raciones y devociones a la
Santísima Virgen María
4.1. El Avemaría
4.2. La Salve
4.3. El Acordaos
4.4. El Bendita sea tu pureza
4. 5 Estaba la Madre Dolorosa
4.6. El Ángelus
4. 7 El Regina Coeli (Durante el Tiempo Pascual)
4.8. El Santo Rosario
4.9. El Escapulario de la Virgen del Carmen
4.10. La consagración a la Virgen
“Dios te salve, María. ‘Alégrate, María’. La salutación del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y a alegramos con el gozo que Dios encuentra en ella.
“Llena de gracia, el Señor es contigo”: María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia.
“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” . Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. “Llena del Espíritu Santo”, Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María : “Bienaventurada la que ha creído...” : María es “bendita entre todas las mujeres” porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor.
“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...” Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí?”. Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora por nosotros como ella oró por sí misma: “Hágase en mí según tu palabra”. Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”.
“Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la “Madre de la Misericordia”, a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos “ahora”, en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, “la hora de nuestra muerte”. Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso (CIC 2676 y s).
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia ora también en comunión con la Virgen María para ensalzar con Ella las maravillas que Dios ha realizado en Ella y para confiarle súplicas y alabanzas (CIC 2682).
La Salve es una súplica confiada a la Madre del cielo, la Virgen Santísima, Reina del Universo y Madre también de todos los cristianos.
Siempre es sumamente conveniente honrar a María Santísima con esta oración, pero, de un modo especial, serecomienda su recitación o canto el día sábado.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.
A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a Ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima!, ¡Oh piadosa!, ¡Oh dulce siempre Virgen María!
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Oremos: Omnipotente sempiterno Dios, que con la cooperación del Espíritu Santo, preparasteis el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y Madre María, para que fuese merecedora de ser digna morada de vuestro Hijo; concedednos que, pues celebramos con alegría su conmemoración, por su piadosa intercesión seamos liberados de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo Cristo, Señor nuestro. R. Amén.
El Acordaos —oración atribuida a San Bernardo de Claraval— es la mejor oración para mostrar nuestra confianza en la Virgen María, pues Ella es Madre clementísima; una Madre que está siempre pendiente de todos, y cada uno, de sus hijos. Es la súplica de un hijo que se ve necesitado de los cuidados maternales de María para vencer las tentaciones del enemigo. Un hijo que ruega e implora humildemente, reconociéndose indigno y pecador, la protección siempre poderosa de la Madre de Dios, para que en ningún momento le deje.
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos.
Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén
El Padre ha bendecido a la Virgen María “con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo”; más que a ninguna otra persona creada. Él la ha “elegido en Él, antes de la creación del mundo parea ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor” (CIC 492).
En esta oración de consagración, reconocemos la pureza y la belleza de Nuestra Madre. Con esta oración puedes ofrecer el día, por la mañana, al levantarte, también puedes pedir la virtud de la santa pureza.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
Secuencia facultativa que puede rezarse en la Misa de Nuestra Señora de los Dolores, el día 15 de septiembre. Se le atribuye a Jacoponi de Todi (+1306)
Estaba la Madre dolorosa junto a la Cruz llorando, mientras su Hijo pendía.
Su alma llorosa, triste y dolorida, traspasada por una espada.
¡Oh cuán triste y afligida estuvo aquella bendita Madre del Unigénito!
Estaba triste y dolorosa, como madre piadosa, al ver las penas de su Divino Hijo.
¿Qué hombre no lloraría, si viese a la Madre de Cristo en tan atroz suplicio?
¿Quién no se contristaría, al contemplar a la Madre de Cristo dolerse con su Hijo?
Por los pecados de su pueblo, vio a Jesús en los tormentos, y sometido a los azotes.
Vio a su dulce Hijo morir abandonado, cuando entregó su espíritu.
¡Oh, Madre, fuente de amor! Haz que sienta tu dolor para que contigo llore.
Haz que arda mi corazón en amor de Cristo mi Dios, para que así le agrade.
¡Oh santa Madre! Haz esto: graba las llagas del Crucificado en mi corazón hondamente.
De tu Hijo lleno de heridas, que se dignó padecer tanto por mí, reparte conmigo las penas.
Haz que yo contigo piadosamente llore, y que me conduela del Crucificado, mientras yo viva.
Haz que esté contigo junto a la Cruz; pues deseo asociarme en el llanto.
¡Oh Virgen la más ilustre de todas las vírgenes! no seas ya dura para mí; haz que contigo llore.
Haz que lleve la muerte de Cristo; hazme socio de su Pasión y que venere sus llagas.
Haz que, herido con sus heridas, sea yo embriagado con la Cruz y con la Sangre de tu Hijo.
Para que no me queme y arda en las llamas, por ti, oh Virgen, sea defendido en el día del juicio.
¡Oh Cristo! Cuando hubiere de salir de aquí, dame, por tu Madre, que llegue a la palma de la victoria.
Cuando el cuerpo feneciere, haz que al alma se le dé la gloria del Paraíso. Amén. Aleluya.
Durante siglos la Iglesia ha rezado el Angelus, especialmente al mediodía, celebrando el misterio de la Encarnación.
V. El Ángel del Señor anunció a María,
R. Y concibió del Espíritu Santo.
Ave María.
V. He aquí la esclava del Señor,
R. Hágase en mi según tu palabra.
Ave María.
V. Y el Verbo se hizo carne,
R. Y habitó entre nosotros.
Ave María.
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.
4.7. El Regina Coeli (Durante el Tiempo Pascual)
V. Alégrate, Reina del cielo; aleluya,
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V. Ha resucitado, según predijo; aleluya,
R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya,
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.
Oración: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. R. Amén.
El Santo Rosario es una devoción muy antigua. “La piedad medieval de Occidente desarrolló la oración del Rosario, en sustitución de la Oración de las Horas”. Es una meditación de la vida de Jesucristo y de la Virgen María. El Rosario está dividido en tres partes y cada parte en cinco misterios. En cada misterio se recitan un Padrenuestro, una decena de Avemarías y un Gloria. Una costumbre piadosa es rezar diariamente en familia una tercera parte del Santo Rosario (es decir, cinco misterios).
V. Señor, abre mi labios, R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. ¡Señor, ven en mi ayuda!, R. Y apresúrate a socorrerme.
V. Gloria al Padre... R. Como era...
Misterios del Santo Rosario
Misterios Gozosos (Lunes y Sabados )
La Encarnación del Hijo de Dios (Lucas 1:26-38).
La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa Isabel (Lucas 1:39-53).
El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén (Lucas 2:6-19).
La Purificación de Nuestra Señora (Lucas 2:22-40).
El Niño perdido y hallado en el Templo (Lucas 2:41-52).
Misterios Luminosos (Jueves)
El Bautismo en el Jordán (Mateo 3, 17 y par.).
La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná (Juan 2, 1-12).
El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión (Marcos 1, 15).
La Transfiguración (Lucas 9, 35 y par.).
La institución de la Eucaristía (Juan 13, 1).
Misterios Dolorosos (Martes y Viernes)
La Oración del Huerto (Mateo 26:36-41).
2. La Flagelación del Señor (Juan 18:36-38; 19:1).
La Coronación de espinas (Marcos 15:14-17; Mateo 27:24-30).
La Cruz a cuestas (Juan 19:17; Lucas 9:23).
Jesús muere en la Cruz (Juan 19:25-30).
Misterios Gloriosos (Miércoles y Domingos )
La Resurrección del Señor (Marcos 16:6-8).
La Ascensión del Señor (Mateo 28:18-20; Hechos 1:9-11).
La Venida del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4).
La Asunción de Nuestra Señora (Cantar 2:3-6,10).
La Coronación de María Santísima (Cantar 6:10; Lucas 1:51-54).
Después de cada misterio se puede rezar una de las siguientes intercesiones: María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndenos de nuestros enemigos y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
O, también: Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, sálvanos del fuego del infierno y guía todas las almas al Cielo, especialmente aquellos que necesitan más de tu misericordia!
Al terminar los cinco misterios, se puede rezar:
Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, llena eres…
Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llenas eres…
Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres…
Bajo tu protección : Bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todos los peligros Virgen gloriosa y bendita
La Letanía Lauretana
V. Señor, ten misericordia de nosotros. R. Señor, ten misericordia de nosotros
V. Cristo, ten misericordia de nosotros. R. Cristo, ten misericordia de nosotros
V. Señor, ten misericordia de nosotros. R. Señor, ten misericordia de nosotros
V. Cristo, óyenos. R. Cristo, óyenos
V. Cristo, escúchanos. R. Cristo, escúchanos
V. Dios, Padre celestial. R. Ten misericordia de nosotros
V. Dios Hijo, Redentor del mundo. R. Ten misericordia de nosotros
V. Dios Espíritu Santo. R. Ten misericordia de nosotros
V. Trinidad Santa, un solo Dios. R. Ten misericordia de nosotros
V. Santa María . R. Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios Santa Virgen de las vírgenes Madre de Cristo Madre de la Iglesia Madre de la divina gracia Madre purísima Madre castísima Madre virginal Madre sin mancha Madre inmaculada Madre amable Madre del Buen Consejo Madre del Creador Madre del Salvador Virgen prudentísima Virgen digna de veneración | Virgen digna de alabanza Virgen poderosa Virgen clemente Virgen fielEspejo de justicia Trono de sabiduría Causa de nuestra alegría Vaso espiritual Vaso digno de honor Vaso insigne de devoción Rosa mística Torre de David Torre de marfil Casa de oro Arca de la alianza Puerta del cielo Estrella de la mañana | Salud de los enfermos |
V. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. R. Perdónanos, Señor
V. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. R. Escúchanos, Señor
V. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. R. Ten misericordia de nosotros
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz, seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
Las siguientes oraciones pueden ser añadidas después de la letanía:
Por las necesidades de la Iglesia y del Estado: Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Por la persona e intenciones del Sr. (Arz)Obispo de esta diócesis: Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Por las benditas almas del Purgatorio: Padrenuestro. Avemaría. Requiescant in pace.
4.9. El Escapulario del Carmen
Un poco de historia: El Escapulario es un símbolo de la protección de la Virgen María a sus devotos y, al mismo tiempo, un signo que manifiesta la consagración de los hijos a su Madre.
El 16 de julio de 1251, la Madre de Dios entregó el Escapulario a San Simón Stock, —prior general de la Orden del Carmen— con estas palabras: “Toma este hábito, al que muera con él no padecerá el fuego eterno”. A este hecho alude el Papa Pío XII cuando dice: “No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen”.
El privilegio sabatino: La Virgen prometió, a quienes viviesen y muriesen con el Escapulario, la gracia para obtener la perseverancia final; es decir, una ayuda particular para que se arrepientan de sus pecados quienes no estén en gracia de Dios, en los últimos momentos de su vida.
A esta promesa hay que añadir el “privilegio sabatino”, que consiste en la liberación del Purgatorio al sábado siguiente de la muerte, y otras muchas gracias e indulgencias.
Espiritualidad: Quien recibe el Escapulario queda señalado con un peculiar carácter mariano. Asume también el compromiso de imitar a María y de informar la propia vida con el amor de su Madre, unido estrechamente al de Cristo.
El fruto del Escapulario consistirá en que quien lo lleve se esfuerce eficazmente en la imitación de las virtudes de la Santísima Virgen.
Imagen de la gracia de Dios: El Escapulario es también imagen del “vestido de bodas” (de la gracia divina) que ha de vestir siempre el alma. “Este vestido –enseña el Papa Juan Pablo II- se llama santo escapulario. La madre, siempre solícita, se preocupa de los vestidos de sus hijos, de que vayan bien vestidos. Y, si el vestido se rompe, la madre lo repara (...) La Virgen nos viste en el sentido espiritual, nos viste con la gracia de Dios, y nos ayuda a mantener siempre blanco este vestido con el que un día nos presentaremos al ‘banquete de bodas’ ”.
Ayuda en la vida: Dirigiéndose a un grupo de jóvenes, el Papa Juan Pablo II les decía: “Debo deciros que en mi edad juvenil, cuando era como vosotros, Ella me ayudó. Me ayudó de una manera inmensa. Me ayudó a encontrar la gracia de mi vocación (...) Yo debo mucho de mis años jóvenes a este escapulario carmelitano”. “Que la Virgen del Carmen... os acompañe siempre. Sea Ella la estrella que os guíe, la que nunca desaparezca de vuestro horizonte. La que os conduzca a Dios, al puerto seguro”.
Indulgencias: Quienes reciben el Escapulario del Carmen pueden ganar las indulgencias plenarias que los Sumos Pontífices han concedido a la Orden del Carmen.
1. El día de la ceremonia de imposición del Escapulario.
2. El 16 de julio: Solemnidad de Nuestra Señora del Carmen.
3. El 16 de mayo: Fiesta de San Simón Stock.
4. El 20 de julio: Fiesta del profeta Elías.
5. El 15 de octubre: Fiesta de Santa Teresa de Jesús.
6. El 14 de diciembre: Fiesta de San Juan de la Cruz.
7. El 1° de octubre: Fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús.
8. El 14 de noviembre: Fiesta de todos los santos carmelita
4.10. La Consagración a la Virgen
“La Consagración a María Santísima consiste en entregarse enteramente a Ella a fin de pertenecer más plenamente a Jesús, por su mediación” (San Luis Grignon de Montfort, Tratado de la verdadera devoción).
La Consagración a María implica entregar todo lo que tenemos para siempre. Es decir, es el ofrecimiento de toda nuestra vida y de todas nuestras cosas como homenaje a la Reina.
La Consagración a María es la senda más fácil, más breve, más perfecta, más segura para llegar a Dios y de Dios obtener, por la mediación de la Madre, todo lo que necesitamos para la salvación y la santidad, fuente de felicidad, de paz y de abundandantes gracias para perseverar en el camino de Dios hasta la muerte.
El Papa Juan Pablo II resume su consagración con su lema "Totus tuus ego sum. Et mea omnia tua sun" (Soy todo tuyo. Y todo lo mío es tuyo), y ha propuesto la Consagración a Cristo por manos de María como medio eficaz para vivir fielmente el bautismo (Redemptoris Mater 48).
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me ofrezco enteramente a Vos y,
en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón.
En una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
oh Madre de bondad,
guardadme y protejedme
como cosa y posesión vuestra.
Amén
Consagración de Juan Pablo II
Virgen Madre de Dios,
haz que yo sea todo tuyo.
Tuyo en la vida,
tuyo en la muerte,
tuyo en el sufrimiento,
en el miedo,
en la miseria,
tuyo en la cruz
y en el doloroso consuelo,
tuyo en el tiempo
y en la eternidad.
Virgen Madre de Dios,
haz que yo sea todo todo tuyo.
Amén.
Virgen María, Madre mía.
Me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores; mis esperanzas y mis deseos; mis
tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor y con tu ayuda alcance la Salvación.
Te confío ¡Oh María!, mi cuerpo y mis sentidos para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma para que tu la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya; hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida.
Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud, para que tu me ayudes a no envejecer en la fe.
Te confío mi capacidad y deseos de amar; enséñame y ayúdame a amar
Como Tú has amado, y como Jesús quiere que se ame.
Te confío mis incertidumbres y angustias, para que en tu corazón yo encuentre
Seguridad, sostén y luz, en cada instante de mi vida.
Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida.
Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección comporta, y te prometo, con la gracia de Dios y con Tu ayuda, ser fiel al compromiso asumido.
¡Oh María!, soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí, y de todo lo que me pertenece, para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre.
¡Oh María! Soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre.
¡AMEN!