayan ocurrido en momentos muy distantes. «La intención de los
evangelistas fue inculcar una forma de vida, una enseñanza religiosa. Lo
histórico es base de la narración, pero no como nosotros entendemos hoy la
historia»[53] .
Los
Evangelios son libros históricos porque relatan acontecimientos que han ocurrido
realmente, aunque la historia no la entiendan al modo actual. No todo lo que
cuentan aconteció exactamente como se narra. El estilo de aquel tiempo da
libertad al historiador para que ilustre
El estilo de
aquel tiempo permite al historiador incorporar en su narración todo lo que
ayude, aunque no haya sido real. Son recursos narrativos accidentales para dar
amenidad o interés a
A ellos les
bastaba la historicidad del fondo de la narración.
Hoy pedimos
historicidad en todos los detalles, pero entonces no era
así.
Por ejemplo,
cuando San Mateo dice que en la
multiplicación de los panes había cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños,
se refiere a una gran multitud, no precisamente a cinco o diez mil personas;
pues en aquella zona en aquel tiempo era casi imposible reunir tanta
gente.
También
nosotros decimos: «Te lo he repetido mil veces», y lo que queremos decir es
«muchas veces».
Pero su
estilo describiendo lugares y encajando personajes históricos en su tiempo, dan
a entender claramente que no pretenden hacer una obra de ficción. A veces,
aunque no siempre, señalan con exactitud el día y la hora, y dan una porción de
detalles que muestran la voluntad de describir hechos reales[54] .
El Evangelio
es «histórico» en el sentido vulgar, corriente. Así lo creyó siempre la Iglesia:
los Padres y los fieles[55] . Es
evidente que no fueron «inventados».
«Aunque es
incontestable que los evangelistas quisieron hacer un trabajo de historiadores,
no era ésa su única preocupación. Lo que ellos querían era prolongar la
enseñanza de Aquél a quien la resurrección transformó en
viviente»[56].
Los
evangelistas afirman que lo que narran es la verdad[57] .
San
Lucas al principio de su evangelio
garantiza a los lectores de «la certeza» de su narración, pues son «cosas verdaderas y auténticas».
Dice
San Lucas[58] que se
ha determinado escribir los acontecimientos recientemente ocurridos «después de haber investigado con exactitud todos esos sucesos desde su
origen»[59] .
Y San Juan afirma que lo que él narra es
«lo que vieron sus ojos y oyeron sus
oídos»[60]. «Aquel que lo ha visto da testimonio de
ello , y su testimonio es cierto: y él sabe que dice la verdad a fin de
que vosotros creáis»[61] .
«Los
Evangelios refieren fielmente los hechos y dichos de Jesús. Lo prueba suficientemente el
concepto de “testimonio”, “testigo”, “testimoniar” que ocurre más de ciento
cincuenta veces en el Nuevo Testamento y que los mismos Apóstoles se aplican a
sí mismos. (...) Podemos afirmar, sin género ninguno de duda, que el principio
“quod traditum est” [lo que hemos
recibido] era reconocido en todas las Iglesias como el canon para distinguir las
doctrinas falsas de las verdaderas»[62] .
«Los
Evangelios aparecen escritos sin verdadera preocupación apologética, en el
sentido moderno de la palabra, sino con el fin de transmitir, tal cual, el hecho
de que dan testimonio (...). Los Evangelios no son una especulación doctrinal,
sino la atestación de un hecho (...). Los autores no sólo no hacen su propio
elogio, sino que hasta desaparecen detrás de su obra. No se inciensa a los
Apóstoles, se les presenta sin inteligencia, ambiciosos, pendencieros, cobardes,
traidores. Se presenta a Cristo
abandonado del Padre (...). Los milagros están descritos con una sobriedad que
los distingue inmediatamente de los relatos no evangélicos»[63] .
«El origen
apostólico, directo o indirecto, y la génesis literaria de los Evangelios
justifican su valor histórico. Derivados de una predicación oral que se remonta
a los orígenes de la comunidad primitiva, tienen en su base la garantía de
testigos oculares. Indudablemente ni los Apóstoles ni los demás predicadores y
narradores evangélicos trataron de hacer historia en el sentido técnico de esta
palabra; su propósito era menos profano y más teológico; hablaron para convertir
y edificar, para inculcar e ilustrar la fe, para defenderla contra los
adversarios. Pero lo hicieron apoyándose en testimonios verídicos y
controlables, exigidos tanto por la probidad de su conciencia como por el afán
de no dar pie a refutaciones hostiles (...) Si los Evangelios no son “libros de
historia”, no es menos cierto que no tratan de ofrecer nada que no sea
histórico»[64] .
«El valor
histórico de los Evangelios, aparte de ser cierto para el crítico, es para el
católico una verdad de fe»[65] .
«Los
Evangelios no son un simple libro doctrinal que ofrece unas ideas sobre Dios, el
hombre y el mundo; sino un auténtico anuncio del Reino de Dios, manifestado en
Jesucristo.
»La
historicidad de que están revestidos no puede llevar a ver los Evangelios nada
más que como una venerable documentación y reliquia del pasado. El Evangelio hay
que sentirlo vivo y actual, situarlo en el presente más inmediato. No fueron
palabras y hechos que se dijeron y realizaron ayer. Es mensaje intemporal, y
buena noticia que anuncia la salvación.
»Los
Evangelios no son tanto para leer cuanto para vivir. No son un libro de
referencia técnica para entender, sino de revelación divina y de ejemplaridad.
(...) Interpelan la fe, y son una insistente llamada a la
conversión»[66].
Se han hecho
estudios comparativos de todas las
copias que conservamos de cada uno de los evangelistas[67] .
Hort,
«uno de los más seguros críticos del
siglo XIX»[68] resume
sus investigaciones de veinticinco años, y las de su colega Wescott, en su edición crítica del original
griego del Nuevo Testamento con estas palabras: «las variantes que tocan a la
sustancia del texto son muy poco numerosas, y pueden ser valuadas en menos de la
milésima parte del texto»[69] .
«La inmensa
mayoría de la variantes se refieren únicamente a la forma exterior: ortografía,
orden de las palabras y términos sinónimos»[70] .
De las
ciento cincuenta mil variantes, sólo quince son de importancia, y ni una sola
toca a la fe de la Iglesia[71] .
Eso da idea
del esmero con que se copiaron[72] .
Aquella
generación cristiana que había presenciado los hechos que se narran en los
Evangelios, los encontraban tan correctamente relatados, que los copiaban a mano
(entonces no había imprenta) y los transmitían de generación en generación, de
modo que hoy tenemos de los Evangelios más copias que de ningún otro libro de
aquel tiempo.
«Ningún otro
autor, ni religioso, ni profano, de aquellos tiempos, puede presentar la
cantidad de papiros, de códices, de citas de autores de aquel tiempo o de
inmediatamente después, como los libros del Nuevo Testamento pueden
ofrecer».[73]
Los
originales se han perdido. Tanto de los Evangelios como de todos los libros de
aquel tiempo, pues entonces se escribía en hojas de papiro, que es un material
deleznable que se deteriora y se deshace fácilmente. Desde el siglo IV se empleó
el pergamino, sacado del cuero animal, y se empezaron a usar a manera de libros,
llamados códices[74] .
Puede ser
interesante mi vídeo: Razones para ser
católico, donde hablo de la historicidad de los
Evangelios[75] .
«En favor de
la autenticidad de los Evangelios existe tal tradición literaria como no existe
de ningún otro escrito de
A nadie se
le ocurre dudar de la autenticidad
de las obras de los clásicos latinos César,
Cicerón, Horacio y Virgilio. A pesar de que -aunque todos ellos
vivieron tan sólo 50 años antes de Jesucristo- no conservamos, ni con mucho,
las pruebas que conservamos de los Evangelios.
El autor
clásico contemporáneo de Jesucristo de quien conservamos mejores
documentos es Virgilio. Pues bien,
de Virgilio, sólo tenemos tres
códices unciales. En cambio de los Evangelios tenemos doscientos doce.
¡Superioridad aplastante![77] .
De Platón los manuscritos que conservamos son
1500 años posteriores a él[78] . De
Aristóteles, que vivió 300 años
antes de Cristo, «quizá el hombre
de inteligencia más amplia que haya existido»[79], cuyo
Tratado de Lógica sigue siendo
hoy día la base de todo razonamiento filosófico, el manuscrito más antiguo que
conservamos es 1400 años posterior a él.
Nuestro gran
historiador contemporáneo de fama mundial, Menéndez Pidal, Premio March, que murió en
1968, en su Historia de
España[80] , en
treinta tomos, de
Del
historiador griego Polibio, que
murió 120 años antes de Cristo, y
de quien Mommsen, Catedrático de
Historia Antigua de la Universidad de Berlín y Premio Nobel, dice que «a él es a
quien deben las generaciones posteriores, incluso la nuestra, los mejores
documentos acerca de la marcha de la civilización romana»[82] , el
manuscrito más antiguo que de él conservamos es 1067 años posterior a su
muerte[83] .
En cambio,
de los Evangelios conservamos manuscritos muy próximos a
ellos.
El
Evangelio de San Juan se escribió
el año 95[84] ; pues
bien, en 1935 se descubrió el papiro Rylands (P.52) sobre este Evangelio, que se
conserva en Manchester. Fue encontrado en Egipto en 1920 por el científico
británico B.P.Granfell para el
librero John
Rylands[85] .
Según los especialistas se escribió hacia el año 130[86] . Tan
sólo 35 años después. ¡Esto es maravilloso!
El papiro
Bodmer II, que se conserva en la
Biblioteca de Cologny, en Ginebra, y que contiene casi en su totalidad el
Evangelio de San Juan, es 100 años
posterior a él[87] . En
1956 fue publicado por V.
Martín[88]
De los tres
siglos posteriores a Jesucristo se
conservan treinta papiros[89] . Esto
es un caso único en toda la historiografía
grecorromana.
En 1972 el
Padre José O´Callaghan, jesuita
español papirólogo, Profesor de
En once
cuevas aparecieron seiscientos rollos de pergaminos. En estos manuscritos, que
se descubrieron en 1947, han aparecido textos del Éxodo, Isaías, Jeremías, etc.
De casi todos los libros del Antiguo Testamento.
Estos
manuscritos han sido estudiados por E. L.
Sukenik, de
El texto
descifrado por el P. O´Callaghan
es un fragmento del Evangelio de San
Marcos enviado a Jerusalén por la cristiandad de Roma y que los
esenios escondieron en esa cueva en ánforas, una de las cuales tiene el nombre
de ROMA en hebreo[91] .
Probablemente esto ocurrió cuando la
invasión de Palestina por los romanos, antes de la ruina de Jerusalén del año
70.
En concreto
cuando se aproximaban las tropas de Vespasiano el año 68[92] .
Este
descubrimiento ha sido considerado como el más importante de este siglo sobre el
Nuevo Testamento[93]. . En 1991
se ha publicado una edición facsímil con 1.787 fotografías de estos
manuscritos[94] .
La
identificación del P. O’Callaghan
es tan seria que Orsolina
Montevecchi, Presidenta de
Esta
interpretación del P. O´Callaghan
ha sido recientemente confirmada por el eminente Profesor alemán de la
Universidad de Oxford, Carsten Peter
Thiede, en la prestigiosa revista internacional
BIBLICA[96] .
Thiede, dice textualmente:
«Conforme a las reglas del trabajo paleográfico y de la crítica textual, resulta
cierto que 7Q5 es Marcos, 6:52s».
Thiede ha publicado un estudio apoyando al
P. O´Callaghan titulado ¿El manuscrito más antiguo de los
evangelios?[97]
«Son cada
vez más los que aceptan esta identificación», ha dicho el P. Ignacio de La Potterie, S.I., como se ha
visto en el Simposio Internacional celebrado del 18 al 20 de octubre de 1991 en
Eichstät[98], donde
apoyaron esta opinión los expertos en papirología Hunger, de la Universidad de Viena, y
Riesenfeld, de la Universidad de
Úpsala (Suecia).
El texto 7Q5
ha sido estudiado en ordenador por IBICUS de Liverpool, y se ha demostrado que
esa combinación de letras, en la Biblia, sólo se encuentra en Marcos 6:52s, que es el 7Q5[99] .
«El Profesor
Herbert Hunger, Director de la
colección de papiros de
El
paleógrafo inglés Roberts, de la
Universidad de Oxford, primera autoridad mundial en paleografía griega, antes de
que se descifraran estos papiros, estudiando la grafía, afirmó que eran
anteriores al año 50 después de Cristo[101] , es
decir, unos 20 años después de la muerte de Jesús, y 10 años después que Marcos escribiera su Evangelio. Sin duda es
anterior al año 68 en que fueron selladas las cuevas del Qumrán, con los papiros
dentro, antes de huir de las tropas de Vespasiano, que invadieron aquel territorio
el año 68[102] . Se trata,
por lo tanto,del manuscrito más cercano a Jesús de todos los
conocidos[103] .
«El
descifrador de estos documentos ha manifestado que ya no puede afirmarse que el
Evangelio sea una elaboración de la antigua comunidad cristiana, y que tuvo un
período más o menos prolongado de difusión oral antes de ser escrito, sino que
tenemos ya la comprobación de los hechos a través de fuentes
inmediatas».
Este
descubrimiento ha dado al traste con las teorías de Bultmann. La proximidad de este manuscrito
al original echa por tierra la hipótesis de Bultmann, según la cual los Evangelios son
una creación de la comunidad primitiva que transfiguró «el Jesús de la historia» en «el Jesús de la fe».
Este
descubrimiento confirma científicamente lo que la Iglesia ha enseñado durante
diecinueve siglos: la historicidad de los
Evangelios.
Más tarde,
el mismo O´Callaghan, descubrió
otro fragmento de la misma gruta que encajaba perfectamente en el texto de
La ofensiva
contra la historicidad de los Evangelios comenzó con Friedrich Strauss en 1835.
El célebre
teólogo protestante Oscar
Cullmann, seguidor un tiempo de Bultmann, reconoce que se separó de
Bultmann por la
interpretación que éste hacía de
El cardenal
Eugenio de Araujo Sales, arzobispo
de Río de Janeiro (Brasil), ha escrito: «Bultmann cree que los relatos del Nuevo
Testamento no presentan una revelación, sino que son reproducción de mitos de
culturas paganas»[106].
Uno de los
seguidores de Bultmann ha dicho de
este descubrimiento del 7Q5: «Habrá que echar al fuego siete toneladas de
erudición germánica»[107] .
«El lapso de
tiempo que transcurre entre los acontecimientos y la composición de los
Evangelios es tan breve, que no permite la formación de un mito contrario a la
historia»[108] .
Recientemente el Dr. Carsten Peter Thiede ha publicado en la
revista alemana Zeitschrift Für
Papyrologie , especializada en papirología, haber descubierto un
papiro con un fragmento del capítulo veintiséis del Evangelio de San Mateo, escrito en el siglo I de nuestra
Era. «Thiede estableció su
datación como anterior al año 66 de la era cristiana»[109] .
Se trata del
Magdalen Cr. de Roma 17,
por encontrase en la Biblioteca del Colegio de la Magdalena de Oxford. Fue
donado a este Colegio por el papirólogo Rvdo.
Charles B. Huleat, antiguo alumno de este Colegio, que había sido
capellán de
Los
originales de los Evangelios se han perdido, como los de todos los libros de
aquel tiempo, pues se escribieron en papiros, planta oriental de material
deleznable, que se deshace fácilmente. Por eso quedan muy pocos papiros. Desde
el siglo IV se empleó el pergamino, sacado del cuero animal, que se empezaron a
utilizar en forma de libros. A éstos se les llama códices[113].
_
No es claro
cuál de los Evangelios se escribió primero. Unos opinan que fue el de San Marcos, otros que fue el texto hebreo
de San Mateo, que más tarde
se tradujo al griego[114] .
El Padre
B. Manzano, S.I., que es un
especialista en temas de Palestina, da estas fechas en las que probablemente se
escribieron los tres Evangelios sinópticos.
El Evangelio
de San Mateo, entre el 37 y el
42.
El Evangelio
de San Marcos, entre el 40 y el
45.
El Evangelio
de San Lucas, entre el 47 y el
56.
El Evangelio
de San Juan, como dije antes, se
escribió en el año 95
H.J.
Schultz, Profesor de la Universidad de
Würtzburg (Alemania) afirma que ningún Evangelio sinóptico fue escrito después
del año 70. Esta opinión ha sido apoyada por el célebre exégeta Rudolf Schnackenburg «por el peso de las
argumentaciones presentadas»[115] .
Algunos
piensan que si los Evangelios se escribieron varios años después de la muerte de
Cristo, quizás no reflejaran con
exactitud los dichos de Jesús,
sino que tal vez sean una libre reconstrucción. Pero hay que tener en cuenta la
costumbre de los hebreos de memorizar la Biblia, el Talmud, la Torá, etc. «De
este modo podemos tener la garantía de que los textos evangélicos nos acercan al
verdadero pensamiento de
En el
siglo II, los Evangelios son confirmados por Papías, discípulo de San Juan; por Clemente Romano, discípulo de San Pedro, y Papa del año 91 al año 100;
por San Ignacio de Antioquía,
también discípulo de San Juan; por
San Justino, San Ireneo, Obispo de
Lyon y discípulo de San Policarpo,
amigo de San Juan; por Orígenes, Tertuliano, Clemente de Alejandría, el
pastor Hermas, etc. etc. Todos ellos del siglo II.
El texto de
los Evangelios se nos ha
transmitido literalmente en lo esencial. Es cierto que no poseemos
los originales. Pero lo mismo ocurre con todos los escritores de aquel
tiempo[117] . Esto
se debe a la fragilidad del material sobre el que entonces se escribía.
El texto
sagrado se copiaba con tanto interés y se guardaba con tanto cariño, que por eso
no existe ningún libro de aquel tiempo que se le pueda comparar en número y
calidad de manuscritos.
Es, además,
excepcional el estado de
conservación. De los autores latinos las obras completas más antiguas
que conservamos son posteriores al siglo VIII. En cambio, códices evangélicos
completos, de los siglos IV al VI, se conservan setenta y ocho.
Y los
Evangelios se citaban con tal frecuencia que solamente con las citas que existen
en las obras de siete escritores de los siglos II al VI (Justino, Ireneo, Clemente, Orígenes, Tertuliano,
Hipólito y Eusebio) se podrían reconstruir en toda su integridad los
cuatro evangelios: se conservan de ellos 26.487 citas[118] .Por
todo esto, el gran crítico inglés en literatura clásica[119] ,
B.H.Streeter, confiesa que los
Evangelios (en cuanto a su autenticidad) tienen la posición más privilegiada que
existe entre todas las obras de la antigüedad.
Por tanto,
quien no admite lo que dicen los Evangelios, no tiene derecho a creer en nada de
«Quien dude
o niegue la historicidad de los Evangelios debe, lógicamente, dudar o negar la
historicidad de todo libro histórico, es decir, debe ser escéptico universal en
materia de historia»[120] .
Una de las
cosas en que más insisten los Evangelios es en los milagros que Cristo hizo para probar que era
Dios.
32,9. Nada
nos dice el Evangelio sobre el aspecto
externo de Jesús. No era costumbre en los historiadores de aquel
tiempo.
El primer
historiador que describe a sus personajes fue Plutarco en sus Vidas paralelas, y los Evangelios
son anteriores a Plutarco.
Por eso los
cuatro evangelistas guardaron silencio sobre su estatura, el color de sus ojos,
el tono de su voz y los rasgos de sus facciones.
Sabemos que
su mirada era irresistible: una mirada capaz de hacer, con sólo su fuerza, que
los hombres lo abandonaran todo por seguirle. Una mirada profunda, tierna,
penetrante. Una mirada llena de bondad, de un Ser que era todo bondad. De un Ser
que recorrió haciendo el bien las tierras de Judea, Galilea, Samaría..., curando
enfermos, consolando a los desheredados del mundo..., dándose a todos,
apiadándose de todos, amando a todos... Del Ser que pronunciara las palabras más
dulces que jamás tomaron forma en unos labios humanos: «Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y Yo os
aliviaré»[121] .
Dice
F. Dostoieski: «Creo que no existe
nada más bello, más profundo, más atractivo, más viril y más perfecto que
Cristo»[122] .
En
Los
Evangelios nos describen a un ser excepcional, a un hombre que en sólo tres años
de vida pública, en un radio de acción de escasos kilómetros, trastornó al
mundo, de modo que el tiempo se divide en los siglos que le esperaron y los que
siguen a su venida[124] .
Cristo iluminó con
su doctrina la vida del hombre con visión de eternidad, y transformó los valores
del pensamiento humano.
Jesucristo ha sido el
hombre más grande de
Jesucristo ha sido
amado con heroísmo. Millares y millares de mártires dieron por Él su sangre.
Millares y millares de santos centraron en Él su
vida.
Santos de
todos los tiempos, de todas las edades, de todas las clases sociales. Unos con
corona de reyes, y otros con los pies descalzos; unos con hábito de monje, y
otros con cinturón de soldado; unos con chaqueta y corbata, y otros con manos
encallecidas de obrero; muchachos de corazón puro, y muchachas de mirada limpia
y andar recatado. Todos éstos le amaron heroicamente y alcanzaron la corona de
la inmortalidad.
Jesús ha sido
también el hombre más combatido de la humanidad. ¿Qué tendrá este hombre que
murió hace dos mil años y hoy molesta a tantos
vivos?
Jesucristo «hubiera
quedado ignorado para siempre si de él no hubiera salido el cristianismo.
(...)Su tentativa hubiera quedado para siempre en silencio, si no hubiera
llegado a ser la Iglesia»[125] .
Puede ser
interesante mi vídeo: CRISTO, el más
grande[126] .
32,10.
Jesús vivió la mayor parte de su
vida como un obrero, ganando su sustento con el sudor de su frente y el trabajo
de sus manos. Ejercía el oficio de carpintero en un taller humilde y alegre de
Nazaret. De este modo dignificó y ennobleció el
trabajo.
Cristo,
como dice la Biblia: «se
hizo igual al hombre en todo menos en el pecado»[127]. Cuando
San Pablo dice que Cristo «se hizo pecado por
nosotros»[128] se
refiere a que tomó sobre sí la pena debida por nuestros pecados; pero no la
culpa, lo cual sería incompatible con
Recientemente ha circulado la
blasfemia de que Jesucristo tuvo
relaciones sexuales con
La vida y
doctrina de Jesucristo son para
nosotros un ejemplo de lo que tenemos que hacer para alcanzar el Reino de los
Cielos, es decir, para salvarnos. Él nos enseña el camino del
cielo.
Cuando
Jesucristo tenía unos treinta años
comenzó a predicar su doctrina. Sanó milagrosamente a muchísimos enfermos y
remedió a necesitados. Su vida pública puede resumirse en estas palabras de
San Pedro: «Pasó haciendo el
bien»[129] .
Por eso
muchos le seguían como discípulos. De entre ellos eligió doce para formarlos
especialmente y para que, al faltar Él, continuaran su
obra.
Pero la
clase dirigente judía no podía tolerar que un desconocido, no educado con ellos,
les desplazara del favor popular. Creció la envidia y con ella el odio. Se
cegaron hasta no ver las cosas más claras. «Este hombre -decían- hace muchos
milagros y todos se van con él». Lo lógico hubiera sido que, ya que reconocían
los milagros, se rindieran ante ese testimonio de Dios, y le siguieran. Pero no:
se obcecaron y no pararon hasta que lo prendieron y lo entregaron a la
autoridad romana, arrancándole la sentencia de muerte en cruz, que es la muerte
más afrentosa que entonces se conocía.
Hoy hay un
acercamiento de los judíos a la persona de Jesús. Se han escrito varios libros de
judíos en este sentido. Uno de los más conocidos es el de Joseph Klausmer titulado: Jesús von Nazaret , publicado en
Jerusalén.
Actualmente
hay trescientas cincuenta comunidades de judíos, principalmente en Estados
Unidos e Israel, que creen que Jesús es el Mesías prometido por Dios a
Israel. Se llaman «judíos mesiánicos»[130]. En Estados
Unidos se ven jóvenes con camisetas en las que se lee: Jews for Jesus, «los judíos por Jesús».
Recientemente han pasado al
catolicismo del judaísmo personas eminentes, como el historiador Ludovico Pastor, el gran rabino de Roma
Eugenio Zolli[131] y la
filósofa alemana Edith Stein
(1891-1942), mujer polifacética, que fue judía, atea, cristiana, carmelita,
mártir y santa. Se convirtió al catolicismo a los 30 años de edad, en
1922, se hizo carmelita a los 40, en 1934, en Colonia, y murió en la
cámara de gas del campo de Auschwitz, el 9 de agosto de 1942, durante la Segunda
Guerra Mundial[132] . Ha
sido canonizada por Juan Pablo II,
el 11 de octubre de 1998,
y es la primera santa de origen judío que
En Medina
Sidonia (Cádiz) está enterrada Simi
Cohen, hija de padres judíos, residentes en Gibraltar, que huyó de su
hogar paterno, a los dieciséis años, para hacerse católica. Llegó a Medina
Sidonia donde se consagró a Dios tomando los hábitos de las Agustinas Recoletas.
Allí llevó una vida santa muriendo en
Hermann Cohen,
judío prusiano, educado en el seno
de una familia de banqueros de Hamburgo, músico famoso, discípulo predilecto de
Liszt, se convirtió al catolicismo
ya adulto, ingresó en los Carmelitas Descalzos, y fundó la Adoración
Nocturna[135].
Alfonso de
Ratisbona, joven judío empedernido indiferente
religioso se convirtió al catolicismo y se hizo sacerdote[136].
La
intelectual judía Simone Weil, que
murió el 23 de agosto de 1943, se bautizó en
Recientemente también se ha
convertido al catolicismo el célebre Dr.
Bernard Nathanson, que era judío y ateo. Después de ser un gran
abortista, se hizo anti-abortista y se convirtió al catolicismo recibiendo el
bautismo el 9 de Diciembre de 1996 de manos del Cardenal O’Connor de Nueva York. Escribió su
conversión en el libro La mano de
Dios[138] .
Fue muy
notable la conversión del también judío André
Frossard, comunista e hijo de comunista. Fue hijo del Primer
Secretario General del Partido Comunista Francés que entró ateo en una iglesia y
salió católico. Así lo cuenta él en su libro: Dios existe, yo me lo encontré, un éxito
mundial.
«Karl Herzfeld,
físico eminente, abrazó la fe
católica a partir del judaísmo, y la vivió hasta su muerte con sinceridad y
profundidad»[139].
Los medios
de información han hablado de la conversión de Bob Dylan, famoso cantautor norteamericano,
de origen judío, que en el concierto ante el Papa Juan Pablo II, en Bolonia, en Septiembre de
1997, con ocasión de la clausura del Congreso Eucarístico Nacional italiano,
tuvo que interrumpir su intervención estallando en lágrimas[140] .
32,11. Los
evangelistas escriben desde su fe en que Jesús es Hijo de Dios. Así lo afirma
Marcos al principio de su
Evangelio[141], y San Juan al final del suyo[142].
La expresión
«Hijo de Dios» no siempre supone divinidad, según el uso de esta expresión entre
los judíos. Pero el Profesor de
Jesucristo se presenta
como Dios[144]. Ningún
otro fundador de religiones ha tenido tal osadía.
«De ningún
profeta o filósofo se puede decir que proclamara su divinidad»[145].
Buda
(siglo VI antes de Cristo), Zarathustra (Zoroastro) (siglo VI
antes de Cristo), Lao-Tse (VI
antes de Cristo), Confucio (siglo
V antes de Cristo), o Mahoma
(570-632)[146] presentaron una religión más o
menos moralizante, pero ninguno de ellos pretendió ser Dios[147]. «Buda fue bueno y misericordioso con los
hombres, (...) pero jamás se dio por Hijo del Eterno. (...) Fue un filósofo,
(...) nada más»[148] .
Es curioso
que mientras el Evangelio manda amar al prójimo, el budismo dice que no hay que
amar
Jesucristo dijo
que Él era Dios.
Si esto no
fuera verdad, hubiera sido una locura. Proclamarse Dios en Roma o en Grecia, que
eran politeístas, no hubiera sido problema. Un dios más en el Panteón no tenía
importancia. Pero proclamarse Dios ante los judíos, que eran monoteístas, era
una locura. Al hacerlo ante Caifás le costó la vida por blasfemo.
Repetidas
veces se presentaba a sí mismo como Dios: «Yo no soy de este mundo»[150]; «Yo
existía antes que el mundo existiese»[151]; «Quien me ve a
Mí, ve al Padre [152]; «El Padre y Yo
somos una misma cosa» [153].
Es como decir: «los dos somos de la
misma naturaleza. Yo soy Dios como el Padre».
En el Credo
rezamos: «Sentado a la derecha del Padre», es decir, con el mismo poder del
Padre.
Los textos
en que Jesucristo muestra su
inferioridad respecto al Padre, son siempre refiriéndose a su naturaleza
humana.
Como
Cristo tenía dos naturalezas, de
Dios y de hombre, los textos del Evangelio unas veces se refieren a Jesucristo como Dios, y otras a Jesucristo como hombre. Que Jesucristo fue verdadero hombre es
clarísimo: pasaba hambre y por eso se acercaba a la higuera a ver si tenía
higos[154]; pasaba sed
y le pedía a la samaritana que le diera agua del pozo[155]; se cansaba
y se quedaba dormido en la barca[156], etc.
etc.
Jesucristo también
tenía naturaleza divina como se deduce de multitud de textos. Repetidas veces se
llama Hijo de Dios[157] .
Pero esta
filiación divina de Jesucristo es
de distinta manera que la del resto de los hombres. Por eso hace esta
distinción: «Mi Padre y vuestro
Padre»[158] . Mientras los hombres
somos hijos adoptivos[159], Jesucristo es Hijo natural, es decir, de la
misma naturaleza del Padre: tiene la misma naturaleza
divina.
Los hijos
siempre tienen la misma naturaleza que sus padres: el hijo de un pez es pez, el
hijo de un pájaro es pájaro, el hijo de un hombre es hombre, el hijo de
Dios es Dios.
Nosotros
somos hijos por adopción[160]. Jesucristo lo es por generación. Por eso se
llama «Hijo
Unigénito»[161].. Dice
San Pablo que «Cristo siendo de naturaleza divina no alardeó
de su dignidad, sino que prescindiendo de su categoría de Dios tomó naturaleza
de hombre»[162]. Y añade
San Pablo que «Jesucristo no consideró usurpación el ser igual a
Dios»[163],
pues ya lo era por naturaleza. Por
eso, al hacerse también semejante a los hombres, «se anonadó a sí mismo»[164], es decir,
se rebajó al asumir la naturaleza de hombre siendo Dios como
era.
Jesucristo
se llamaba a sí mismo El Hijo del Hombre. Así aparece ochenta y
dos veces en los Evangelios; y siempre en boca de Jesús. Es una alusión al nombre que el
profeta Daniel daba al
Mesías[165] .
Los
discípulos le llamaban «Señor» (Kyrios). Era una referencia a Yahvé, el Dios de Israel, inspirados en el
salmo 110 que llamaba así al Mesías[166] .
32,12. El
Apóstol Santo Tomás llamó a
Jesús: «Señor mío y Dios mío»[167].
Jesús no le hizo
rectificar como si aquello fuera una exageración.
El Concilio
II de Constantinopla declara autorizadamente que Cristo ha sido llamado Dios en este
pasaje[168].
San
Pablo afirma repetidas veces que Cristo es Dios: dice que es «de condición divina»[169];
que «en Él reside toda la plenitud de la
divinidad»[170]; le llama
«Dios bendito»[171]y «gran Dios»[172]. San Pablo transmite la creencia de la
primera comunidad cristiana. De lo contrario los otros Apóstoles hubieran
protestado[173]. Por el
contrario, todos decían lo mismo.
San
Pedro lo llama Dios[174] antes
de recibir las llaves del Reino de los Cielos[175] y al
principio de su Segunda Carta llama a Jesús, Dios y
Salvador.
San
Juan dice que Cristo es «Hijo Único de Dios»[176], «verdadero Dios»[177].
San Pablo
afirmaba: «Tanto ellos como yo, esto es lo que
predicamos»[178].
Si los
Apóstoles no hubieran creído que Cristo
es Dios no hubieran dado la vida por Él, pues nadie da la vida por lo
que sabe que es mentira.
Los Testigos de
Jehová niegan la divinidad de Cristo, y para ello han hecho una
traducción de la Biblia que llaman del Nuevo
Mundo, donde introducen palabras que no están en el texto original y
que cambian el sentido de las frases en que se habla de la divinidad de Cristo.
Esta
introducción de palabras que cambian el sentido del texto original es un
auténtico fraude.
Esta Biblia
de los Testigos de Jehová es una
Biblia falsaria (ver nº 6,9).
32,13. Los
judíos entendieron que Jesús se
tenía por Dios, por eso querían quitarle la vida, por hacerse «igual a
Dios»[179].«Te apedreamos por blasfemo, porque siendo hombre te
haces Dios»[180]. «Debe morir
porque se hace Hijo de Dios»[181]..
El pueblo
judío era monoteísta y no concebía otro Dios que Yahvé. Cristo afirmaba claramente su divinidad.
Por eso le llamaban blasfemo[182].
También a
Caifás le sonó a blasfemia la
respuesta de Jesús en el Sanedrín
afirmando que Él era Hijo de Dios.
Y por
blasfemo lo condenaron a muerte[183].
Si Cristo se hubiera llamado Hijo de Dios del
mismo modo que Dios era Padre del resto de los hombres, aquello no tendría por
qué haber sonado a blasfemia. Pero Cristo se identificaba con el
Padre[184], pues tenía
su misma naturaleza de Dios.
Todos los
textos que los Testigos de Jehová
citan para quitar a los católicos la fe en Cristo-Dios, se refieren a
Cristo-Hombre.
Ignorar los
textos en que se afirma la divinidad de Cristo es no conocer la Biblia; o querer
engañar, que es peor.
Los Testigos de Jehová no tienen derecho a
llamarse cristianos, pues no creen que Cristo sea Dios.
Por eso son
excluidos del Consejo Mundial de las Iglesias Cristianas[185].
Dice
San Juan: «Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre.
Quien confiesa al Hijo posee también al Padre»[186].
El P. Giuseppe De Rosa, S.I. ha publicado en
la revista «Civiltà Cattolica» de
los jesuitas de Roma un artículo titulado «Los Testigos de Jehová no son
cristianos», pues niegan la Trinidad y la divinidad de Cristo[187]
Jesús estaba
convencido de ser Hijo de Dios en un sentido especial, único. Jesucristo llama a Dios su Padre de un modo
familiar. Utilizaba la palabra abbá que equivale a «papá».
El
investigador alemán Joaquín Jeremías,
«uno de los mayores expertos del siglo XX en el Jesús de la historia» [188] en su
opúsculo La oración del Señor y
en su libro El mensaje esencial del
Nuevo Testamento da
mucha importancia al término
abbá. Dice que «hasta hoy nadie ha podido aducir un solo caso dentro
del judaísmo palestinense en que Dios sea invocado como “mi padre” por un
individuo.
»Para la
mentalidad judía hubiera sonado a irreverencia. Lo que hacía inimaginable el
llamar a Dios con ese término coloquial.
»Es algo
nuevo, excepcional, de lo que nunca se había tenido siquiera una sospecha.
»Nos
hallamos frente a algo nuevo e inaudito, que rompe los moldes del
judaísmo»[189].
Urs von Balthasar
dice que la palabra abbá (papaíto, papi) es cariñosa y
exclusiva: «es impensable que Jesús hubiera dado este tratamiento primero
a otro hombre llamado José»[190] .
El
cristianismo es la única religión que considera a Dios como
Padre.
Los
musulmanes dan a Dios cien nombres distintos, pero no está incluido el de
«Padre».
En el
Antiguo Testamento también se da a Dios el nombre de «Padre» quince veces, pero
no como PADRE del individuo, sino alegóricamente, como PADRE del pueblo de
Israel como pueblo escogido[191].
Cristo es Hijo de
Dios en un sentido real. No figurado: hombre santo, pero no de naturaleza
divina.
Por eso
escribe San Agustín: «A quienes
dicen que Jesucristo es Hijo de
Dios en cuanto que es un hombre tan santo que merece ser llamado Hijo de Dios, a
estos tales los expulsa de nuestra comunidad la institución
católica»[192].
Algunos
quieren rebajar la divinidad de Cristo.
Para ellos
Jesús sería un hombre «divinizado»
en el sentido afectivo, no efectivo.
Por eso en
lugar de hablar de la divinidad «de» Cristo, prefieren hablar de la presencia de
la divinidad «en» Cristo.
Como si
Cristo no fuera verdadero Dios,
sino tan sólo un hombre en el que Dios resplandeció de modo excepcional. Pero si
leemos el Evangelio sin prejuicios como dice
Greeley, está claro que Cristo se siente unido al Padre de un modo
excepcional y único: «Quien me ve a Mí ve al
Padre», pone San Juan
en boca de Jesús[193].
Es
más, Jesús se siente con autoridad
para cambiar el Antiguo Testamento. Los Profetas de la Antigüedad apoyaban sus
palabras en al autoridad de Dios. Decían: «Así habla el Señor».
Jesús habla en
nombre propio, y se atreve a corregir la ley mosaica, por considerarse superior
a ella. Habla por derecho propio. «Se dijo a
los antiguos, pero Yo os digo»[194].
Lo mismo,
cuando perdonó los pecados al paralítico de Cafarnaún dio a entender su
divinidad, atribuyéndose un poder divino, pues sólo Dios puede perdonar pecados
en nombre propio[195].
Jesús habló con
la suficiente claridad para que pudiéramos descubrir su divinidad, pero de un
modo velado para no escandalizar a aquel pueblo, esencialmente monoteísta, que
no podía aceptar a otro Dios que a Yahvé.
Por eso
Jesús descubrió su divinidad
paulatinamente[196] .
Afirmarla de golpe hubiera provocado escándalo.
Sólo al
final de su vida desvela el misterio de su personalidad divina. Jesús respondió a Caifás que le preguntaba por su divinidad:
«Tú lo has dicho», que es un modo
de hablar, que significa: «Así es como tú dices»[197].
Para ser
cristiano es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de
Dios[198].
32,14.
Jesucristo demostró con sus
milagros que lo que decía era verdad: porque sólo con el poder de Dios se pueden
hacer milagros[199].
El milagro
supera las leyes de la Naturaleza, y esto sólo puede hacerse con el poder de
Dios[200] .
Jesucristo había dicho
muchas veces: «Si no creéis en mis palabras,
creed en mis obras»[201] ;
«Mis obras dan testimonio de
Mí»[202] ;
«Si no hubiera hecho entre ellos obras
tales, cuales ningún otro ha hecho, no tendrían
culpa»[203] .
Jesucristo aludía
Jesucristo
hacía los milagros en nombre propio.
Le dice al viento: Yo te lo digo, párate;
y el viento se para. Y al mar: Yo
te lo digo, cálmate; y el mar se calma. Y al paralítico:
Yo te lo digo, levántate; y el
paralítico se levanta[205] .
Jesucristo
hacía siempre los milagros en nombre
propio: Yo te lo digo.
En cambio
San Pedro los hacía en nombre de
Jesucristo[206] .
32,15.
El milagro es una obra, un hecho
visible y perceptible por los sentidos, que supera las fuerzas de la
Naturaleza[207] ; y
que se hace por Dios, bien directa-mente, bien por medio de los ángeles o de los
hombres.
Dios hace
milagros siempre con un fin bueno: como un signo de salvación[208] .
«San Juan
al referirnos los milagros de
Jesús los llama
“signos”»[209] .
El milagro
es el sello de Dios.
Todo lo que
lleva el sello del milagro es verdad, porque Dios no puede respaldar con su
autoridad una mentira.
La fuerza
del milagro está en que Dios es el único que puede cambiar las leyes de la
Naturaleza, (pues las ha puesto Él y pudo haber puesto otras) y en que Él es
Por lo tanto
el milagro realizado para confirmar una afirmación de labios humanos, es una
aprobación de Dios a la afirmación del hombre; y Dios no puede aprobar el error
ni la mentira.
Aunque el
autor del verdadero milagro siempre es Dios, Dios puede conceder ese poder a los
hombres[210].
Los milagros
ayudan la fe, pero no la fuerzan, pues el acto de fe debe ser libre. Si no, no
sería meritorio.
La fe
trasciende las razones, pero es razonable. Si la fe no fuera razonable los
creyentes seríamos estúpidos (ver nº 3,8).
No son
milagros los hechos extraordinarios que provienen de ciertas habilidades de los
hombres o de intervenciones del demonio.
No es lo
mismo milagro que prodigio.
Un prodigio
puede ser obra de un prestidigitador o un fenómeno
parapsicológico.
Un
prestidigitador que se saca palomas de la manga, o un radiestesista encontrando
manantiales de agua no tienen nada de milagroso.
Se trata de
trucos, habilidades, cualidades excepcionales.
Pero nada de
esto supera las leyes de la Naturaleza.
El milagro
es un rompimiento de las leyes de la Naturaleza: si tiro un ladrillo por la
ventana, cae, no sube; si pongo agua al fuego, se evapora, no se hace
hielo.
El milagro
se realiza en un contexto religioso[211] .
Dios puede
cambiar las leyes de la Naturaleza, que son obra suya[212] . Pero
Dios no puede hacer un círculo cuadrado, pues esto es absurdo, y Dios no hace
absurdos[213] .
Hay
fenómenos que todavía no conocemos
bien, como la radiestesia, la telepatía, la telergia, la
telequinesia, la precognición, etc.
«Aunque hay
un constante rechazo por la práctica totalidad del mundo científico de todas las
afirmaciones de la Parapsicología acerca de la capacidad de influir en la
materia por medios subjetivos; tanto en la predicción de resultados aleatorios
como en la telequinesia»[214] .
Pero el
milagro es algo que sabemos supera las fuerzas de la Naturaleza: como resucitar
a un muerto de cuatro días que ya está en estado de putrefacción.
Quizás no
sepamos hasta dónde puedan llegar, en algunos casos, las leyes de la
Naturaleza[215] .
Pero hay
cosas que ciertamente comprendemos que la Naturaleza no puede
hacer[216] : un
hombre tan alto que toque la Luna con su mano, obtener oro uniendo hidrógeno y
oxígeno, o sacar rosas sembrando un grano de trigo.
Hay cosas
que superan evidentemente las posibilidades de los hombres, como dijo Rabindranath Tagore, Premio Nobel de
Literatura: «Tú puedes apagar de un soplo una vela; pero es imposible apagar el
Sol a fuerza de soplidos»[217] .
Un cerdo,
por mucho que se le entrene, nunca podrá competir con un caballo de carreras; a
lo más llegará a ser un cerdo veloz.
«Hoy la
ciencia médica obtiene curaciones estupendas, pero valiéndose de medios
adecuados, con frecuencia complicados y largos.
»En esto no
hay prodigio, sino técnica y uso inteligente de medios proporcionados al fin.
»Pero si un
hombre cura a un ciego, o aun leproso, con una simple palabra entonces la
ciencia y la razón quedan eliminadas, y es preciso buscar la causa del hecho
fuera de las leyes y los medios naturales»[218] .
32,16.
Algunas personas se resisten a
creer en los milagros de Jesucristo. Niegan el milagro porque dicen
que eso es imposible. Pero esta negación no tiene valor ninguno.
Si se prueba
que son hechos reales, hay que darles alguna explicación.
Las
curaciones de las enfermedades quieren atribuirlas a procedimientos ocultos y
desconocidos; y cuando esto les resulta demasiado absurdo, entonces se limitan a
negar tranquilamente el hecho. Este procedimiento es muy cómodo, pero resulta
poco científico.
Hay tres
clases de imposibilidad:
a) La
imposibilidad metafísica o absoluta como es el absurdo: ser y no ser al mismo
tiempo.
Por ejemplo,
un círculo cuadrado.
Esto es
absurdo porque no puede ser al mismo tiempo círculo y cuadrado. Sería una
contradicción, un absurdo.
Esto no la
hace ni Dios, porque Dios no hace absurdos.
b) La
imposibilidad física o natural: la que va contra las leyes de la
naturaleza.
Esto
Quizás no
sepamos hasta dónde pueden llegar las leyes de
Pero sí
podemos saber hasta dónde no pueden llegar las leyes de la naturaleza: un hombre
tan alto que con los pies en el suelo toque la Luna con su mano; o resucitar, de
una voz, un muerto en estado de putrefacción.
c)
Finalmente está la imposibilidad moral u ordinaria: lo que no va contra ninguna
ley de la naturaleza, pero que no suele suceder.
Va contra el
sentido común.
Por ejemplo,
que tirando al suelo un millón de letras de un cubo, salga un
libro.
La fuerza de
los milagros de Jesucristo es que
superan la imposibilidad física, y esto sólo se puede hacer con el poder de
Dios.
«La teología
de la secularización ha querido eliminar el aspecto apologético del milagro.
Bultmann
denomina”mito” a toda intervención
de Dios en el mundo»[219]
Sin embargo, la fuerza de Jesucristo está en que confirmó
su doctrina con milagros que nos consta se realizaron
por la historicidad de los Evangelios, y que por exceder a todo poder humano son
una confirmación divina.
«Una vez
admitida la actividad taumatúrgica como un dato indudable de la vida de Cristo, no hay fundamento para hacer una
selección entre los milagros de los Evangelios, admitiendo unos como históricos
y rechazando otros como legendarios...
»De la
historicidad de los milagros, no puede dudarse»[220] .
La mejor fuente
histórica es lo que dijeron del hecho los
contemporáneos que lo vieron o lo oyeron de quienes fueron testigos.
Pues bien,
los milagros de Jesucristo nos los
refieren quienes los vieron con sus propios ojos y murieron por defender la
verdad de lo que decían.
Dice
San Juan: «Lo que mis ojos vieron y oyeron mis oídos, de esto
doy testimonio»[221] .
Hasta los
mismos enemigos de Jesús no podían
negar los hechos milagrosos que Jesús hacía, y por eso los atribuían a
Satanás[222] .
Incluso
deciden matarlo porque: «Este hombre hace
muchos milagros. Si lo dejamos, todos creerán en él»[223] .
Y el mismo
San Pedro en su discurso de
Jerusalén, el día de Pentecostés, dijo: «Israelitas, escuchadme: Dios acreditó entre vosotros
a Jesús el Nazareno con los milagros que
hizo»[224] .
«En los
Evangelios se describen detalladamente más de cuarenta milagros operados
personalmente por Jesús»[225] .
Dice
Ricciotti que la historicidad de
los Evangelios, los milagros de Cristo
y su divinidad son los tres eslabones de nuestra fe en Cristo[226].
«San Juan designa
32,17. La
Carta a los Hebreos define
la fe como «la garantía de lo que esperamos y la seguridad de lo que no se
ve»[228] .
«Fe es la
aceptación de la palabra de una persona fidedigna. Creer lo que no se ve porque
nos lo asegura otro que lo ve o que lo sabe»[229] .
La fe
personal en Jesucristo es la
aceptación de su propio testimonio hasta la adhesión y la entrega total a su
divina Persona[230] .
No es la
mera aceptación de que Él existe y vive entre nosotros tan realmente como cuando
vivió en Palestina; ni tampoco una adhesión de sólo el entendimiento a las
verdades que el Evangelio nos propone, según la autorizada interpretación del
Magisterio de la Iglesia.
Es algo
mucho más existencial y totalizante.
Dice el
Concilio VATICANO I: «
Pero la fe
no sólo es aceptar una verdad con el entendimiento, sino también con el corazón.
Es el
compromiso de nuestra propia persona con la persona de Cristo en una relación de intimidad que
lleva consigo exigencias a las que jamás ideología alguna será capaz de llevar.
Para que se dé fe auténtica y madura hay que pasar del frío concepto al calor de
la amistad y del decidido compromiso. Por eso una fe así en Jesucristo es la que da fuerza y eficacia a
una vida cristiana plenamente renovada, como la que quiere promover
el Concilio Vaticano II.
Aceptar a
Cristo no es como aceptar que
2x3=6, lo cual no compromete nuestra vida. Aceptar a Cristo es comprometerse a vivir como Él
quiere. Lo cual supone esfuerzo, pero es lo más grande que se puede hacer en la
vida.
Lo esencial
de la fe es aceptar una verdad por la autoridad de Dios que la ha revelado. El
que para creer que Jesucristo está
en la eucaristía exige una demostración científica, no tiene fe en la
eucaristía.
Lo único que
sí es razonable es buscar las garantías que nos lleven a aceptar que realmente
esa verdad ha sido revelada por Dios. Ésos son los motivos de
credibilidad[232] .
Entre éstos está la definición infalible de la Iglesia que me confirma que una
verdad determinada está realmente revelada por Dios[233] .
«Cuando la
Iglesia, ya sea por definición dogmática, ya sea por su Magisterio ordinario y
universal, propone a los fieles alguna verdad para ser creída como revelada por
Dios, no puede fallar en virtud de la asistencia especial del Espíritu Santo que
no puede permitir que la Iglesia entera yerre en alguna doctrina relativa a la
fe o las costumbres»[234] .
«Creer no
consiste tan sólo en asentir a un texto muerto; consiste en someterse a un ser
vivo»[235] .
«La fe no es
sólo la aceptación de unas fórmulas sino también la adhesión personal a Cristo»[236] . La
fe, más que creer en algo que no vemos es creer en alguien que nos ha
hablado[237] .
Más que «un
acto intelectual es una actitud, un comportamiento vital que implica toda
La fe no es
sólo aceptar unos conceptos sino, sobre todo, vivir fielmente según unos
principios. No es sólo: «acepto...», sino : «me fío de ti...».
Fe quiere
decir «tener algo por real y verdadero en virtud del testimonio de otro», porque
nos fiamos de su ciencia y veracidad.
La fe
sobrenatural me da la suprema de las certezas, pues no me fío de la aptitud
natural del entendimiento humano para conocer la verdad, ni de la veracidad de
un hombre, sino de la ciencia y veracidad de Dios.
Porque creo
en Cristo, me fío de su palabra.
Acepto a Cristo como norma
suprema, y todo lo valoro como lo valora Él.
Los hechos
son la expresión del nivel de fe de una persona.
No hay
posible aceptación del programa de Jesús si no es mediante el lenguaje de los
hechos. Seguir a Jesús quiere
decir escuchar sus palabras, asimilar sus actitudes, comportarse como Él,
identificarse plenamente con Él.
«No se
trata, claro está, de un seguimiento en el sentido material; hay que andar tras
Él con pasos espirituales: con el corazón, con el alma, con la entrega personal». “Seguir”, en este caso,
equivale a creer, aceptar sus palabras, convertirse, obedecer sus consignas,
hacerse discípulo suyo»[239]
«Los que
siguen a Jesús de verdad quieren
parecerse a Él, se esfuerzan en pensar como Él, haciendo las cosas que le gustan
a Él. Desean obrar bien, ayudar a los demás, perdonar, ser generosos y amar a
todos»[240] .
Tener fe
lleva consigo un estilo de vida, un modo de ser.
«La fe es la
respuesta del hombre a Dios que se revela»[241] .
«La fe es
esencialmente la respuesta de la persona humana al Dios personal, y por lo tanto
el encuentro de dos personas. El hombre queda en ella totalmente comprometido.
La fe es cierta, no porque implica la evidencia de una cosa vista, sino porque
es la adhesión a una persona que ve. La transmisión de la fe se verifica por el
testimonio (...) Un cristiano da testimonio en la medida en que se entrega
totalmente a Dios y a su obra (... ) Normalmente, la verdad cristiana se hace
reconocer a través de la persona cristiana»[242] .
El que no
tiene fe no entiende al que la tiene, y sabe estimar los valores eternos. Es
como hablarle a un ciego de colores.
«Toda
verdad, cuando llega a encarnarse profundamente en nuestro psiquismo, se
convierte en una fuerza y en un principio operante.
»Cuando,
dejando de ser una verdad abstracta, llega a ser algo personal, ensamblada en la
afectividad como un ideal y un amor, entonces esa idea comienza a mandar en
nuestra vida y a dirigirla»[243].
32,18. Hoy
está de moda insistir en que la fe es algo inseguro.
Esto tiene
algo de verdad, pues la fe no se nos presenta con una seguridad metafísica, como
un axioma filosófico.
Pero la fe
es muy razonable, como hemos visto en páginas precedentes (nº 3,8).
Y esto nos
da seguridad a los creyentes.
Esta
seguridad no hay que menospreciarla.
Los
psicólogos afirman que la seguridad es uno de los elementos indispensables para
el ser humano, de tal manera que su falta es fuente de neurosis.
El deseo de
seguridad es inherente a la naturaleza humana:
nadie pone su dinero en un Banco donde tiene peligro de perderlo, nadie come
alimentos podridos que puedan intoxicarle, un alpinista que escala una pared no
se agarra a un clavo mientras éste no esté bien
afirmado.
El deseo de
seguridad es innato a la naturaleza humana, como lo es el deseo de felicidad o
el deseo de ser querido y de ser aceptado.
Dice
Juan Pablo II en su encíclica
Fe y Razón: «El hombre no
puede fundar su vida sobre la duda»[244].
«Necesitamos
afirmaciones, no dudas. (...)
»La duda no
es para instalarse en ella, sino para superarla.
»Hoy está de
moda provocar dudas (...) con audacias hereticoides. (...)
»Si se
hiciere adrede sería un pecado monstruoso. (...)
»Hay que ser
fieles a la verdad»[245] .
La fe es
iluminadora, optimista y esperanzadora; porque es
razonable.
Algunos
hablan de una fe oscura, vaga, difusa, nebulosa.
«La Iglesia
y la experiencia nos hacen sonreír ante este razonamiento ramplón, fruto del
complejo de inferioridad que tienen hoy algunos creyentes, aun de los que
escriben y enseñan.
»El
seguimiento de Cristo exige un
esfuerzo por ir asumiendo las actitudes fundamentales que dieron sentido a toda
su vida: creer lo que Él creyó, dar importancia a lo que Él se la dio, defender
lo que Él defendió, vivir y morir por lo que Él vivió y murió»[246] .
El
hombre sin valores es un hombre inmaduro, cambiante, se mueve según el viento
que corre, carece de responsabilidad[247] .
Hoy está de
moda la tolerancia.
Pero como
dice Vittorio Messori: «quien se
casa con una moda, pronto se quedará viudo»[248].
Y la
tolerancia no siempre es virtud.
Puede
deberse a cobardía o falta de principios.
Todo le da
igual, porque no cree en nada. Por eso es indiferente a
todo.
Muchos
tolerantes, lo son, porque no tienen convicciones ni
valores.
«Para
convivir hay que saber tolerar. Pero también hay que saber lo que se puede
tolerar.
»Tolerarlo
todo es una estupidez.
»Pero no
tolerar nada es soberbia. (...)
»Lo
sustancial es inmutable, y por lo tanto intocable.
»Pero no
todo es esencial.
»Y por
supuesto, que no es lo mismo ser tolerantes con las personas que transigir con
los errores.
» Con el
error no se puede transigir»[249] .
El régimen
de tolerancia que vivimosleva al «todo vale». Si un entrevistado opina una cosa,
se pone al lado al que dice lo contrario. Se confunde la tolerancia con las
personas y la tolerancia con el error. Y el error no puede ser tolerado. Como
dice San Pedro: «debemos dar razón de nuestra
esperanza»[250] . Aun
sabiendo que muchos
Cristo
le dijo a Pilatos que vino a dar testimonio de la
verdad[251] .
Pero hoy, al
que cree en la verdad se le llama, despectivamente, «integrista». Lo que está de
moda es la duda y el «todo vale».
«Muchos
cristianos piensan que el respeto a los demás consiste, no en buscar una
“fraternidad en la fe” sino una “comunidad en la duda”»[252].
Hoy muchos
se creer inteligentes porque dudan de todo; y se creen sabios porque no tienen
ninguna certeza. La verdad une. La opinión separa.
Hoy se habla
mucho de dialogar con el mundo. Pero estos diálogos deben ser para llevar el
mundo a Dios; porque si son para mundanizar a la Iglesia, esto sería traicionar
la misión que tiene la Iglesia de evangelizar el
mundo.
N.B.: Puede ser interesante mi
vídeo: El hombre «descafeinado»: vacío de
valores. Todos los sistemas[253].
[1] ALEJANDRO DÍEZ MACHO:
La resurrección de Jesucristo y la del
hombre en a Biblia, pg. 26. Ed. Fe Católica. Madrid,
1977
[2] Primera Carta de SAN
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[5] RONALD A. KNOX:
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[6] JUAN LEAL, S. I.:
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5. Ed. Escelicer. Cádiz.
[7] JOSÉ M.
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[8] JUAN MANUEL IGARTUA,
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[9] JOSÉ Mª.
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fundamentales, III, A, b. Ed Bosch.
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[10] JOHANNES BEUMER:
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[11] JOSÉ ANTONIO DE
SOBRINO, S.I.: Así fue Jesús, IV,
2. Ed. BAC.
[12] James Akin,
[13] Concilio Vaticano
II: Dei Verbum: Constitución
Dogmática sobre
[14] SAN PABLO: Segunda
Carta a Timoteo, 3:16
[15] JUAN LEAL, S.I.:
Valor histórico de los Evangelios, VIII,
3. Ed.Escelicer. Cádiz.
[16] JOSÉ ANTONIO
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Introducción, V, c. Ed. C.E.T.E.
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[17] JOSÉ CABA, S.I.:
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[21] PIERRE GUIBERT, S. I.:
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Ed. Mensajero. Bilbao. 1997.
[22] J. HUBY, S.I.
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Ed. PAX. San Sebastián.
[23] VITTORIO MESSORI:
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[24] PIERRE GRELOT:
Introducción a los libros sagrados, 3ª, XV,
[25] J. HUBY, S.I. El Evangelio y los Evangelios, III, 2.
Ed. PAX. San Sebastián.
[26] PIERRE GRELOT:
Introducción a los libros sagrados, 3ª, XV,
4, c, 3. Ed. Stella. Buenos
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[27] PIERRE GRELOT:
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4, d. Ed. Stella. Buenos
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[28] J. HUBY, S.I. El Evangelio y los Evangelios, IV, 2.
Ed. PAX. San Sebastián.
[29] JOHANNES BEUMER:
Camino de la Fe, III,2. Ed.
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[30] PIERRE GRELOT:
Introducción a los libros sagrados, 3ª, XV,
[31] PEPE RODRÍGUEZ:
Mentiras de la Iglesia católica, III,
11. Ed. ZETA. Barcelona.
[32] Evangelio de SAN JUAN,
3:11;19:35; 21:24; Primera Carta, 1:1s
[33] Evangelio de SAN JUAN,
21:7 y
20
[34] Evangelio de SAN JUAN,
13:25
[35] Evangelio de SAN JUAN,
19:26
[36] Evangelio de SAN JUAN,
20:2-8
[37] PEPE
RODRÍGUEZ:Mentiras de la Iglesia católica,
I, 2, c. Ed. ZETA.
Barcelona.
[38] Evangelio de SAN
MATEO, 26:20; de SAN MARCOS,
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[39] JUAN LEAL, S.I.:
Valor histórico de los Evangelios, VI,
4. Ed.Escelicer. Cádiz.
[40] Evangelio de SAN JUAN,
21:24
[41] ALFREDO WIKENHAUSER:
Introducción al Nuevo Testamento, 3ª, I, 28,
3. Ed. Herder.Barna.
[42] J. HUBY, S.I. El Evangelio y los Evangelios, V, I.
Ed. PAX. San Sebastián.
[43] SAN IRENEO: Adversus haereses, 3ª, I,
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[44] J. HUBY, S.I.: El Evangelio y los Evangelios, Epílogo.
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[45] JUAN LEAL, S.I.:
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[46] JOHN P. MEIER:
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[50] JORGE AUZOU: La tradición bíblica, XII, 1. Ed. FAX.
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[51] JUAN LEPPICH, S.I.:
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[52] JUAN LEAL,
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[54] JUAN MANUEL IGARTUA,
S. I.: Los Evangelios ante la Historia, II,
[55]BALDOMERO JIMÉNEZ DUQUE:
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[56] PIERRE GUIBERT, S. I.:
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Ed.Mensajero. Bilbao. 1997.
[57] Evangelio de SAN
LUCAS, 1:4
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LUCAS, 1:1-4
[59] Evangelio de SAN
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[60] Evangelio de SAN
JUAN, 3:11; Primera Carta,
1:1
[61] Evangelio
de
[62] SEVERIANO DEL
PÁRAMO,S.I.:La verdad histórica de los
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[63] ROBERT
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Testamento vol. II, pg.309s. Ed. Herder.
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[64] Biblia de Jerusalén.
Introducción a los Evangelios sinópticos, I. Ed. Desclée.
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[65] FRANCISCO
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seglares, nº. 229. Ed. B.A.C.
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[67] JOSÉ MANUEL
HERNÁNDEZ:¡Jesucristo
existió!.Publicaciones ACU.Ed.Sal
Terrae.Santander.
[68]
[69]JESÚS Mª GRANERO,S.I.:
Credo-Jesucristo, I. Ed.
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[70] JOHANNES BEUMER:
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[71] JUAN MANUEL IGARTUA,
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[72]JOSÉ ANTONIO LABURU,
S.I.: Incredulidad o fe, 1º, II.
Ed. EAPSA. Madrid.
[73] BALDOMERO JIMÉNEZ
DUQUE: Dios y el hombre, III.
Ed.Fundación Universitaria
Española.
[74] JUAN CEDRÉS: Oracción, pg.114. Ed. Antillas.
Barranquilla Colombia.
[75]Pedidos al autor: Apartado
2546. 11080-Cádiz. Tel.: (956) 222 838. FAX: (956) 229 450
[76] JUAN LEAL, S.I.:
Valor histórico de los Evangelios,
I,5. Ed. Escelicer. Cádiz.
[77] JUAN LEAL,
S.I.: El valor histórico de los Evangelios,
I, 5. Ed. Escelicer. Cádiz
[78] VITTORIO
MESSORI: Hipótesis sobre Jesús, VI,
11. Ed. Mensajero. Bilbao, 1978
[79] CHESTERTON: El hombre eterno, 2ª, II. Ed. LEA.
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Scriptorium, XIII, 2, (1959)
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[90] FLORENTINO GARCÍA
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[92] B. MANZANO,
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[94] Diario YA, 21-XI-91,
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[98] Revista 30 DÍAS:
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[111] Revista 30 DÍAS, 88
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[112] EDUARDO GARCÍA DE
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[113] JUAN CEDRÉS: Oracción, XIV. Ed. Antillas.
Barranquilla Colombia.
[114] JUAN LEAL, S.I.:
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[116] JOSÉ
[117] BIRNGRUBER: Teología dogmática para seglares, 6, B.
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[118] Cristo en Casa. Curso
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[119] JOSEPH HUBY, S.I.:
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[120] JUAN LEAL, S.I.:
Valor histórico de los Evangelios,
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[121] Evangelio de SAN
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[122] DOSTOIESKI: Epistolario, I, pg.
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[123] Biblioteca Nacional,
Incunable nº 970
[124] Cristo en Casa. Curso
fundamental, II. Ed. Fe Católica. Madrid
[125] PIERRE GRELOT:Introducción A LOS LIBROS SAGRADOS,
3ª,XIII,1,a.Ed.Stella.Buenos
Aires.
[126] Pedidos al autor:
Apartado 2546. 11080-Cádiz. Tel.: (956) 222 838. FAX: (956) 229 450
[127] Carta a los Hebreos,
4:15
[128] SAN PABLO: Segunda
Carta a los Corintios, 5:21
[129] Hechos de los
Apóstoles, 10:38
[130] ZENIT: Boletín
informativo del Vaticano en INTERNET:
ZS98111002
[131] Revista 30 DÍAS,
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[132] ANDRE LEONARD: Razones para creer, IX, 18. Ed. Herder.
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[140] Boletín informativo
del Vaticano en INTERNET del 29-IX-97
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[141] Evangelio de SAN
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[143] JOSÉ CABA,
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Buenos Aires. 1987.
[146]JUAN Mª LUMBRERAS, S.I.:
En el país de Jesús, V. Ed
Mensajero. Bilbao.2000. Excelente libro, erudito, documentado y
fervoroso.
[147] JOSÉ Mª
CIURANA: La verdad del cristianismo, III,
B. Ed. Bosch. Barcelona, 1980.
[148] PINARD DE LA
BOULLAYE,S.I.: La persona de Jesús, VI,
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[149] VITTORIO MESSORI:
Algunas razones para creer, XI.
Ed Planeta+Testimonio. Barcelona.
2000.
[150] Evangelio de SAN JUAN,
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[151] Evangelio de SAN JUAN,
17:5; 8:58.
[152] Evangelio de SAN JUAN,
12:45; 14:9.
[153] Evangelio de SAN JUAN,
10:30; 5:18.
[154] Evangelio de SAN
MARCOS, 11:12s.
[155] Evangelio de SAN
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4:6ss.
[156] Evangelio de SAN
MATEO,
8:24.
[157] Evangelio de SAN
LUCAS, 1:35; Evangelio de SAN
JUAN, 1:34; 20:31, Primera Carta de SAN JUAN, 4:15,
etc.
[158] Evangelio de SAN JUAN,
20:17.
[159] SAN PABLO: Carta a los
Gálatas,
4:5.
[160] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 8:14s; 9:4.
[161] Evangelio de SAN JUAN,
1:14,18; 3:16.
[162] Biblia de Jerusalén,
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[163] SAN PABLO: Carta a los
Filipenses, 2:6.
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[165] BALDOMERO JIMÉNEZ
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Ed.Fundación Universitaria
Española.
[166] MIGUEL PEINADO:
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Herder. Barcelona. JUSTO COLLANTES, S.I: La
fe de la Iglesia católica, nº307. Ed. BAC. Madrid,
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[169] SAN PABLO: Carta a los
Filipenses, 2:6.
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Colosenses, 2:9.
[171] SAN PABLO: Carta a los
Romanos, 9:5.
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[173]
[174] JUAN MANUEL IGARTUA,
S.I.: El Mesías, 3º, II, 2. Ed.
Mensajero. Bilbao, 1988.
[175] Evangelio de SAN
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[176] Primera Carta de SAN
JUAN, 4:9.
[177] Primera Carta de SAN
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5:20.
[178] SAN PABLO: Primera
Carta a los Corintios,
15:11.
[179] Evangelio de SAN JUAN,
5:18; 19:7.
[180] Evangelio de SAN JUAN,
10:33.
[181] Evangelio de SAN JUAN,
19:7.
[182] Evangelio de SAN JUAN,
10:33.
[183] Evangelio de SAN
MATEO, 26:63-66. Evangelio de SAN
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[184] Evangelio de SAN JUAN,
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[185] Conseil Oecumenique
des Eglises. Rapport de
[186] Primera Carta de SAN
JUAN, 2:22.
[187] ZENIT, Boletín
informativo del Vaticano en INTERNET:
ZS99073007
[188] JOHN P. MEIER:
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Verbo Divino.Estella (Navarra). 1998.
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[201] Evangelio de SAN JUAN,
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[236] Conferencia Episcopal
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[238] MIGUEL RIVILLA:
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[242] JEAN MOUROUX: Creo en Ti, II, 5. Ed. Flors.
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[250] SAN PEDRO: Primera
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[251] Evangelio de SAN JUAN:
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[252] VITTORIO MESSORI:
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Planeta+Testimonio.Barcelona.2000.
[253] Pedidos a SPIRITUS
MEDIA. editorial católica. Apartado 2546. 11080-Cádiz. Tel.: (956) 222
838. FAX: (956) 205 810. Correo elecrónico (e-mail):
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